Ferrer Lerín desactiva su rareza sin dejar de ser fascinantemente extraño
El escritor barcelonés, ex jugador de póker chiribito, adalid de los buitres y poeta, publica en Anagrama ‘Besos humanos’, una selección de sus textos narrativos
Besos humanos, la cuidada selección de textos narrativos de Francisco Ferrer Lerín (Barcelona, 1942) que publica Anagrama ha de servir para que un público amplio conozca a un escritor único, inclasificable, hasta ahora secreto, de culto, aureolado de una rareza legendaria. Así lo han expresado en Barcelona al presentar el libro su editora Sílvia Sesé y su “crítico-escolta”, como se definió él mismo, Ignacio Echevarría, que se ha encargado de seleccionar los escritos de Ferrer Lerín y firma un epílogo sobre el autor. Son medio centenar de textos de muy diferente extensión, desde las pocas frases e incluso líneas a las varias páginas, escogidos de cerca de medio siglo de producción y que se presentan sin más elemento en común que su carácter narrativo –no se incluye poesía- y ordenados no argumentalmente sino mediante un subjetivo sentido del ritmo, una "musicalidad".
En Besos humanos el lector puede encontrar desde divagaciones oníricas y micro relatos casi aforísticos hasta una prolija revisión de la historia de la Bête de Gévaudan -el célebre monstruo que aterrorizó al Bearne francés en el XVIII-, pasando por las aventuras del propio Ferrer Lerin cuando acarreaba carne de animales muertos del zoo para un muladar clandestino. También textos inclasificables o de difícil adscripción genérica e incluso herméticos, aunque siempre dotados de un poderoso atractivo estilístico y de lenguaje y caracterizados, según enumeró Echevarría, por una inminencia, una violencia sorda y un erotismo salvaje a veces teñido de escatológico. Elementos todos ellos “muy adictivos”.
En el libro figuran desde una revisión de la historia de la Bête de Gévaudan hasta las aventuras del propio Ferrer Lerin cuando acarreaba carne de animales muertos del zoo para un muladar clandestino
Sesé y Echevarría se esforzaron en asegurar que con el volumen se desactiva la rareza del autor, que, consideraron, le enjaulaba, y se le recupera para el acervo de la literatura española como merece. “No es un raro, es novedosos, impactante y con una potencia bestial”, recalcó Echevarría, que advirtió que la antología significa meter en el cuerpo muy convencional de la narrativa española “una bomba de piezas no convencionales que emiten una radiación perturbadora y ponen en crisis nuestra propio concepto de ese género”.
Ferrer Lerín se encargó de dinamitar toda la presentación que le habían hecho y que cuestionaba su rareza explicando cosas como lo del artefacto masturbador Vórtex (título de una de sus obras que después vio que estaba registrado como marca comercial), “que se conecta por lado a un electrodoméstico y por otro a las partes pudendas a fin de obtener placer mientras se hacen las tareas caseras”. Habó asimismo de sus extravagantes aventuras ornitológicas o sobre la mesa de juego como profesional de póker modalidad chiribito, de la vez que le ofrecieron un ayudante y resultó que ciego o del episodio de la muerte del catedrático que iba a dirigir su tesis, acuchillado a manos del bedel con quien tenía un affaire y que se bañaba prácticamente en Varon Dandy. Aseguró haber visto como la sangre fluía bajo la puerta del despacho del catedrático y ante las caras de estupor y escepticismo zanjó: “La verdad siempre supera a la ficción, me preguntan si es verdad porque no me conocen”.
También dijo que tenía encima de la televisión hasta que la tiró a un contenedor de basura una copa que le acreditaba haber quedado finalista en un concurso de rock & roll. A Ferrer Lerín, que nunca despertó sospechas en sus vecinos de la calle Aribau, como quien firma estas líneas, nada le parece suficientemente extraño, ni siquiera él mismo, que apareció en el panorama literario español ya armado, como Atenea saliendo de la cabeza de su padre, ya hecho como escritor y desde entonces no ha evolucionado porque no había ya necesidad, tan completo y redondo es su mundo y su estilo. “Escribir como lo hacía hace cincuenta años no me preocupa”, dijo, tras recordar que estuvo 33 años sin publicar y revelar varias interioridades editoriales como las veces que le rechazaron una obra Jorge Herralde y “mi amigo Pedro Gimferrer”.
. Apuntó que se ha acuñado un término para sus textos, “casos”, que son “prosa cerrada con gran carga onírica y humor”. Ante la pregunta de por qué querría vulgarizarse un escrito de culto meditó que en realidad está preocupado por dejar de ser secreto. Explicó que ha acabado un nuevo volumen de poesía que publicará Tusquets y que probablemente será el último, pues cree que ya no puede ofrecer más en el género. Reflexionó que "en España todo el mundo es poeta", aseguró que hay censados en el país "un millón doscientos sesenta mil poetas" y que en algunos lugares, como en Totana, Murcia, detalló, “la densidad llega los siete u ocho por metro cuadrado”.
Dijo que no juega ya al póker desde que un hijo le afeó haber dejado sin vacaciones a un amigo por desplumar a su abuelo en el casino de Jaca
Ferrer Lerín recordó que lleva años recluido en Jaca, que mantiene como “cabeza de puente”, desde que en 1968 fue allí de becario del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) como ornitólogo de campo para hacer la lista patrón de aves del Pirineo. Rememoró que el organismo estaba entonces en manos del Opus Dei y les hacían ir a la capilla “y las mujeres no se podían sentar en las reuniones y las limitaban a preparar el té”. Se enorgulleció de haber sido pionero en el campo del ambientalismo en España y haber trabajado decisivamente para la recuperación de los muladares. Habló de su deslumbramiento con las aves necrófagas (“¡no las llaméis pajarracos!”) que le llevó a dejar la herpetología por la ornitología y a convertirse en ferviente defensor del buitre leonado llegando a entrar en lo delictivo suministrando carne a muladares clandestinos. De su vida en el póker, en el que empezó para financiar los muladares, dijo que no juega ya desde que un hijo le afeó haber dejado sin vacaciones a un amigo por desplumar a su abuelo en el casino de Jaca.
En un largo pero apasionante monólogo que ni él mismo –como confesó- sabía qué sentido o dirección tenía (incluso explicó que luego iba a conocer a sus consuegros y que Pasqual Maragall le propuso una vez ocupar un cargo político y Jaume Matas la consejería de Medio Ambiente de Baleares), Ferrer Lerín habló de Barcelona, su ciudad pese a todo, a la que le encuentra la pega del turismo masivo. Y del terror, género al que se declara muy aficionado, tanto de la literatura como el cine. Aunque afirmó que su influencia más directa es el mundo de los sueños.
De los monstruos recordó que su padre era médico con interés por lo teratológico y coleccionaba muestras de malformaciones en botes de cristal. Su escritor de referencia es Borges, y en poesía Saint John Perse. No obstante, señaló que le interesa especialmente el "terreno preliminar" de la historia. "Prefiero leer una guía sobre los montes de Toledo que una novela sobre ellos. Me interesan las palabras cuando aún no son literatrura”. Sin pelos en la lengua, el escritor se quejó de la falta de educación del público en el cine, de la gente del campo que ve la naturaleza como enemiga y es "ruin", de la cetrería,” anacrónica y no sostenible”, y hasta criticó el procés desde su indiscutible, recalcó, condición de catalán con familia de la seva. Afirmó que si tuviera que votar lo haría por Ciutadans. Preguntado sobre la crueldad de sus textos respondió que "de crueldad nada, la naturaleza es cruel, claro, pero yo no me recreo en ello. Soy buena persona y creo en el ser humano, individualmente, aunque hay demasiados”.
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