El sector teme que Barcelona deje de ser la capital editorial del español
Los profesionales del libro muestran su preocupación en la Feria de Fráncfort, la cita más importante de la industria, por los efectos de una posible independencia de Cataluña
No hay conversación en la que esté presente un editor, agente literario o autores españoles en la 69ª edición de la Feria del Libro de Fráncfort en la que la primera frase con su homólogo internacional no sea una pregunta sobre cómo va el enfrentamiento entre Cataluña y España por el proceso independentista. E, inmediatamente, por lo general la estupefacción de interlocutor foráneo porque, opiniones políticas al margen, el sector internacional teme que Barcelona deje de ser la capital mundial de la edición en lengua castellana.
En un guiño tragicómico, la elegante caseta que por tercer año presentan conjuntamente la Generalitat y el Ayuntamiento de la capital catalana reza en letras negras y azules: “Cataluña, tierra de libros; Barcelona, ciudad de literatura”, a escasos metros del Grupo Planeta, séptimo de la lista mundial, que el pasado lunes ratificó su trasladado de sede social y fiscal de Barcelona a Madrid. A apenas un par de metros, frente a frente a este, se halla Penguin Random House Grupo Editorial, de Bertelsmann (cuarto del mundo), que hace 48 horas vino a decir que haría lo propio de hacerse efectiva la independencia de Cataluña. Los dos grandes grupos que pugnan por la hegemonía del mercado en español… desde la capital catalana.
España se perfila para repetir como Invitada de Honor en 2021
La tensión política entre Cataluña y España retrasará una de las grandes iniciativas en las que la Federación de Gremios de Editores de España que preside el catalán Daniel Fernández lleva trabajando desde hace al menos dos años: que España sea la Invitada de Honor de la Feria de Fráncfort en 2021. Las opciones, muy altas, podían haberse consumado ya si el ministro de Cultura español hubiera podido asistir al encuentro con sus homólogos europeos que tendrá lugar hoy en la feria auspiciada por su minista francesa Françoise Nissen, en el marco de las actividades de Francia como país homenajeado.
Las opciones de ser ese año el foco de la gran feria internacional del sector --tras Georgia (2018), Noruega (2019) y Canadá (2020)-- son muy altas puesto que se cumplirían exactamente 30 años desde que España debutara en este foro en esa categoría, con un recordado pabellón del diseñador Alfredo Arribas que emulaba una plaza de toros con su controvertido albero correspondiente. La España, con un pie en la tradición y otro ya en la modernidad, consolidada su democracia, volvía al ruedo de la edición internacional. Tres décadas después (y a los 14 años de que la cultura catalana fuera también invitada de honor), España ratificaría su consagración en el panorama literario internacional y, paradójicamente, su liderazgo editorial en América Latina. La decisión podría hacerse ahora pública a mediados de noviembre y, de confirmarse, se querría reforzada con la presencia del Rey con una visita de Estado a Alemania, un realce como el que anteayer escenificaron la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés Emmanuel Macron, la fuerza de la nueva Europa tras el Brexit.
“El libro es muy sensible a los vaivenes políticos, no puede afectarle esa inestabilidad. Lo hizo en España en 1936 y tras la muerte de Franco o en Argentina en 1975 con la dictadura militar: empezaron y acabaron etapas de la historia de la edición. Es evidente que si Cataluña se independiza se produce un desbarajuste de redes de distribución y de todo tipo de convenios, fiscales, postales, arancelarios… Desde Barcelona hoy se cubre todo el ámbito hispano, pero si un autor de renombre como Paul Auster se edita en Barcelona pero no tiene garantizada su difusión a todo ese ámbito es evidente que lo hará en otro sitio”, apunta Gustavo Guerrero, desde hace 20 años editor para el área española y latinoamericana del sello francés Gallimard.
“Estoy tocada emocionalmente porque toda mi vida como editora he trabajado para tender puentes entre las distintas culturas de España y la alemana. Aquí estamos vacunados contra el nacionalismo. Si en estos tiempos globales los alemanes ya pintamos poco, cuanto más pequeño menos pintarás. La apuesta en estos tiempos globales es Europa”, asegura emocionada Michi Strausfeld, mítica editora que trabajó en las reputadas Suhrkamp (33 años) y Fisher (los siete últimos), gran amiga de los no menos míticos editores Carlos Barral y Josep Maria Castellet, con quienes compartió iniciativas. “Los últimos años Josep Maria ya vio con escepticismo el proceso nacionalista”, asegura quien desde 1968 tiene piso en Barcelona y hoy se siente “triste, preocupada y furiosa; sí, seguiré yendo, pero Barcelona perderá peso cultural”.
“En general, la clase política en España tiene hoy el nivel cultural más bajo que le recuerdo en décadas; y eso facilita el populismo, de lo que en Italia ya tenemos experiencia con la Liga Norte y el Venetto”, contextualiza el editor Riccardo Cavallero, hoy fundador de la pequeña Società Editrice Milanese, pero consejero delegado de Random House Mondadori entre 2001 y 2010 en Barcelona. “Las multinacionales no tienen ideología: van donde menos problemas tienen y donde más ventajas van a tener y ahora la situación catalana genera incertezas, desde jurídicas a económicas, por no hablar de la imagen de manifestaciones, cargas policiales...”.
La situación, según Cavallero, solo empeorará desde la vertiente editorial para Barcelona porque “a la marcha de la sede social y fiscal de las empresas del sector le seguirá, después, la laboral: oficinas y trabajadores más cerca de los lugares de decisión”. De igual opinión es Javier Celaya, uno de los gurús del libro en España desde su consultora Dosdoce: “A la larga, un gran grupo hace las inversiones donde se codea”. Y habla de la ruptura de la especialización del mercado entre un Madrid más sede hasta hoy de grupos editoriales educativos y una Barcelona más centrada en ediciones generalistas. “Es evidente que, por facturación, la bicapitalidad se decantará hacia Madrid”, apuntan desde la Federación de Gremios de Editores de España.
“Quiero entender que Barcelona tiene la voluntad de mantener esa posición de liderazgo en castellano; ¿o ya no?”, se pregunta Gunilla Sondell, 15 años llevando las letras románicas al gran sello de referencia de Suecia, Norstedts. En su opinión, ni a Barcelona la salvaría el gran clúster que ha creado la edición, que genera más de 4.600 empleos en la capital catalana. Un responsable de una consultora estadounidense cree, sin embargo, que la marcha de grandes grupos de Barcelona “también les debilitaría un poco porque de ellas se desgajarían trabajadores y nuevos sellos, o sea, competidores”.
“Habrá una pérdida añadida de know how; además, en los últimos años han surgido ya editoriales literarias y agentes interesantes en Madrid… Sorprende que quien acogió a Vargas Llosa o a Gabo malbarate eso”, sentencia. Esa pérdida intelectual vendría reforzada por, coinciden Cavallero y Guerrero, “la posible marginación del español, que aún haría más difícil mantener esa hegemonía editorial”, apunta este último. “La capitalidad editorial es también literaria y este proceso drenaría esos autores hacia Madrid, especialmente sudamericanos, como ya está ocurriendo desde hace unos años”.
“Lo primero que te preguntan los autores de América Latina no es por el dinero sino por el menosprecio o no a la lengua; y luego viene lo económico”, admite un agente literario que pide anonimato. Ese sector es el más inquieto: “La supuesta independencia de Cataluña te deja en un limbo fiscal que te lleva a chocar con la legalidad española o europea, a las dificultades de movimientos de cuentas corrientes y de capitales que en principio son de los autores”, comenta Pau Centellas, presidente de la Asociación de Agencias Literarias, que reúne a casi la mitad del sector español. “Para nosotros es fundamental trabajar con los acuerdos internacionales que rigen en España y la UE y el más vital es el convenio para evitar la doble imposición, por el cual un creador no paga impuestos en dos países a la vez; si un país europeo compra los derechos de un escritor sudamericano se le retiene un 5% del IRPF; en los países sin eso la retención es de un 25%”, ejemplifica Guillermo Schavelzon, que creó en 1998 su agencia en Argentina y que en 2002 trasladó a Barcelona. “Pontas lleva autores de 26 países distintos desde Barcelona y no nos moveremos: estaremos quizá un año y medio de transición, pero habría fórmulas para salvarlo”, opina más optimista Anna Soler-Pont. Sin embargo, Centellas, admite que varias agencias importantes barcelonesas habrían estudiado ya opciones para trasladar su sede fiscal y social a Madrid y Zaragoza.
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