Jonathan Wilson: la ola de un maremoto emocional
El nuevo álbum del músico recibe una calificación de 9 sobre 10
Jonathan Wilson es uno de esos productores codiciados por artistas que quieren dotar a sus obras de un sonido vivo, enriquecedor pero no necesariamente suntuoso. Si un álbum lleva la firma de Wilson, la música resultante se beneficia de una porosidad que no tiene nada que ver con la sencillez. Father John Misty, Roy Harper o Karen Elson han recurrido a él por eso y para lograr eso. Por otra parte, Wilson es también compositor, un creador de melodías clásicas cuyas canciones se caracterizan por detalles inesperados, arreglos aventurados que nunca distraen la atención de lo principal. Sus canciones son piezas de artesanía sonora que, ensambladas en sus discos, recuperan la esencia original del álbum de rock. De sus cuatro obras en solitario, ninguna de las tres últimas está por debajo de los 78 minutos. Y Rare Birds es el que mejor destila las ambiciones musicales de este autor que, en la hoja promocional del disco declara: “Quiero que mi música le llegue a la gente como la ola de un maremoto emocional”.
Artista: Jonathan Wilson
Disco: Rare Birds
Sello: Bella Union / Pias
Calificación: 9 sobre 10
Cansado de que –con razón- se asocie su música con el sonido de Laurel Canyon, paraíso de la música californiana de los años setenta, Wilson ha optado por incorporar nuevos sonidos. Como Father John Misty, sigue siendo un hippie de espíritu, pero su amor por la psicodelia se manifiesta esta vez como una puerta abierta a otras posibilidades, tal como la usaron los Beatles o Love en 1967. Ambos grupos tienen su reflejo en dos de las canciones de este disco –Miriam Montague y Rare Birds, respectivamente- aunque no son más que otras dos posibilidades en una obra de una extraordinaria riqueza musical. Su triunfo creativo no reside solamente en la cantidad de influencias diferentes reunidas aquí, está también en el modo en que se distribuyen, en cómo van apareciendo. Ninguna canción es únicamente lo que parece que va a ser cuando se escuchan los primeros compases. Es así desde el primer instante, desde Trafalgar Square, cuando revela su amor por los Pink Floyd más envolventes y se hace evidente por qué Roger Waters lo reclutó para la banda de su gira actual.
Cuando Wilson insiste en que su registro musical excede al de la California soleada y feliz, no miente. Educado en el jazz, se da el gusto de romper el final de Me, una balada casi convencional con un enardecido solo de trompeta que arrastra la canción hacia el clímax. Podría parecer que hablamos de una colección de experimentos para iniciados, pero Rare Birds no es eso. Las canciones se encargan de que no lo sea. Como Over The Midnight, que bebe del suave manual de Talk Talk, y hace de sus ocho minutos un placentero trance. Como There’s A Light, que absorbe la química musical que emanaban The Traveling Wilburys, y como la majestuosa Sunset Boulevard. Los arreglos espolvorean magia sobre cada canción, propiciando una simbiosis perfecta entre composición, interpretación y producción. Y sí, el resultado arrastra como la ola de un maremoto emocional.
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