Manuel Liñán y la compañía Kukai, Premios Nacionales de Danza 2017

¿Qué puede paralizar a un bailarín? Lo que ha “petrificado” este viernes a Jon Maya: recibir una llamada diciéndole que Kukai Dantza, la compañía que fundó hace 15 años, ha sido distinguida con el Premio Nacional de Danza en la modalidad de creación. La reacción de Manuel Liñán (Granada, 1980) galardonado como intérprete, ha sido la contraria. “Me he tirado al suelo y me he puesto a chillar como un niño chico”, ha dicho al contestar la llamada de EL PAÍS.

De Liñán, el Ministerio de Cultura ha querido reconocer “la madurez alcanzada en su trayectoria artística, siendo un intérprete especialmente versátil y de gran plasticidad”, también ha destacado “la riqueza de su interpretación, que se nutre de diversas influencias, a la vez que ensancha los horizontes del flamenco”. Con respecto a esa innovación, el bailarín y coreógrafo asegura: “Siempre he hecho lo que he hecho porque lo necesitaba, porque lo sentía. Hay quien apuesta por conservar y he recibido alguna crítica que me ha chocado, me ha hecho pensar. Pero soy honesto, no tengo ningún afán de provocación. Todo en la vida evoluciona, tiene un futuro”.

Este año, el Nacional de Danza ha premiado la mezcla de tradición y vanguardia en las dos modalidades. El jurado ha distinguido “el excepcional tratamiento del folklore, los mitos y ritos tradicionales, que consiguen trascender a lo universal a través de un lenguaje contemporáneo”, de la compañía vasca, con sede en Rentería (Gipuzkoa) y muy defensora de la cultura de Euskadi. Además, ha ensalzado “la poética de las creaciones” de Kukai Dantza, como Oskara, la pieza que el jueves presentaron en Madrid, donde ha llegado después de más de un año y medio de gira y que sigue de tournée por toda España, la próxima parada, el sábado en Tudela (Navarra). Lo que iba a ser una tarde tranquila para Maya, de descanso con sus hijos, se ha convertido en un ir y venir de llamadas y felicitaciones. El colofón de un año de éxitos, en el que Oskara fue nominada a siete Premios Max, de los que se llevó tres: al mejor espectáculo de danza, al mejor elenco y al mejor vestuario. “Es un buen broche para esta trayectoria de 15 años y totalmente inesperado”, decía Maya por teléfono. “Lo primero que he hecho es dejar un mensaje de voz en el whatsapp del grupo, en el que estamos todos”, especifica. No quiere olvidar a ningún miembro, ni a los que están desde el principio, ni a los que han llegado un poco después y tampoco a los que ya no se suben al escenario pero siguen vinculados a Kukai, “a los técnicos, a los músicos”, enumera casi uno por uno muy emocionado.

Ni Liñán ni Maya habían pensado todavía demasiado en los 30.000 euros de dotación del premio. Les podía la alegría, pero al preguntarles en qué lo invertirían no les cabía duda que en seguir trabajando en próximas creaciones que ya tienen en mente.

Kukai tiene la agenda prácticamente completa hasta fin de año, en octubre van a desarrollar un proyecto en Etiopía con minorías étnicas y para la primavera de 2018 estrenarán una pieza creada con la colaboración del bailarín y coreógrafo israelí Sharon Fridman.

Liñán, que se ha enterado de su premio en Milán, donde está para impartir un curso este fin de semana, prepara Baile de autor, un montaje sin guion, sin argumento, sin dramaturgia, en el que plasmará sus inquietudes, lo concibe como un sueño, como una fantasía donde él será todo creador y ejecutor, sus dos facetas que salvo excepciones son indivisibles.