Isabelle Huppert: doctora Jekyll y señora Hyde
Serge Bozon recurre al clásico literario para criticar el sistema educativo de su país en una comedia en el Festival de Cine Europeo de Sevilla
Isabelle Huppert siempre luce frágil en pantalla, pero casi nunca débil. En 45 años de filmografía, a la musa de hierro del cine europeo le ha dado tiempo a ser la Emma Bovary de Claude Chabrol y una de las hermanas Brontë para André Techiné. Ahora, encarna en Madame Hyde el contrapunto actual y femenino de otro mito de la literatura universal, a las órdenes del desafiante cineasta Serge Bozon. La señora Géquil, una menuda profesora de ciencias con problemas de autoridad, protagoniza la extraña comedia del francés, que se proyecta estos días en el Festival de Cine Europeo de Sevilla.
El director y actor es experto en retorcer los lugares comunes del cine hasta hacer de ellos algo inédito. De hecho, confiesa con sonrisa maligna haber disfrutado esta vez descolocando al espectador con una Huppert demasiado dulce y pusilánime. “Tenía que jugar con la idea que todo el mundo tiene de ella, generando la duda de si, al llegar la esperada transformación en la película, termina surgiendo la Huppert de siempre”, admitía el pasado verano en Locarno (Suiza), donde presentó la cinta.
No pasan muchos de minutos de metraje hasta que el personaje principal se convierte en una mujer eléctrica. Ocurre en el sentido más literal (que no literario) del término. Trasteando en su laboratorio, la profesora recibe una descarga que cambia su actitud de vida y surge en ella una especie de Wonder Woman en llamas. A esta metamorfosis accidental, más propia de los relatos de superhéroes que de la novela original, el director le aplica las formas realistas y pausadas del cine galo y un toque de las películas de instituto de los años ochenta. La mezcla de estilos es parte del sello Bozon, un cineasta que destacó hace una década narrando la participación de su país en la Primera Guerra Mundial a ritmo de musical en La France. “No es que me levante por las mañanas diciendo: ‘¿Qué género cinematográfico puedo echar a perder hoy?’, pero necesito darle un giro a mis historias. De lo contrario, debería rendirme a la evidencia de que ya está todo contado”, defiende.
Como era de esperar, poco queda del original de Robert Louis Stevenson en su Madame Hyde, salvo alguna que otra reflexión aislada —¿somos fruto de nuestra naturaleza o de nuestro entorno?—. Además de intercambiar el género del personaje principal, el director sustituye la alta sociedad médica británica de la época victoriana que ambientaba el libro por un instituto actual situado en un barrio de inmigrantes de Lyon. Entonces aparece otra de sus constantes cinematográficas: el humor como instrumento para dar alguna que otra coz a las instituciones de su país.
Bozon, con experiencia en la docencia, aprovecha la cinta para criticar el sistema educativo francés. Impartió durante un par de años clases de Filosofía en un centro de secundaria parisino donde, al igual que le ocurre a la protagonista de su película, los alumnos no le hacían ni caso. “Hubo de todo: insultos, faltas de respeto, agresiones físicas…”, recuerda con gesto apesadumbrado. Mientras soñaba con pasarse al cine, comenzó a enseñar Lógica Matemática en la universidad. Las cosas mejoraron, pero terminó abandonando tras un par de cursos, convencido de que lograr que los alumnos piensen por sí mismos es un objetivo que ha desaparecido de los planes de estudios.
El sistema educativo fue precisamente uno de los grandes retos planteados en las recientes elecciones del país, al que ahora se enfrenta el Gobierno de Macron. En los últimos años, Francia debate de nuevo sobre si los alumnos de primaria deben o no repetir curso y juega con la idea de hacer desaparecer los deberes. “También se están planteando cambiar el concepto de bachillerato. No creo que Macron sea el líder indicado para reformar la enseñanza, porque solo piensa en ella en términos económicos”, opina Bozon.
A pesar de su gran personalidad como cineasta, el francés asegura transformarse completamente cuando ejerce de actor. Hace poco se le pudo ver en la Bella Durmiente de Ado Arrieta. “Trabajo a menudo, pero siempre en papeles secundarios y en producciones independientes. En ese caso, no me atrevo a sugerir al director que cambie ni una coma. Como actor, soy un esclavo”, asegura, mientas la sonrisa de Hyde regresa a su rostro.
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