Marisol Dorao o la interpretación generosa de la investigación literaria
La filolóloga descubrió dos magníficas novelas inéditas de Elena Fortún, 'Celia en la revolución' y 'Oculto sendero', y escribió la biografía de la creadora de Celia
Ha llegado el triste momento de decir adiós a una mujer admirable. Los que nos hemos emocionado, los que hemos reído y llorado con los personajes que supo crear Elena Fortún, nunca podremos agradecer lo suficiente la tenaz y efectiva labor de investigación de Marisol Dorao (Madrid, 1930-2017), profesora de Filología Inglesa en la Universidad de Cádiz, que el 29 de diciembre nos dejó después de habernos descubierto dos magníficas novelas inéditas de Elena Fortún: Celia en la revolución y Oculto sendero. Y es que la niña que encontró en su balcón, encima de sus zapatos, el libro Celia lo que dice un lejano día de Reyes y que, ya antes, leía en Gente Menuda las aventuras de Roenueces, Lita y Lito, la Página de la Madrina y los demás cuentos de Elena Fortún, nunca pudo olvidar esos personajes. Y cuando se hizo adulta y se dio cuenta de lo genial de esas creaciones, comenzó a sentirse intrigada por aquella escritora de la que solo conocía el nombre (más tarde se enteró de que ni siquiera era el suyo) y no dudó en acometer la tarea de recomponer, todavía con muy pocos elementos a su alcance, la difícil vida de una mujer, rota, como la de tantas otras de su tiempo, por la crueldad de la guerra y el exilio.
Pero vayamos por partes. Su afición lectora le llevó por el camino de la literatura infantil, tanto en inglés como en castellano. Fue maestra de Primera enseñanza, se licenció en Filología Moderna, consiguió el doctorado y fue profesora de la Universidad de Cádiz hasta su jubilación. A su profesionalidad le debemos primero el habernos descubierto en la década de los ochenta la original, divertida y ahora tan celebrada, autora victoriana E. Nesbit. Primero a la comunidad académica con sus novedosos y sugestivos ensayos publicados en varias revistas y con su tesis Pensamiento y personalidad de E. Nesbit a través de sus cuentos maravillosos (1986) y después a todos los niños españoles con su ejemplar traducción de los más originales cuentos de E. Nesbit que tituló Historias de dragones (1990).
Uno de los ensayos más interesantes que escribió en aquella década tenía este sugestivo título: E. Nesbit y Elena Fortún: ¿escritoras paralelas?. Porque Dorao supo ver que a las dos escritoras las guiaba el mismo principio: la irrupción de la fantasía en un mundo doméstico poblado de niños, los indiscutibles protagonistas de sus obras, que tenían todas las de perder si no se sometían a las reglas de los mayores. Pero, reflexionaba Marisol Dorao, "mientras sobre E. Nesbit hay mucho escrito, sobre Elena Fortún todavía no hay una biografía en España". Y con una energía estimulada por la curiosidad que solo sienten las personas creativas, comienza la búsqueda de datos sobre la autora en los archivos del ABC y sobre todo en la editorial Aguilar, donde oye por primera vez hablar del manuscrito Celia en la revolución y averigua que la viuda del hijo de Elena Fortún vive todavía y reside en Nueva York. Marisol, que había intuido que esa novela era el eslabón perdido que daba sentido a los últimos libros de la saga de Celia, viaja a visitarla y regresa con un gran bolso de viaje repleto de papeles de la autora. Ya en Cádiz, abre una carpeta que contiene las cuartillas amarillas, escritas a lápiz que parecían guardar todavía el tacto de la mano que las escribió, donde Elena Fortún narra a través de los ojos limpios de Celia, con fluidez y fuerza de expresión, su versión de los tristes días de nuestra guerra civil.
Mientras sigue con sus indagaciones, trabaja duramente en la transcripción del texto. Desea hacer llegar a los seguidores de Celia o quizás a un público más amplio, un valioso testimonio escrito por otra mujer. Labor sorda y silenciosa, sobre la que se suele pasar por alto y que no se valora de modo suficiente, aunque se tenga que reconocer que el panorama de nuestra literatura está hoy más completo gracias al esfuerzo de investigadores y estudiosos de la literatura española por recuperar de autores olvidados y el relanzar obras valiosas. La editorial Aguilar publica la novela y Marisol, rodeada de otros especialistas, la presenta con gran éxito en el escenario que el acto merecía, la Biblioteca Nacional.
Ya por entonces, el proyecto de Marisol de escribir la biografía de Elena Fortún recibe el apoyo de otros admiradores de la creadora de Celia: Carmen Martín Gaite, José Luis Borau, Carmen Bravo Villasante… Esta última, que acaba de recibir una carta de una amiga bonaerense de Elena Fortún, le proporciona sus señas y la anima a viajar a Argentina. Así lo hace y de manos de sus amigas recibe dos nuevos manuscritos, que conserva en su archivo y que anuncia en su biografía: "dos novelas (en las que se observaban ciertos rasgos de lesbianismo"». Allí permanecen hasta la reciente publicación de uno de ellos, la desgarrada autobiografía novelada de Elena Fortún, Oculto sendero (Renacimiento, 2016).
Pero esa es otra historia. Mientras tanto, un nuevo acontecimiento revestía de éxito las pesquisas de Marisol: la localización casual –si es que se puede llamar casual un suceso propiciado por su incansable tenacidad– de la familia Díez-Hernández que, en Santa Cruz de Tenerife, le entrega las numerosas cartas que Elena Fortún había dirigido a su amiga Mercedes Hernández desde 1916 hasta 1952, así como otros documentos de menor trascendencia, pero igualmente indispensables para reconstruir su biografía. Y en 1999, Marisol Dorao, publica la única biografía de Elena Fortún. En su título, Los mil sueños de Elena Fortún, juega con el origen de su pseudónimo (el verdadero nombre de la creadora de Celia era Encarnación Aragoneses), un personaje de una novela escrita por su marido. Nada realmente nuevo acerca de la biografía de Elena Fortún se ha dicho desde entonces. Es cierto que todavía se localizan nuevos artículos, cartas, datos menores. Pero la clave de esos hallazgos siempre resulta intermediada por la mano generosa de Marisol Dorao –o de sus hijos, tan amigables y espléndidos como su madre–. Y concluye la presentación de su biografía, agradeciéndole a Dios que seguramente quiso premiar su tesón al propiciarle una recuperación tan exitosa de documentos: "…Para que yo los hiciera conocer, porque Elena Fortún se lo merece".
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.