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Mueren el artista peruano Fernando de Szyszlo y su esposa en un accidente doméstico

El pintor de 92 años, amigo de Breton, aunó la vanguardia cosmopolita y las culturas prehispánicas

Fernando de Szyszlo, en su taller el pasado enero.
Fernando de Szyszlo, en su taller el pasado enero.Miguel Mejía

Consiguió vivir de espaldas a la vejez. La muerte solo lo pudo atrapar a traición en un peldaño, en el corazón de su casa, de la mano de la mujer que amaba, que también se fue con él, en Lima, este lunes 9 de octubre. El limeño Fernando de Szyszlo tenía 92 años, pintaba diariamente desde los 19, seguía teniendo al menos dos exposiciones de obra nueva cada año —en 1989 llegó a hacer doce muestras en diferentes países— , conducía —una temeridad— su potente automóvil con la insistencia y soltura de un adolescente, saltaba de indignación ante lo que considerara atropellos de la política y escribía a menudo encendidos artículos periodísticos, se movía con el impulso de un cuerpo que no reconoce enemigos en el tiempo ni en la salud, tenía una memoria prodigiosa. Así se fue, entero.

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Fernando de Szyszlo está considerado uno de los artistas latinoamericanos más importantes del siglo XX. El primer pintor abstracto en Perú, amigo de intelectuales de renombre desde la adolescencia, fue cómplice de primer orden en la llegada de la modernidad a su país, a través de la arquitectura y las artes. Junto a su primera esposa, la exquisita poeta Blanca Varela, frecuentó en los años 40 la llamada peña Pancho Fierro, a la que asistían escritores de la talla de José María Arguedas y E. A. Westphalen, lugar de paso obligado en Lima para visitantes del exilio español como León Felipe, Pedro Salinas, Margarita Xirgu, María Casares o Rafael Alberti.

En 1949 parten a la meca del arte: París. Ahí conocen a Octavio Paz, fundamental para los primeros pasos en el desarrollo de la obra de ambos, y amigo íntimo de ellos hasta su muerte. Y en ese París de posguerra y efervescencia artística, con un exiguo presupuesto mensual de 90 dólares para ambos —30 para cigarrillos—, pinta y se nutre de visitas a los museos de Europa, van haciendo amigos entre otros jóvenes intelectuales y artistas latinoamericanos como Carlos Fuentes y Julio Cortázar, Wifredo Lam y Roberto Matta. Conocen a André Breton, Hans Hartung y Varela hace amistad con Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir.

De vuelta a Perú, en 1951, Szyszlo presenta en Lima una exposición de pintura abstracta que causa gran polémica. Vuelve a Europa hasta 1955 y decide regresar definitivamente a su país. Para entonces ya está definiéndose su estilo pictórico, fuertemente influido en sus inicios por la obra del mexicano Rufino Tamayo, una conjunción de la abstracción y ciertos rasgos de las culturas autóctonas de América, de poderoso colorido. La modernidad entretejida con la herencia plástica precolombina. El influyente crítico de arte cubano José Gómez Sicre lo invita a trabajar en Washington, en la división de artes visuales. Durante esos dos años expone en México con gran éxito y ahí empieza a despegar su carrera internacional.

Se van sucediendo las exposiciones en distintos países y con ellas la repercusión de su obra se agiganta. Tiene ya dos hijos, Vicente y Lorenzo, vuelve definitivamente a residir en Lima. Conoce al joven Mario Vargas Llosa, que se convierte en su gran amigo. Junto a él formará parte del movimiento político Libertad, que lanzará al escritor a la candidatura a la presidencia del Perú en 1990. Mientras tanto su actividad tanto en la plástica como en la vida política es imparable. Crítico sin miedo contra las dictaduras, desde la del general Velasco hasta la de Fujimori, se atiene a las consecuencias. No actúan abiertamente contra él. Es un pintor cotizado, un intelectual comprometido.

Lector voraz desde la niñez, debido a sus afecciones de asma, incorpora el sentimiento poético en sus obras. Y es quizá esa emoción la que lo guía en sus series pinturas como la serie Apu Inca Atawallpaman (1963), inspirada en el poema quechua colonial del mismo título, traducido por Arguedas, o la serie El innombrable, inspirada en el poema en prosa de Samuel Beckett, en 1980. En 1988, divorciado ya de Varela, se casa con Lila Yábar, con quien formó una pareja inseparable, como tristemente sabemos hoy, hasta en la muerte. En lo personal, el fallecimiento en accidente aéreo de su hijo Lorenzo, en 1996, fue un acontecimiento que lo marcó negra y profundamente.

“Soy pintor. Esas dos simples palabras han dado sentido a mi existencia”, es como inicia el testimonio de su intensa existencia en su libro de memorias, La vida sin dueño (Alfaguara, Perú, 2016; Taurus, España, 2017). Para Szyszlo cada cuadro era a la vez una ilusión y un fracaso, una carrera en pos de la obra de arte perfecta, siempre inalcanzable. Con Szyszlo se va una fuerza, un inconformista, un artista íntegro. 

Entre lo antiguo y lo moderno

Jacqueline Fowks

"Con él muere una época de grandes intelectuales y artistas peruanos que reunían integridad, mucha cultura y compromiso con establecer puentes entre el mundo y las raíces culturales peruanas", comentó a EL PAÍS Flavio Pantigoso, un destacado publicista peruano cuyas campañas se distinguen por incluir referentes de la identidad y las artes de su país, principalmente de la música y la literatura. "Se va no solo uno de los más grandes pintores de América, que supo establecer un pacto extraordinario entre lo antiguo y lo moderno y que tendió puentes entre la abstracción europea y el arte prehispánico, sino un intelectual comprometido con su tiempo; una conciencia ética y estética que nos iluminaba con su profesión de libertad y con su lealtad al amor, a la verdad y a una vocación que supo mantener viva hasta el final, en la búsqueda nunca resuelta del cuadro perfecto", agregó Pantigoso.

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