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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

¿Hacia dónde, Barbazul?

Magno concierto el que ofreció ayer, sábado, la Orquesta Nacional de España en el Auditorio Nacional

Avant la fin… vers ou?, Héctor Parra (estreno mundial). El castillo de Barbazul, opus 11, Béla Bártok. Orquesta Nacional de España. Elena Zhidkova, mezzosoprano; Bálint Szabó, bajo; Káldis Kiss András, narrador. Orquesta Nacional de España. Director David Afkham.
Auditorio Nacional de Música. 21 y 22 de abril.

Magno concierto el que ofreció ayer, sábado, la Orquesta Nacional de España. No es normal que un concierto de abono de nuestra ONE se abra en sábado, el día más apagado de las tandas de fin de semana habituales. Pero la sesión del viernes había sido suspendida por la huelga de personal del Inaem, cuya razón es sobradamente conocida. Y la apertura en sábado deslució, en efecto, un concierto de mucho voltaje.

Pese a todo, la escena del Auditorio representaba un punto álgido en la trayectoria de una ONE cuya maduración y esplendor parecen acentuarse a medida que parece que ya todo da igual en el ámbito cultural en nuestro país. Es una pena desaprovechar un momento tan dulce, al que no es ajena la magnética presencia del director titular David Afkham, cuyo idilio con la orquesta crece y crece.

El estreno de la obra Avant la fin… vers ou?, encargo al barcelonés Héctor Parra (1976) era importante. Obra intensa, de 35 minutos de duración y con el sello de una de las voces más valiosas de la composición europea de su generación. Parra se basa en el monodrama Te craindre en ton absence (Te temo en tu ausencia), de la dramaturga francesa Marie NDiaye, en la que basó su primer trabajo músico teatral. Pero, aparte de referencias literarias, la música adquiere autonomía completa y ofrece un mosaico sinfónico brillante. La orquesta para Parra es un campo de referencias saturado de historia e historias. Subyace, sin abrumar, un tematismo elegante, donde no se eluden picos impresionistas franceses (Parra reside actualmente en París) y mundos de referencialidad científica, tan amada por el compositor. Obra intensa, cargada de mundos que conviven y que nunca eluden que la orquesta respire y suene como lo que es: una máquina de referentes semántico musicales.

La segunda parte era la versión concierto de la ópera El castillo de Barbazul, de Bartók. Empieza a ser frecuente escuchar esta joya en versión concierto. Es una opción que permite paladear la insuperable riqueza musical y orquestal de la obra, y se disfruta. Pero tiene también algún defecto colateral. Por ejemplo: tapar las voces de los dos protagonistas desde una poderosa orquesta situada a medio metro de las voces graves de la pareja. Y Afkham aquí tiene el corazón partido, sabe que las voces deben sonar, pero es difícil resistirse a escuchar la maravilla orquestal de la partitura. Contra ello lucharon la excelente mezzo rusa Elena Zhidkova y el bajo rumano Bálint Szabó. También se pierde la posibilidad de seguir, ya sea con subtítulos, el magnífico texto de Béla Balász que, riquezas aparte, da razón de ser al gesto musical. Pero, en el haber, hay que saludar el magnífico festival musical que representa escuchar en primer plano la orquesta de Bartók y la cuidadísima disposición de luces del Auditorio que se convierte en un nuevo personaje.

En todo caso, éxito artístico sin paliativos que alcanza a la totalidad de fuerzas y artistas involucrados en el programa. Con conciertos así, ya solo reclamaría uno públicos más comprometidos y menos cansados de vivir. Estamos acariciando una edad de oro de nuestra ONE, cuidémosla.

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