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Serrat entona su elogio y su lamento al Mediterráneo

El cantante comienza en Roquetas de Mar, acompañado por un sexteto de lujo, la amplia gira que recupera su mítico disco

Concierto de Joan Manuel Serrat en Roquetas. En vídeo, entrevista al cantante.Vídeo: CHEMA ARTERO / LUIS MANUEL RIVAS
Jesús Ruiz Mantilla

En el tiempo de las fake news, Serrat es real. En la era de la falacia tecnologizada, el Nano es una poderosa verdad a la que aferrarse. Una certeza que pasa de 50 años sobre los escenarios. Un credo que se reza a coro, como ayer en Roquetas de Mar, donde comenzó su gira Mediterráneo da capo,en el borde ocre de la costa de Almería, para continuar a partir de ya con 100 actuaciones durante un año entre España, Europa y América.

Cauto, ha decidido no esperar a que aquella obra maestra de su abultada y magistral discografía cumpliese medio siglo. Salió en 1971. “Se cumplen 47 años ya. Algunas voces me aconsejaban que esperara a los 50, pero… ¡para esperar estoy yo! Así que he preferido ser prudente y anticipar los acontecimientos”. Con esas palabras se presentó en el Teatro Auditorio de Roquetas, con su taburete rojo del Bocaccio barcelonés que acogió las noches de la gauche divine y su tripulación. Actuó con un sexteto que, liderado a izquierda por Ricard Miralles (piano) y a derecha por Josep Mas Kitflus (teclados), vuela. Lo completan David Palau (guitarra), Vicente Climent (batería), Tomás Merlo (bajo) y Uxia Amargós (viola). Cada uno en una autonomía sincronizada, con espacio para el lucimiento y una delicadeza extrema a la hora de acompañar el liderazgo de Serrat.

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Mediterráneo transita en manos de todos ellos por la travesía intemporal de las joyas que sobreviven sin artificios, adecuadas al pálpito de la memoria y al salitre de la emoción. Lo cantó Serrat entero: las 10 joyas para comenzar, en delicado desorden con respecto al del disco. “No lo había hecho nunca así, quería darme el gusto”, dijo. Cumplió consigo y con el respetable. Nada más comenzar, tras el himno a su patria de agua, navegó su Barquito de papel. Casi a trío, entre él, Miralles y la viola de Uxia Amargós construyeron una obra de arte que daba cuenta de la calidad a disfrutar a lo largo de las dos horas y media que duró el concierto.

Gran gira a la vista

La primavera y el verano las pasará en España con una visita en mayo a la sala Olympia de París. La parada en Francia es obligada porque Serrat ha recordado que Mediterráneo llegó con las brisas y las mareas del 68 francés. El otoño y el invierno serán para América. Primero el cono sur y después México y Centroamérica. La gira debía comenzar obligadamente en la costa de su mar para hacer justicia a un disco que compuso en la costa brava y revolucionó su carrera. Lo convirtió en símbolo y sirvió para mostrar la frescura de los nuevos aires de libertad que vendrían acompañando sus canciones y las de toda una generación.

Fidelidad a las raíces

En contraste con la dulce oda a esa infancia añorada en azul, el escenario se disfrazó de oscura contundencia para rememorar el trágico poder de Pueblo blanco. El público aplaudía cada estrofa, afectados por su efecto atávico. Y Serrat lo entonó con la rabia debida antes de pasar a marcarse un vals con Tío Alberto y comenzar su recorrido romántico con La mujer que yo quiero y Lucía. Un rincón apartado para Aquellas pequeñas cosas y vuelta a Mediterráneo para cerrar la primera hora.

Pero en esta ocasión marca el rumbo la coherencia. Así que el mar no cesa. Pervive en el escenario con sus mitos y leyendas. Con el rico repertorio que el cantante le ha dedicado toda su carrera, pendiente de corsarios (Una de piratas) y cargado de razones y sombras para entonar su Plany al mar. “Aquel en que construía castillos de arena, hoy es un basurero y un sarcófago donde se agolpan los cuerpos de aquellos que huyen de sí mismos en busca de una vida mejor”, enfatizó. Pero también se da el gusto de echar mano de otros, aunque tremendamente fiel a sí mismo. Porque recurre con ello a sus raíces: la canción francesa con La mer y la copla con Tatuaje.

Guerrero y con espada, dio caña con Algo personal, recordó los Cantares de Machado y convocó a Miguel Hernández en Para la libertad y Menos tu vientre. Entonó el Romance de Curro el Palmo, nos llevó de Fiesta y despidió con la esperanza de que Hoy puede ser un gran día.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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