Muere a los 74 años R. Lee Ermey, el sargento de ‘La chaqueta metálica’
Kubrick contrató al militar como asesor para su película pero le dio el papel cuando escuchó sus improperios y obscenidades
Cántese en voz alta, llevándose la mano al arma y luego a la entrepierna, a ser posible en calzoncillos: “This is my rifle, this is my gun! / this is for fighting, this is for fun!” (“Aquí mi fusil, aquí mi pistola / uno da tiros la otra consuela”, en la versión española, que, vaya, no rima).
Statement from R. Lee Ermey's long time manager, Bill Rogin:
— R. Lee Ermey (@RLeeErmey) April 15, 2018
It is with deep sadness that I regret to inform you all that R. Lee Ermey ("The Gunny") passed away this morning from complications of pneumonia. He will be greatly missed by all of us.
Semper Fi, Gunny. Godspeed. pic.twitter.com/vf4O78JKmb
La mejor forma de homenajear a R. Lee Ermey (Emporia, Kansas, 1944), que dio vida al implacable y obsceno instructor de marines sargento Hartman (!) de La chaqueta metálica (1987) de Kubrick y que nos ha dejado a los 74 años a causa de las complicaciones de una pulmonía y no de un balazo, probablemente sea desfilar con la escoba al hombro repitiendo una y otra vez el estribillo. Puede añadirse al gusto la estrofa “Ho Chi Minh is a son of bitch/ got the blue balls, crabs and the seven year itch” (“Ho Chi Minh es un hijo de puta / recibió las bolas azules [congestión de testículos], ladillas y siete años de picor”).
Ambas cancioncillas, con los reclutas en ropa interior desfilando detrás del sargento dentro del barracón la primera (una versión particular y escatológica del Credo del rifle de los marines) y marchando al aire libre la segunda, figuran entre los muchos momentos antológicos de la película, la primera parte de la cual relata la durísima instrucción en el campamento de Parris Island, en 1967, de una compañía de infantería que será enviada luego a luchar en la Guerra de Vietnam.
Cuenta la leyenda que Ermey, que era verdaderamente sargento de marines (pasó 11 años en el cuerpo), en principio, había sido contratado solo como asesor, pero cuando Kubrick lo vio dando órdenes y lanzando 15 minutos de improperios y obscenidades (“¡ni siquiera sois jodidos seres humanos, sois solo trozos de mierda anfibia!”) le dio el papel de Hartman. Incluso le dejó improvisar sus diatribas. Los que hayan hecho la mili y más si les tocó un destino de costalazos, tipo algunas unidades de la Brunete, no podrán evitar un irracional suspiro de alivio al saber del traspaso de Ermey, arquetipo donde los haya del severo sargento instructor con ribetes no ya despiadados, sino directamente sádicos. Se recordará especialmente la persecución de que hace objeto Hartman al recluta Pyle-Patoso (Vincent d’Onofrio), verdadero bullying caqui, y que culmina con la terrible escena en los retretes.
Kubrick mostró como no se ha hecho nunca la capacidad de deshumanización del ejército, requisito indispensable para convertir a un puñado de bisoños en una unidad de élite. Que ello, la dureza adamantina, sea lo que les permita después sobrevivir bajo el fuego enemigo en la ofensiva del Tet y la batalla de Hué y llevar a cabo su misión no es sino la consecuencia del perverso razonamiento de la guerra. “Cuanto más me odiéis, más aprenderéis”.
Si Kubrick, como ya hizo antes en Senderos de gloria, trazó en La chaqueta metálica un discurso eminentemente antibelicista, no parece probable que Ermey, orgulloso exsoldado y miembro de la polvorosa Asociación Nacional del Rifle, tuviera los mismos principios. Conocido como Gunny (Pistolita) por sus amigos, Ermey se enroló en el ejército después de que, como mandan los cánones, un juez le diera la alternativa al joven alborotador que tenía delante entre el uniforme verde o la celda. El luego actor encontró un hogar en los marines, estuvo destacado en los años sesenta y principios de los setenta en Japón y Vietnam, donde sirvió 14 meses antes de ser licenciado por una herida de cohete recibida en 1969 y que le dejó la espalda llena de metralla.
Su carrera en el cine incluye numerosas películas (se decía que ningún filme bélico estaba completo sin él) y algunos personajes destacados como el del racista alcalde Tilman de Arde Misisipi, donde articulaba al Ku Klux Klan, o el malvado sheriff Hoyt del remake de La masacre de Texas, que ya son papeles. En Apocalypse Now aparecía brevemente como piloto de helicóptero, además de asesorar a Coppola. Hizo de capitán de policía en Seven y trabajó en diversas series de televisión. Un detalle simpático es que puso voz a Sarge, el soldadito de plástico de Toy Story, moldeado y valga la palabra en el personaje de Hartman, aunque en el filme de Pixar no soltaba aquello de “ponedle al rifle nombre de chica porque es el único coño que tendréis aquí”).
Entre las despedidas que ha recibido Ermey, saludado como “un gran americano”, destacan (además de la de Donald Trump jr., que era su amigo) las de dos de sus antiguas víctimas cinematográficas, Matthew Modine (soldado Bufón), que en su cuenta de Twitter le recuerda con el lema de los Marines, Semper Fidelis, y unos versos de Dylan Thomas (probablemente a Hartman le hubieran parecido poco explícitos para desfilar), y ¡D’Onofrio!, que rememora “los maravillosos recuerdos de nuestro tiempo juntos”. El recluta Patoso, y muchos de los reclutas verdaderos que se le parecieron, no los hubiera encontrado, sin duda, tan maravillosos.
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