Los últimos días siempre llueve
No hay lugar para la complacencia en el cine de Fernando Franco
MORIR
Dirección: Fernando Franco.
Intérpretes: Marian Álvarez, Andrés Gertrúdix, Iñigo Aramburu, Francesco Carril.
Género: drama. España, 2017.
Duración: 104 minutos.
No hay lugar para la complacencia en el cine de Fernando Franco. Si en La herida, su ópera prima, planteaba con soberbio rigor formal y narrativo la existencia dual de una mujer bipolar, en Morir, su segunda película, reflexiona sobre la agria posibilidad, particularmente terrible y plausible, de que a la hora de la enfermedad y el fin nos convirtamos en peores personas de lo que fuimos en vida.
Franco nunca miente, ya desde su título. Y tampoco reconforta: acaba su película unos tres minutos después de lo que podría haber sido un plano reparador (las manos) para tanta agonía física, mental y artística; y tras el simbolismo de la ventana y las cortinas, decide seguir unos instantes más con una cotidianidad absurda y maravillosamente desabrida. Como su ausencia de profundidad de campo, cada vez más palpable conforme avanza el relato, figura metafórica de una vida a la que tampoco se le vislumbra un gran fondo. Como su montaje, abrupto, que hace que la película nunca fluya, porque la existencia de su joven pareja protagonista, un hombre con un tumor y su aguerrida mujer, tampoco mana, sino que se entrecorta. Como su banda sonora, copada por la música desde dentro, diegética, con un estilo noise lejos de la melodía de la vida.
Andres Gertrúdix, excelente, y Marian Álvarez, la perfección, en tono, expresión facial y corporal, valiente y vulnerable, pareja también en la vida real (enseñanzas malsanas del maestro Kubrick), componen dos personajes que no lo son. Podemos ser héroes, aunque solo sea por un día, como en la canción de David Bowie, que precisamente suena en la película en una versión que escuece, que eriza, pero ese heroísmo nunca tiene premio. Ni siquiera consolará. Es el coraje de la antiestética, de fregar un suelo con vómito, de poner una lavadora tras cambiar la funda del colchón de la cama, de simplemente estar ahí. En el derrumbe físico de la agonía y en el derrumbe emocional del miedo. Los últimos días siempre llueve.
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