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Crítica | Canción de Nueva York
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Visiones de Johanna (vía Dylan)

El filme de Marc Webb aborda un fascinante triángulo amoroso que enfrenta dos terrenos tan contradictorios como la bohemia y la intelectualidad

Javier Ocaña
Kate Beckinsale y Callum Turner, en la película.
Kate Beckinsale y Callum Turner, en la película.

CANCIÓN DE NUEVA YORK

Dirección: Marc Webb.

Intérpretes: Callum Turner, Jeff Bridges, Kate Beckinsale, Pierce Brosnan, Cynthia Nixon.

Género: drama. EE UU, 2017.

Duración: 88 minutos.

"¿No es propio de la noche confundirte cuando tratas de evitarlo?", canta Bob Dylan en la primera estrofa de Visions of Johanna, tema del año 1966, incluido en Blonde on Blonde, que se revive y homenajea en la trama de Canción de Nueva York, película de Marc Webb sobre los errores del amor y el asedio del pasado. Una obra dotada de un espíritu genuinamente neoyorquino ―en lo musical, en lo literario, en lo empresarial, en lo artístico, en lo sexual―, que sin embargo decae en un tramo final un tanto folletinesco e innecesario.

Con un guion de Allan Loeb de innegable atractivo, pero que a veces deambula, sin llegar a caerse, por el cliché de la ciudad, a medio camino entre una película de Woody Allen y una novela de Paul Auster, Canción de Nueva York aborda un fascinante triángulo amoroso que enfrenta dos terrenos tan contradictorios como la bohemia y la intelectualidad. El "joven extraviado" de la canción de Dylan es, como muchos a su edad, un aspirante a romántico que, entretanto, nunca puede dejar de mirar de frente el peligro. Y en esa indecisión algunos espectadores, los más listos de la clase, podrán verse reflejados. No solo por la duda razonable, sino sobre todo porque viene acompañada del retrato de dos universitarios que, sin alharacas cultas, hablan, se desenvuelven y gozan de expectativas y aspiraciones muy por encima de la media del cine contemporáneo. Y ahí su director, Marc Webb, autor de (500) días juntos, seguro que tiene mucho que ver.

De la frescura de los dos chicos, interpretados por Callum Turner, una especie de joven Richard Gere con aires eruditos, y Kiersey Clemons, que tienen gustos y razonamientos inteligentes, y que sin embargo la acaban cagando ―esta vez, como todos a su edad―, viene lo mejor de una película de toques contextuales, como esa pelea bajo la lluvia, sostenida también en la relación tutorial sobre la vida, el amor y la literatura entre el joven Turner y el precioso personaje derribado de Jeff Bridges.

Que el giro final, y su secreto, abaraten un tanto su trascendencia, en pos de lo melodramático, no es óbice para que sus virtudes sigan resaltando en un relato de actitudes equívocas donde todos los roles acaban encontrando sus razones. Y, de fondo, una especialísima banda sonora donde brillan Lou Reed, Herbie Hancock y Simon & Garfunkel. Y, por supuesto, Dylan: "Mientras mi conciencia estalla, las armónicas tocan las llaves maestras y la lluvia".

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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