Dinero de Apple para la masía que amaba Joan Miró
La compra de un cuadro para el yate de Laurene Powell ayudó a desbloquear la rehabilitación de la casa-museo en Mont-roig
El dinero del imperio Apple ha servido para desbloquear la conversión en museo del estudio de Joan Miró en Mont-roig del Camp (Tarragona). Algo más de 400.000 euros es la cantidad que de manera indirecta ha inyectado Laurene Powell, viuda de Steve Jobs, para remodelar la masía donde pasaba los veranos el artista. La rehabilitación de la finca era una ilusión de la familia Miró, pero el proyecto se demoraba por dificultades de financiación.
Joan Punyet Miró, nieto del pintor y responsable de su legado artístico, recuerda con una sombra de hilaridad la llamada telefónica en la que se le pedía mediación para la venta de un cuadro de Miró porque “alguien” quería decorar con esa pintura las paredes de su yate. El mismo barco, le detallaron, lucía ya obras de Matisse y de Calder. Joan Punyet indica que informó de la dificultad que entrañaba la petición, porque resulta ilusorio encontrar cuadros de Miró en oferta. Sin embargo, las gestiones del nieto del artista finalmente permitieron poner a la venta uno de los miró “americanos”, describe. Ese “alguien” resultó ser Laurence Powell, viuda del cofundador de Apple Steve Jobs y heredera de buena parte de su patrimonio, con una fortuna valorada en más de 15.000 millones de euros. Powell pagó 35 millones por un cuadro de la temática de mujeres y pájaros que Miró exploró en los años cuarenta. “Mi comisión por la operación fue de 400.000 euros y los doné a la Fundació Mas Miró de Mont-roig”, precisa Joan Punyet.
Detenido en el tiempo
El taller donde trabajaba Miró parece haberse detenido en el tiempo. El espacio es uno de los principales atractivos para el público y ahí se encuentran, aún, varias pinturas y herramientas que utilizaba el artista. “Está tal cual lo dejó la última vez que trabajó aquí, en 1976”, dicen en la fundación.
Situado en una caseta cercana a la vivienda, el taller lo encargó el artista al constructor Lluís Ylla, de Vic (Barcelona). Era un espacio para trabajar la escultura y Miró exigió mucha luz exterior y pocas distracciones: “Una celda de monja”, pidió. El estudio se terminó en 1948. A la muerte de Miró, su hija Maria Dolors heredó la casa de Mont-roig. Joan Punyet, el nieto, tanteó la venta de la finca en 2004 pero, finalmente, ha sido el principal impulsor de su recuperación y apertura al público.
El nieto del pintor es, de hecho, el principal mecenas de la remodelación de la casa donde veraneaba su abuelo, ya que con anterioridad aportó 750.000 euros para activar su rehabilitación. El Gobierno (200.000 euros) y la Generalitat (159.000) han colaborado en el proyecto.
La casa museo se inaugura hoy, coincidiendo con el 125º aniversario del nacimiento de Miró. El inmueble cierra el triángulo entre Barcelona, Mallorca y Mont-roig en el que discurrió la vida del artista y que dejó huella en sus pinturas y esculturas. “Toda mi obra está concebida en Mont-roig”, afirmó en su día Miró. Acudió de joven al oxígeno rural para recuperarse de una fiebre tifoidea. Sanó, pero no evitó dar un disgusto a la familia, ya que allí también maduró su vocación. “Decidió que quería ser pintor, lo peor que les podía decir sus padres”, evoca su descendiente.
A la casa que inmortalizó en La masía (1922), que ahora luce en la National Gallery de Washington, regresaba cada verano. “Como una religión”, recuerda su nieto. Allí descansaba y se refrescaba en la playa, “con el lápiz siempre en la mano, para no perder el impulso creativo”. Hasta que la construcción de la cercana autopista y el ruido del tráfico lo alejaron para siempre de Mont-roig, regresó cada año de su vida al pueblo. Solo el paréntesis del exilio francés lo privó del aroma de almendros, olivos y viñas que rodeaban la casa. La rehabilitación de la finca ha supuesto también la recuperación de los huertos. Esa esencia rural está presente en los trazos del artista hasta el punto de que, según la familia, el rastro de Mont-roig lo acompañaba incluso en sus viajes: “Se llevaba una algarroba en el bolsillo”.
Babelia
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