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El salvaje capitalista Caín frente al alternativo y feliz Abel

El argentino Mauricio Kartun inaugura el Festival de Otoño a Primavera con 'Terrenal. Pequeño misterio ácrata', una relectura del mito bíblico

Rocío García
Mauricio Kartun, en el Teatro de la Abadía, de Madrid.
Mauricio Kartun, en el Teatro de la Abadía, de Madrid.ÁLVARO GARCÍA

El teatro del argentino Mauricio Kartun es una obsesiva búsqueda de la alquimia, la renovación de sangre, la mezcla. Así es también su última obra, Terrenal. Pequeño misterio ácrata que inaugura el jueves el Festival de Otoño a Primavera en el Teatro de la Abadía, de Madrid, en cuatro únicas funciones. Terrenal. Pequeño misterio ácrata, uno de los fenómenos de la escena independiente de Buenos Aires, cuatro temporadas seguidas con los teatros llenos y la crítica a sus pies, se ha convertido en una obra de culto en Argentina. Interpretada por Claudio Da Passano, Claudio Martínez Bel y Rafael Bruza, Terrenal es una humorística e irónica relectura del mito de Caín y Abel, con el personaje de Dios en escena. El salvaje y capitalista Caín frente a su alternativo y más feliz hermano. “Es un hijo bastardo con todas las virtudes que tiene la bastardía”, asegura en Madrid Kartun, uno de los grandes maestros dramaturgos en su país y autor de más de 30 montajes, sobre su obra.

Es Terrenal un espectáculo en verso, entre bíblico y suburbano, cercano al teatro de variedades y alejado de la solemnidad que comporta el acercamiento a los mitos de la Biblia. “El mito es un acto inteligente atrapado en el relato. Lo interesante del mito es justamente esa capacidad de reproducirse a través de los siglos. Si un mito vive es que sigue cumpliendo una función. Esto pasa con Caín y Abel, cuyo mito es de una vigencia absoluta”, asegura el director. “El origen de este relato no es otra cosa que el enfrentamiento entre dos arquetipos, el nómada y el sedentario. El nómada, cuya filosofía se centra en el hecho de no acumular, frente al sedentario, aquel que se instala y comienza a producir de cara al futuro para terminar atrapado en el propio mecanismo de la acumulación. La palabra Caín en hebreo antiguo significa posesión y la de Abel significa nada. Esa dialéctica entre la posesión y la nada nos viene acompañando desde hace siglos. Lo perturbador es que a través de cada nuevo sistema social encuentra una nueva representación. Hoy, sería el capitalismo frente a pensamientos alternativos”, añade Kartun.

Sobre el triunfo de Terrenal –“la palabra éxito me llena demasiado la boca, yo prefiero decir que es una obra que ha andado bien”-, Kartun dice que a la hora de crear la búsqueda del éxito suele ser el camino infalible del fracaso o la mediocridad, porque lleva a repetir fórmulas, a hacer algo que ya alguien hizo. “La paradoja del trabajo del artista es que ese éxito, cuando viene, suele ser el resultado de un proceso azaroso. Todos mis materiales de los últimos quince años han estado como mínimo dos temporada en cartel, por lo tanto yo podría decir que he encontrado la manera de sostenerme, pero en realidad no sé cómo se hace, ni siquiera como se busca”.

A sus 71 años, Kartun sigue fiel al teatro popular, al humor en ocasiones vulgar y grueso, alejado de la solemnidad -“al teatro se le ha intentado dar un valor de transcendencia que siempre opera en contra. En el teatro de variedades aparece algo más gozoso y no por eso menos ideológico-, aquel que conoció de niño junto a sus padres y tíos. Todos los sábados, el ritual familiar les llevaba en un viaje de una hora para asistir a una representación en Buenos Aires. “Si ganaba mi madre, asturiana, católica y divertida, terminábamos en un teatro de variedades y comedias en la calle Corrientes. Si era mi padre, judío, el que elegía íbamos al teatro de revista. A veces ganaban mis tíos, que eran rabiosamente comunistas, y entonces acabábamos en un teatro independiente y comprometido. Yo soy la mezcla de todo ello”, explica divertido Kartun, que se confiesa feliz en el mundo del teatro independiente, en la convivencia con los actores, en la presencia del espectador como energía viva. “Yo vivo de mis clases como maestro y de algunas cátedras, porque el teatro independiente no es el proveedor natural de grandes riquezas, pero es el lugar más franco y alegre con el que uno se puede topar, el plan al que uno iría un domingo de placer. Además no tiene las cargas del teatro comercial que deforman el proceso creador”.

Maestro indiscutible en Argentina de dramaturgos, Kartun machaca en sus clases con una frase, que una de sus alumnas la inmortalizó el año pasado en un pin: “Uno es el poeta que puede y no el que quiere”. “Todo mi trabajo como maestro está en tratar de que el alumno se sumerja en las profundidades de su propis piscina y encuentre algo allí. Nunca hay que buscar fuera”.

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