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crítica | UNA FAMILIA FELIZ
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La Marca Safier

La película intenta suplir con empaque de producción la mediocridad de las formas

Fotograma de la película 'Una familia feliz'.
Fotograma de la película 'Una familia feliz'.

El alemán David Safier es uno de esos escritores que parecen haber llegado a la pragmática conclusión de que, a día de hoy, resulta más rentable pensar en términos de marca y posicionamiento en el mercado que entregarse a la consistencia y perdurabilidad de una voz literaria. Desde su debut en 2007 con Maldito Karma, ha proporcionado a sus lectores, con metódica regularidad, una serie de novelas de humor sujetas a una misma fórmula: una premisa chocante capaz de activar un relato que, entre chascarrillos de observación costumbrista y abundantes referencias a iconos de actualidad, avanza en dirección a un desenlace aliviador no ajeno a los discursos dominantes en la cultura del crecimiento personal. Es irrelevante que el protagonismo recaiga sobre una presentadora de televisión reencarnada en hormiga, o una consciencia escondida entre una mujer contemporánea y William Shakespeare, o una vaca con ganas de alcanzar lo sagrado viajando a la India… porque el patrón siempre se impone sobre la singularidad de cada punto de partida.

UNA FAMILIA FELIZ

Dirección: Holger Tappe.

Animación

Género: comedia.

Gran Bretaña, 2017

Duración: 96 minutos.

En Una familia feliz, sus antihéroes eran una familia disfuncional e instalada en la rutina, cuyos miembros mutaban, por intercesión de arbitrario hechizo, en los monstruos del panteón clásico de la Universal. En su adaptación animada, Holger Tappe, con la colaboración en el guion del propio Safier, elimina algunos de esos rasgos que emparentaban la novela a la obra de un monologuista ingenioso –aquí no se menta a Stephenie Meyer-, lo acerca todo más a una aventura con villano –Drácula- que a una sátira a través de una lente deformante y no necesita tocar el convencional canto a la unidad familiar que ya estaba ahí. La animación confía más en la espectacularidad de los espacios que en la expresividad de los personajes, e intenta suplir con empaque de producción la mediocridad de las formas.

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