Los chicos del parque viven a su manera
La banda madrileña Sidecars publica su disco más conceptual, 'Cuestión de gravedad'
El día que murió Tom Petty se hicieron con una botella de tequila, se sentaron con el mar de fondo y ninguno se movió del sitio hasta que se la acabaron. Mientras sonaba el disco Full Moon Fever, un brindis por cada trago: “Esto es por Tom”. Los tres estaban de vacaciones en la playa poco antes de la publicación del álbum en el que habían estado trabajando en los últimos meses, Cuestión de gravedad, y fue una forma como otra cualquiera de rendir homenaje a uno de sus héroes musicales. Ahora, los tres, Juancho (voz y guitarra), Dr. Gerbass (bajo) y Ruly (batería), más conocidos como Sidecars, están sentados en uno de los bancos del gran parque que queda junto a El Capricho, el precioso enclave verde de Alameda de Osuna. Mientras lían unos cigarros, cuentan cómo de importante para ellos fue Petty, cuya estela planeaba en discos como Sidecars, Cremalleras y Fuego cruzado y también planea por este nuevo trabajo en composiciones como Tu mejor pesadilla, Microinfarto o Canciones prohibidas.
“A Tom Petty le hemos escuchado hasta la saciedad. Incluso hemos tomado de él maneras para enfocar canciones”, dice Juancho, quien explica que siempre han sido de "músicos cancioneros” como Petty o Jeff Tweedy de Wilco. Ese estilo, en el que las canciones priman sobre el conjunto del disco, se percibe en Cuestión de gravedad, tal vez la mejor obra del grupo hasta la fecha y que brilla elegante con retazos sonoros diversos que, bajo la producción de nuevo del británico Nigel Walker –“uno más de la familia”-, dan aire a las canciones en su particular universo. Desde medios tiempos estilo Los Rodríguez como Amasijo de huesos hasta pildorazos de rock afilado como Polvorosa. “Ha sido muy bonito cómo crecen las canciones desde una sola acústica”, comenta Ruly. “Remamos en la dirección de querer tener un sonido propio”, apunta Juancho. A lo que añade Dr. Gesbass: “La música es un lenguaje y nosotros hemos llegado a un lenguaje común que cada vez es más evidente”. Un lenguaje, el de Sidecars, que se comunica por primera vez con el acento de pedal-steel, célebre guitarra del country que se toca en horizontal y con cuña metálica, en composiciones como Cuando caigas en shock y El camino fácil. “Hay que tener cuidado porque el pedal-steel suena tan bonito que lo meterías todo el rato. Da demasiada personalidad. Si lo metíamos demasiado, corríamos el peligro de que el disco se fuera demasiado a ese sitio”, explica Juancho, que, compositor de las canciones, toma la palabra para explicar el álbum “más conceptual” del grupo. “Viví una historia potente de amor y desamor y, cuando estábamos juntos, nos dimos cuenta que, básicamente, el grueso de las canciones que salieron de ahí eran una historia y podrían ser el disco”, dice. “Las 13 canciones te cuentan una historia que pasan por todas las fases por las que pasamos todos en el amor: idealización, enganche, odio y soledad”.
Es mediodía y Sidecars están en su barrio. Fue en Alameda de Osuna donde hace una década dio comienzo esta aventura en forma de banda. Se conocieron en el patio del instituto. Hablaban de los Rolling Stones y de aquellos discos que escuchaban los chicos mayores. Todos mintieron al decir que sabían tocar un instrumento con el fin de animarse a montar un grupo. “Ninguno tocábamos de verdad”, sostiene entre risas Juancho. Pronto empezaron hacer pellas para ensayar juntos. “Todo lo que no fuera tocar con mis colegas pasó a un quinto plano”, recuerda Juancho. “Tuvimos la suerte de que la generación por encima, la de nuestros hermanos mayores, tenían grupos. Nos decían cómo se hacía: qué instrumentos tener, dónde tocar, cómo coger una furgoneta y tirar para adelante…”, apunta Dr. Gerbass, quien cuenta que ya entonces había “una cañada real de músicos” en el barrio, conocido en su día, con algo de sorna entre los que poblaban bares y salas de ensayo, como “el Seattle madrileño”. De allí salieron Buenas Noches Rose, Le Punk o Pereza, el grupo que formó Leiva, el hermano mayor de Juancho. “En este barrio es más fácil coger una guitarra que un balón”, sentencia Ruly.
Sidecars serían exponentes perfectos de lo que se podría llamar el sonido Alameda, que sería una prolongación de la tradición del pop-rock de romanticismo urbano de Tequila, Los Rodríguez o Los Secretos, actualizada bajo sutiles toques de grupos estadounidenses del último cuarto de siglo como The Black Crowes o Wilco. “Ni éramos mainstream ni éramos indies. Ahora tenemos el espectro abierto. Estamos en festivales y radios. Pero nosotros nos consideramos una banda de rock and roll. Pero, sobre todo, somos una banda de canciones”, comenta Juancho. “El rock and roll es un territorio por encima de una etiqueta. El rock and roll es Chuck Berry, pero también los Zigarros”, añade Dr. Gerbass. “Hay que partir de una base de que para nosotros los Beatles son rock and roll como también lo son AC/DC”, remata Juancho.
Hace ya tiempo que los cigarros, encendidos en el parque y bien cargados, se han consumido y el grupo tiene que marcharse a firmar los discos que saldrán con destino a los primeros fans que los reservaron antes de la publicación. Los tres recuerdan cuando por estas calles de Alameda de Osuna, que todavía transitan con el mismo espíritu adolescente, hicieron “la mili del rock”. “Tocábamos por beber gratis”, rememora Dr. Gerbass. Ahora, una década después, no sabrían hacer otra cosa que no fuera exprimir cada día su mundo de música, donde, por ejemplo, la historia de un corazón ilusionado y luego roto se puede contar en canciones. “Es una manera de vivir”, sentencia Juancho. Tom Petty bien lo sabía.
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