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Crónica
Texto informativo con interpretación

El imperio del toreo ‘low cost’

Roca Rey cortó una oreja y Ferrera dio una vuelta en una corrida mansa y noble de Victoriano del Río

Antonio Ferrera durante su primer toro en la Maestranza de Sevilla, en el festejo del Domingo de Resurrección.
Antonio Ferrera durante su primer toro en la Maestranza de Sevilla, en el festejo del Domingo de Resurrección. Paco Puentes
Antonio Lorca

La plaza de la Maestranza, una preciosidad, como cada primavera; el ambiente, de lujo, como cada Domingo de Resurrección; los sueños, por las nubes, y la afición (entiéndase público) fácil, fácil, como nunca: no es hambre de toros lo que se mastica, sino la constatación de que se ha perdido la inherente exigencia de la tauromaquia. Este es el imperio del toreo low cost, y así son las cosas…

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Hubo momentos de alta tensión, de toreo bueno, es verdad, pero todo no puede valer. No valen, por ejemplo, los toros que se lidiaron de Victoriano del Río, correctos, por no decir muy justos de trapío, escasos de fortaleza, parientes lejanos de animales bravos y dulzones y nobles, eso sí, al gusto de la torería andante.

El primero que inauguró la temporada fue devuelto a los corrales. No es lo que se dice un buen comienzo. Besó la arena en varias ocasiones y demostró sin pudor que lo suyo no era la pelea. Después, salieron otros, sosones unos y muy nobles y sin fiereza otros. Destacaron, según la nomenclatura moderna, los corridos en tercer y cuarto lugar, correspondientes de Roca Rey y Antonio Ferrera. El primero cortó una oreja y el segundo se debió conformar con una vuelta al ruedo tras fallar con el acero a la primera.

DEL RÍO / FERRERA, MANZANARES, ROCA

Cinco toros de Victoriano del Río, —el primero, devuelto—; el sobrero y el quinto de Toros de Cortés, correctos de presentación, mansos, blandos y nobles; destacaron tercero y cuarto.

Antonio Ferrera: estocada (ovación); —aviso—, media travesada y un descabello (petición y vuelta al ruedo).

José María Manzanares: pinchazo y casi entera (ovación); media estocada (silencio).

Roca Rey: estocada —aviso— (oreja); estocada, un descabello, —aviso— y el toro se echa (silencio).

Plaza de la Maestranza. Inauguración de la temporada. Domingo de Resurrección, 1 de abril. Lleno de "no hay billetes".

El joven peruano parece que viene a por todas esta temporada. Le sobran condiciones para ello; desborda valor, entrega, ilusión y capacidad para conectar con el público. Aprovechó las buenas condiciones de su primero, al que capoteó con donosura de salida, y esperó en el centro del ruedo, a pies juntos y por ajustados estatuarios en el inicio de la faena de muleta. Con pasmosa facilidad, dibujó varias tandas de derechazos muy jaleados y, después, un rosario de naturales templados y enjundiosos que hicieron sonar los compases de la banda de música. Aprovechó, en suma, la humillación del animal que le permitió ganar el entusiasmo de los tendidos. El toro tardó en morir tras un estoconazo y el premio se redujo a una oreja, más que merecida.

Se esperaba todo y más del sexto de la tarde, pero la muy irregular corrida de Victoriano del Río lo impidió. Roca Rey quiso darlo todo, pero su toro, acobardado en tablas, se negó a colaborar. Valor sin mácula ante un animal huidizo que impidió que el torero peruano corroborara una tarde de triunfo en Sevilla.

Y Ferrera, que no pudo más que justificarse ante el soso y desabrido primero, salió a por todas ante el cuarto, otro dechado de nobleza, ante el que dictó una lección de buen gusto, de temple e inspiración. Incomparable ese momento en el que la trompeta interpreta el solo del pasodoble Dávila Miura, de Abel Moreno Gómez, la plaza silente, y toro y torero, frente a frente, para dibujar una tanda de muletazos tan irregulares como henchidos de magia. Mejor, quizá, en los adornos que en el toreo fundamental, pero grande su torería, su inspiración, su forma de andar, sus maneras de pensar e interpretar en la cara del toro. Una media estocada fea y atravesada emborronó su obra.

Nada en el haber de Manzanares, poco agraciado con la suerte de un lote muy soso, impropio para el toreo que de él se espera. No pudo triunfar, pero se llevó un volteretón de miedo cuando pasaba con la derecha a su primero. Voló por los aires y salió milagrosamente indemne del accidente.

En fin, que se hizo de noche —las corridas en esta plaza siguen durando más que Lo que el viento se llevó, inconcebible, por ejemplo, la demora de los toreros en aparecer en la arena tras el anuncio de los clarines mientras la presidencia y el delegado de la autoridad miran para otro lado— y las ilusiones se marchitaron. Detalles, solo detalles, de buen toreo; toros para el desecho y las ilusiones por todo lo alto…

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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