La fotocopia arrugada del lugar que uno amó
Méndez Guédez consigue en ‘La ola detenida’ combinar aromas ricos que no se molestan, sino que entre todos alimentan
Venezuela está tan presente en la política española que a ratos pareciera que Maduro y los opositores vivieran en el salón de nuestra casa con tanta familiaridad como pasean por la boca de nuestros políticos. Curiosa arma arrojadiza. Y si nos quedamos solo con ella, con las acusaciones entre PP y Podemos, no sabremos nada en realidad.
Hay un camino distinto para volar a Caracas, para acercarse a la violencia enmarañada, a la nostalgia de barrios que fueron hermosos y a tiempos que fueron tranquilos y es la nueva novela de Juan Carlos Méndez Guédez. La ola detenida, publicada por HarperCollins, guarda aromas ricos y distintos que combinan bien, sin molestarse los unos a los otros: la añoranza de una Caracas de infancia activa y vital, cuando sobrevivir no era cuestión de sortear navajazos; la atmósfera opresiva de un control estatal delegado en colectivos delictivos, criminales, acostumbrados a ametrallar hasta a los muertos en el ataúd; el universo de espías camuflados con mejor o peor éxito, incluidos los del CNI; la sombra de los paramilitares impunes; la vaciedad de las tiendas y bares como espejo de la Venezuela de hoy y metáfora de la pobreza humana que gobierna el país; la naturalidad de unos rituales semibrujos que otorgan poderes a quienes quieran sentirlos.
Los aromas, digo, no se molestan porque Méndez Guédez, un gran escritor nacido en Venezuela en 1967, aún sin descubrir para la mayoría, ha hilado fino la trama y la forma, dibujando con suavidad el personaje de su protagonista y salpicando el libro de sentimientos escondidos en grado suficiente para que no griten desde las páginas, sino que te acompañen armoniosamente en la travesía.
Ella, esa protagonista llamada Magdalena, es el mayor hallazgo del libro además de la propia Venezuela de hoy. Detective venezolana afincada en España, algo bruja, debe volver a su país para hallar el paradero de una española descarriada. Es humana, completa, arriesgada, amante fecunda con alergia a los compromisos y si en algo es irreal es en sus recursos a citas literarias o musicales. Que son bienvenidos Paganini o Roland Barthes, no me mal interpreten, pero te hacen consciente de que te están acercando al interesante Méndez Guédez de verdad más que a la bruja Magdalena.
Pero eso es un apunte menor y muy perdonable en un libro sólido y nutritivo, de los que te suman sabiduría y te dibujan en la boca sonrisas tristes ante los generales venezolanos con cuerpo "de aceituna rellena" o los soldados armados con ametralladoras ante la cola de la farmacia donde no hay ni compresas. Desabastecimiento, engaño, helicópteros amenazantes sobre Caracas, dictadura ya mal camuflada y una realidad ciudadana donde es más fácil encontrar una 9 mm que un paquete de café.
"Era imposible volver a la ciudad que uno quiso. Las ciudades se iban con uno. Regresar era encontrar una fotocopia arrugada del lugar que una vez se amó".
Habla la protagonista, pero habla en realidad un Méndez Guédez algo nómada, un melting point literario, afincado ya en España que de vez en cuando retorna a Venezuela en busca de su fotocopia arrugada. La que ha conseguido esta vez, sin embargo, está transformada en foto excelentemente planchada y además entretenida y en una de esas novelas que te ayudan a entender el mundo. Digna razón para seguirle descubriendo en sus anteriores colecciones de cuentos publicadas por Páginas de Espuma y novelas como El baile de Madame Kalalú o Los maletines, en Siruela.
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Autor: Juan Carlos Mendez Guedez.
Editorial: Harpercollins (2017).
Formato: eBook y tapa blanda (320 páginas).
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