Cervantes, el videojuego
Si Thomas Mann leyó el ‘Quijote’ con 59 años, nosotros todavía estamos a tiempo de leer el ‘Persiles’, especialmente ahora que se publica una monumental edición crítica de la novela póstuma del escritor
Tal vez sea cierto que es más fácil ser cervantistas que cervantino, pero pasó el cuarto centenario del Quijote de 1605, el del Quijote de 1615, el de la muerte de su autor en 1616 y seguimos sin hacer caso a los que, de Astrana Marín a Francisco Rico, saben de qué va la cosa: Cervantes murió el 22 de abril y no el 23, fecha del entierro. Aunque el lunes que viene volveremos a repetir el error y a recordarlo subiendo al cielo de la mano de Shakespeare, la Tierra sigue produciendo noticias cervantescas que desbordan los aniversarios. Por ejemplo, la aparición en la Biblioteca Clásica de la RAE, dirigida por el propio Rico, de una monumental edición del Persiles, novela de la que se pueden decir cuatro cosas.
1. Es la mejor despedida del mundo. Cervantes firmó la dedicatoria del Persiles el miércoles 19 de abril de 1616 sabiendo que se moría. Esas palabras, dirigidas al Conde Lemos, su protector, y el prólogo que sigue entraron en la historia universal de las despedidas en cuanto el libro se publicó en enero de 1617. El éxito fue inmediato: cinco reimpresiones en el mismo año, dos traducciones al francés en 1618 y una al inglés al año siguiente. Con el tiempo, su estrella languideció.
2. Pero no es el Quijote. El Persiles está muy bien escrito pero no es el Quijote. Es una novela “de entretenimiento” que cuenta la peripecias de dos amantes que viajan a Roma desde países imaginarios del norte de Europa haciéndose pasar por hermanos. Para averiguar la razón del secreto atravesamos aventuras que mezclan la literatura fantástica, el realismo extremeño y un punto de moral cristiana que nos queda lejos. Más posmoderna que moderna, Cervantes la consideraba su mejor obra.
3. Contiene un guiño para portavozas. En la tercera de las cuatro partes que tiene el Persiles aparece un personaje llamado Pedro Cobeño cuya hija se llama Clementa Cobeña. ¿Cómo? Una oportuna nota al pie nos recuerda que “en el Siglo de Oro era habitual que las mujeres usaran el apellido con flexión de género, lo que explica la alternancia de Cobeña y Cobeño”. También en el Quijote se habla de Ricote y Ricota, Quijano y Quijana. El pasado es una mina de neologismos.
4. Nunca es tarde para leer a Cervantes. No hace falta esperar al quinto centenario. Ni siquiera si es usted longevo, optimista o millennial. Italo Calvino escribió que un clásico es ese libro del que siempre se dice que no lo estamos leyendo sino releyendo, pero no se acompleje: Thomas Mann no leyó el Quijote en condiciones –él dice “sistemáticamente”- hasta los 59 años. Llevaba un lustro con el Nobel en el bolsillo y pasaba por ser un heredero de Cervantes. Los que hayan cumplido con don Quijote y Sancho, Cipión y Berganza ya pueden zambullirse en Persiles y Sigismunda. Con su edición para la RAE, Laura Fernández, Ignacio García Aguilar, Carlos Romero Muñoz e Isabel Lozano-Renieblas, benditos sean, acaban de limpiar el agua de la piscina. Los que ni así se atrevan pueden esperar a que hagan la película. O el videojuego. Argumentos no faltan.
Babelia
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