Las frases y burradas del sargento de ‘La Chaqueta Metálica’
Su interpretación del sargento Hartman, un personaje profundamente misógino y racista, le dio a R. Lee Ermey, fallecido hoy, fama mundial
El mundo del cine amaneció este lunes con la noticia del fallecimiento de R. Lee Ermey, conocido por su papel del sargento de artillería Hartman en la película bélica de Stanley Kubrick La chaqueta metálica. El actor fue seleccionado por el cineasta americano para el papel por dos motivos. El primero, su propia experiencia como sargento instructor del Cuerpo de Marines, con el que sirvió en la Guerra de Vietnam. El segundo, su extraordinaria facilidad para expresarse con obscenidades.
Este hecho supuso que Ermey, que en principio había sido contratado por Kubrick para asesorar al actor elegido para interpretar al sargento Hartman, acabase quedándose con el papel. Tras su participación en La chaqueta metálica, que le valió una nominación para los Globos de Oro, contó con varios papeles en películas de la relevancia de Arde Mississipi, de Alan Parker, o Seven, de David Fincher. Sin embargo, ninguno logró eclipsar a su sargento Hartman, un personaje profundamente misógino y racista que lo catapultó a la fama. Aquí recopilamos algunas de esas frases:
–Soy el sargento de artillería Hartman, vuestro instructor jefe. A partir de ahora únicamente hablaréis cuando se os hable; y la primera y la última palabra que saldrá de vuestros sucios picos será “señor”. ¿Me entendéis bien, capullos?
–Si alguno de vosotros, nenas, sale de esta isla, si sobrevivís al entrenamiento, seréis como armas: ministros de la muerte, siempre en busca de la guerra. Pero hasta ese día sois una cagada, lo más bajo y despreciable de la Tierra; ni siquiera algo que se parezca a un ser humano.
– ¿Cuánto mide, recluta?
– 1’80, señor.
– ¡No sabía que una mierda podía ser tan alta!
– ¿De dónde eres, recluta?
– De Texas, señor.
–¿De Texas? En Texas solo hay vacas y maricones, y tú no te pareces a una vaca.
– ¡Diga su nombre, recluta!
– Lawrence, señor.
– ¿Lawrence? Ese nombre solo lo tienen los ricachones y los maricones. ¿Eres un niño rico, recluta?
– Señor, no, señor.
– ¿Te gusta chupar pollas?
– Recluta Patoso, te doy tres segundos, exactamente tres puñeteros segundos, para que borres esa estúpida sonrisa de tu cara, si no quieres que te saque los ojos y empiece a correrme en tu mollera.
– Recluta Patoso, voy a hacer de ti un hombre, aunque sea más difícil que encogérsela a los negros del Congo.
–¿Quién ha dicho eso? ¿Quién mierda dicho eso? ¿Dónde está ese comunista de mierda, la maricona soplapollas que acaba de firmar su sentencia de muerte?
–Una sola sacudida. Dos ya es una paja.
–Quiero que estos retretes estén tan limpios que hasta la misma Virgen María pudiera venir y descargar con la cabeza bien alta.
–Hoy dormiréis con vuestro fusil, y quiero que le pongáis un nombre de mujer, porque será el único coño que vais a ver.
–Me caes tan bien que te invito a mi casa para que te folles a mi hermana.
Babelia
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