Cómo “posverdad”, “hacker” y “chicano” llegaron al diccionario
La edición digital aligera el camino que transcurre una palabra para ser aceptada
El viaje de las palabras con destino al Diccionario de la Lengua Española ha sido hasta ahora largo. Pero a partir de 2017 se acelera el trayecto. La decisión de la Real Academia Española (RAE) de revisar y ampliar su edición digital de manera anual lo facilita. Del carromato que supone la versión impresa –puede demorarse más de una década entre una y otra- pasan a viajar en avión, aunque con distinta escalas.
Los 3.345 términos, enmiendas y acepciones que se presentaron esta semana abren una nueva era. La velocidad de aceptación aumenta. Pero el itinerario es muy parecido. Desde que una palabra se detecta hasta que entra con todas las bendiciones en el Diccionario afronta todo un proceso pertinente y complejo. Con sus prevenciones y sus efectos.
Las palabras tienen ojeadores. También vigilantes y hasta doctores que certifican su defunción. Un término, lo mismo que una acepción, una puesta al día de significado o una corrección, puede partir de varias fuentes. Primero los propios académicos, que están obligados a conectar el radar. También las 23 academias de la lengua, agrupadas en la asociación ASALE y distribuidas por el mundo hispano con sedes en América pero también en Guinea y Filipinas. Luego se aceptan propuestas por parte de instituciones y particulares. Las redes sociales también alimentan el Diccionario.
¿Otras fuentes? “La calle, los medios de comunicación, obras literarias”, afirma Darío Villanueva, director de la RAE. “Después pasa al Instituto de Lexicografía, que elabora una propuesta de definición y un informe. Este pasa a la comisión delegada del asunto y luego sale a que se debata en las distintas academias. Entre todos ellos acuerdan una definición final y después, si supera esos filtros, acaba aceptada”.
La fase más peliaguda es la de las descripciones. “De las propuestas iniciales a la definitiva se pueden alterar todo bastante”, asegura Villanueva. Fue el caso este año de posverdad. Incluso protagonizó un pleno al que acudieron los reyes, en el que prestaron mucha atención a lo que allí se discutía.
Las iniciativas en las propuestas vienen de todos los ámbitos. Los periodistas Juan Luis Cebrián y Luis María Anson batallaron por la inclusión de este término. Chicano llegó de la Academia Norteamericana y hacker, por la imposición de Internet. Las alteraciones que ha sufrido trávelin o la novedad de precuela han sido sugeridas por Manuel Gutiérrez Aragón, cineasta y escritor...
La fase en el Instituto de Lexicografía también es crucial. Elena Zamora, responsable del mismo, hace hincapié en las fuentes: “Aparte de los propios miembros de la institución y las academias, son importantes para nosotros el Corpus del Español y el departamento de la Unidad Interactiva del Diccionario (Unidrae)”.
El primero se ha puesto al día en 2016 con 225 millones de formas procedentes de todo el mundo. “Los sistemas detectan si al introducir un término está recogido o no. Si es nuevo, elaboramos una propuesta”. La tecnología ha acelerado los procesos sin límites. Zamora los confirma con una experiencia de 31 años en la casa: “Antes elaborábamos los diccionarios a mano y a pie. Trasladándonos de un sitio a otro en busca de ficheros y manoseándolos. Ahora lo hacemos todo sentados. Salimos perdiendo en cuestión de salud, pero ganamos en rapidez”.
La tecnología no es lo único que ha ayudado a transformar la RAE. El giro panhispánico ha revolucionado los métodos. Se implantó en época de Víctor García de la Concha y otorga la misma autoridad, bajo el signo de lo transversal, a todas las academias. Esta estrategia ha enriquecido la potencia del idioma con múltiples formas.
La incorporación de más mujeres ha agudizado la sensibilidad hacia problemas de género, por otra parte. Darío Villanueva otorga mucha importancia a ese equilibrio. Su equipo próximo lo forman Aurora Egido, recién elegida el pasado jueves secretaria, Carme Riera e Inés Fernández-Ordoñez, vocales, aparte de Paz Battaner, filóloga y lexicógrafa, como nueva responsable del Diccionario.
Esta última ve clara dicha sensibilización. “Es posible. No hay que olvidar que uno de los mejores diccionarios de español que existen, el María Moliner, lleva nombre de mujer y se nota en las definiciones más cálidas, detalladas”, asegura. “También los movimientos sociales y el propio contexto ha abierto las miras de los académicos. No somos ajenos al mundo en que vivimos”, cree Ignacio Bosque, ponente de la Gramática.
Entre las posibilidades de nuevos términos cabe la invención. Pero no siempre llega afinada. En la última hornada se han topado con un caso que llegaba de una asociación de padres de hijos enfermos de cáncer. “Nos propusieron una palabra creada por ellos: huérfilo. Se trata de un concepto interesante, pero artificial. La definición, para ellos, apela al que pierde algo que ama. Pero les tuvimos que responder que el sufijo filo tiene que ver con amistad, no amor. Además, huérfano, funciona en doble sentido. Vale para el hijo que pierde al padre y al revés. También existe otra: deshijado, aunque no muy común”.
No todo lo propuesto, por tanto, funciona. Ni para aumentar ni para prescindir, porque tan numerosas son las peticiones de inclusión como las de exclusión. La velocidad tiene ventajas pero entraña riesgos. El de las palabras globo, tal y como las define Villanueva, es uno: “Son esos términos que se elevan muy rápidamente y acaban pinchándose, caso de pagafantas. Debemos tener cuidado con eso”, comenta. “Llevar tiento”, agrega Battaner. La clave para que las que lo merecen sean aceptadas, según el director, está en la intensidad de su uso y la dispersión por diferentes zonas geográficas del español. “Esos son los criterios básicos para no precipitarse”.
Última parada: el ‘Diccionario Histórico’
A José Antonio Pascual, director del Nuevo Diccionario Histórico, no le gusta que se confunda su base como un cementerio de palabras. Pero, entre otras cosas, se convierte en la última parada para las que caen en desuso. El Histórico es una de las obras interrumpidas y ahora de nuevo retomadas más enjundiosas de la RAE. Se ha vuelto a poner en marcha, en parte, gracias a una inyección de fondos de Inditex que se suman a los que la Fundación Obra Social La Caixa ha renovado para el Diccionario digital.
Intenta elaborar una biografía de cada término y su evolución en el tiempo. Hasta que desaparecen del Diccionario de la Lengua Española, caso de inceptor. "Se refiere al que comienza algo. Yo nunca la había oído ni usado. Acabamos de retirarla y la pasamos al Histórico", anuncia Darío Villanueva. "En el futuro habrá que ser más cuidadosos y desechar más", opina Paz Battaner. "Para eso, existe un trasvase constante entre ambas obras", afirma Pascual. Y aquellas palabras que salen, de alguna manera, tenemos que atenderlas".
En este sentido, añade el responsable del Histórico, el lenguaje, como las personas, actúa con doble moral: "Una sirve para su uso común y social y otra para el científico. Pero en nuestro cometido tenemos un problema añadido. Si difícilmente conocemos la realidad actual, imagínate la del pasado".
Babelia
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