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Crítica | Cariño, yo soy tú
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Forzando juegos de roles

Una pareja de amantes ve intercambiada súbitamente sus identidades, sin que los tres guionistas hayan creído oportuno buscar ningún tipo de excusa argumental

Louise Bourgoin y Stéphane De Groodt, en el filme.
Louise Bourgoin y Stéphane De Groodt, en el filme.

CARIÑO, YO SOY TÚ

Dirección: Bruno Chiche.

Intérpretes: Louise Bourgoin, Stéphane De Groodt, Aure Atika, Anne Benoit.

Género: comedia. Francia, 2017.

Duración: 85 minutos.

En Dos veces yo (1984), Carl Reiner daba una vuelta de tuerca a un baqueteado tópico de la comedia –el trasvase de cuerpos, con forzada y sobrenatural reasignación de género de por medio- y encontraba en Steve Martin al instrumento perfecto no solo para sostenerlo, sino también para retorcerlo: el cómico ponía su talento para la sobreactuación al servicio de un delirante personaje, en cuyo interior convivían, a la vez, una identidad masculina y otra femenina (que, además, se llevaban francamente mal). En Cariño, yo soy tú, una pareja de amantes ve intercambiada súbitamente sus identidades, sin que los tres guionistas hayan creído oportuno buscar ningún tipo de excusa argumental –por insensata que fuera- para la pirueta: una comedia de high concept que se olvida del high concept para poner en marcha su enredo, fundamentado en el desplazamiento de gestualidades, como mero juego acotado entre los límites de su escueto metraje.

El principal problema de la película, junto a la rutinaria naturaleza de sus gags, es que resulta imposible ver a Louise Bourgoin en el lenguaje corporal de Stéphane De Groodt (y viceversa) y, constantemente, el espectador necesita ser alertado por las situaciones y los diálogos para recordar que ella es él y él es ella. En defensa de este sostenido tropiezo –que nada tiene que ver con la delicada poética de Your Name (2016), de Makoto Shinkai- solo puede decirse que, por lo menos, no pone su ocurrencia al servicio de ningún arco dramático de redención y crecimiento personal.

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