El político que no lo fue
Los colaboradores y amigos de Ramírez ven sus años de vicepresidente como una “década perdida”
La altura de Sergio Ramírez Mercado es mucho más que física. Y aunque las comparaciones son odiosas, la suya lo ubica al lado de gigantes como Julio Cortázar y Rubén Darío. Mide más de seis pies pero su estatura moral se eleva varios centímetros más.
Nadie duda que ese hombre de andar y hablar pausado, casi andino, pero alto, altísimo, y muy centroamericano, fue un militante comprometido y protagonista del ahora desprestigiado Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN, siglas que han dejado un mal sabor para muchos) hasta que, a fines del siglo pasado, se retiró de la política para dedicarse de lleno a la literatura.
En Nicaragua, su Nicaragüita, muchos recuerdan los años (no fueron pocos) que acompañó a Daniel Ortega Saavedra como vicepresidente. Antes y después del triunfo de la Revolución Sandinista (19 de julio de 1979), formó parte de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, presidió el Consejo Nacional de Educación y en 1981, fundó la Editorial Nueva Nicaragua.
Antes, fue opositor a la dictadura de Anastasio Somoza Debayle y también líder del Grupo de los Doce, integrado por intelectuales, empresarios, sacerdotes y políticos que apoyaban el entonces osado Frente Sandinista de Liberación Nacional.
En 1984, fue elegido a la vicepresidencia de Nicaragua como compañero de fórmula de Daniel Ortega. Por años, fue su consejero. Ramírez era quien el entonces primus inter pares de los nueve comandantes sandinistas que gobernaban Nicaragua escuchaba antes que a nadie. Muchos aseguran que de hecho, el Daniel Ortega de entonces fue hecho a modo por Sergio Ramírez.
Pero hoy por hoy solo algunos pocos recordamos cuando bailaba al lado del ahora dictador nicaragüense en la campaña fallida de 1990. Eran siempre Daniel, el Gallo Ennavajado, y el Doctor Ramírez, una pareja dispareja que hasta ese fatídico año había logrado mantenerse en el poder en una Nicaragua asediada por la guerra de la contra financiada por la CIA.
Aunque su participación en la Revolución Sandinista no ha pasado inadvertida, Sergio Ramírez Mercado, el más fiel consejero de Ortega hasta 1990, no es —ni fue— un político. Hoy, con más de 20 libros, cuentos y novelas en su haber, asegura que nunca se ha sentido un “animal político”. Es más, prefiere no ser asociado con la política. Sus más cercanos colaboradores y amigos aseguran que sus años como vicepresidente fueron una “década perdida” para un hombre que nació para ser escritor y fue un político de paso.
Aquel militante comprometido y protagonista del sandinismo sobrevivió a los avatares y desprestigio que ahora carga el sandinismo porque hizo lo que su destino le tenía preparado: se retiró de la política para dedicarse de lleno a la literatura, su verdadera vocación.
De ello da cuenta de manera somera, sin recurrir a documentos ni archivos, en el ensayo biográfico Adiós muchachos (Alfaguara, 1999). Pero ese libro breve, inspirado únicamente en sus recuerdos de la revolución, no son sus memorias políticas. “No pretendía aburrir a nadie con todos los detalles minuciosos de mis memorias. No quería que fuera visto como el libro de un disidente, me repugna esa palabra”, me dijo en una entrevista.
En 2014 se publicó Juan de Juanes (Alfaguara), su biografía literaria. Sabe que le hace falta la política. Pero, insiste, preferiría escribir un cuento como lo haría un narrador sobre su participación en la Revolución Sandinista o contársela a otra persona.
“Es cierto que yo tengo mucho que contar. Si alguien un día se sentara conmigo micrófono en mano con una grabadora y yo comenzara a responderle preguntas sería más fácil para mí que sentarme a escribirlo todo. La verdad no sé si interesa tanto hoy en día…”.
Más que la verdad histórica, de hecho, al autor le preocupa la realidad que refleja la literatura, y la que crea el novelista, que a veces termina siendo la verdad que todos prefieren creer.
“Ahora hemos regresado al concepto cervantino de novela. Novela es todo”, alega. Los pilares de su trabajo como escritor siempre han sido “diluir la historia real dentro de la ficción y crear una realidad paralela, que termina siendo la verdad. Es la gran arrogancia del escritor y al mismo tiempo, el gran triunfo del novelista”, confiesa.
Recuerdo cuando, en una ocasión a mediados de los años ochenta, en una entrevista con Jaime Wheelock, entonces uno de los nueve comandantes de la Dirección Nacional del FSLN —otrora militante convertido en exitoso empresario—, me dijo: “Si querés anécdotas, cosas humanas e historias interesantes, el único que te puede ayudar es Sergio Ramírez. Él es el intelectual del Frente”.
En 1996 Ramírez perdió las elecciones como candidato a la presidencia de Nicaragua y allí cerró su amorío con la política para siempre.
A partir de entonces, su perfil como político se ha desdibujado bajo el peso de las historias que nos ha contado sobre el poder, sin duda su gran tema, la muerte, aunque también gusta de temas bíblicos y de detectives. En realidad, su obra literaria está impregnada de realidades latinoamericanas innegables.
Con su fiel compañera Tulita a su lado siempre, tiene una disciplina férrea y una pluma fina que le ha permitido destacar en el panorama literario de este nuestro siglo XXI desde que en 1998 ganó el Primer Premio Alfaguara y hace tres años, el Primer Premio Carlos Fuentes.
“Detesto escribir para ganar premios. Pero cuando uno los recibe, hay que disfrutarlos”. Y eso hará sin duda el Doctor Ramírez cuando reciba el Premio Cervantes el próximo 23 de abril en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares.
Así, el autor de Sara se convierte en el primer escritor centroamericano en ser reconocido con ese prestigioso galardón de literatura. Salió invictus de la mendacidad, de la política, para seguir su camino por las luces y sombras de la novela cervantina.
María Lourdes Pallais es periodista y escritora peruanonicaragüense naturalizada mexicana, cubrió Nicaragua en los años ochenta y noventa para diversos medios.
Babelia
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