Poldo Zugaza, un árbol potente
La gran creación de este emprendedor, el Photomuseum de Zarautz, cumple un cuarto de siglo
Heredero de Malraux y de las guerras, alto como un árbol vasco, con pinta entre Gary Cooper y Sean Connery, Leopoldo Poldo Zugaza vive en Zarautz, tiene 85 años y nunca va a parar. Es un activista incesante, ha fabricado desde embragues a museos, en Mondragón, su pueblo, y en todo el País Vasco. Admirador del más creativo de los ministros de cultura de Europa, André Malraux, heredó de él la convicción de que la cultura hay que llevarla “a las pequeñas poblaciones donde no hay medios para hacer obras de envergadura”.
Le ha hecho Poldo tanto caso a Malraux que ahora en Gernika, en Durango, en Zarautz, allá por donde ha ido, hay memoria de esa actividad que lo mantiene tan vivo que parece que hasta sus ojos andan aún naciendo para crear. De lo que más contento está es de haber dicho a los hijos “que valoren el arte y respeten a la gente”. Alejandro es activista, como él, Miguel es director del Museo de Bellas Artes de Bilbao (y lo fue del Prado) y Cristina es ingeniera. Del que fue director del Prado dice: “Que a un hijo le dedique un editorial EL PAÍS es muy grande para un padre”.
Lo que celebra ahora Poldo, con su amigo Ramón Serras, que le ayudó a fundarlo, es el cuarto de siglo de una creación que entonces era rara y ahora es ejemplar: el Photomuseum de Zarautz, cuatro plantas dedicadas a la historia, a la técnica y a la práctica de la fotografía, desde que esta nació. Hay tesoros que él muestra con la delicadeza de quien los ha visto nacer.
Él ha hecho de todo. “Desde joven ideaba cómo hacer una revista juvenil, durante años organicé concursos infantiles, siempre pensando que es en los jóvenes donde depositar las semillas que fructifiquen en árboles potentes cada día”. Él es un árbol potente. Ya lo era cuando “con más edad abordé cuestiones de más envergadura; creé asociaciones, centros educativos, organizaciones”. Creó hace cincuenta años la feria del libro de Durango, que sigue funcionando ya sin él.
--¿Y por qué esa obsesión por crear con otros?
--Primero, para tachar el yo. Yo, yo, yo, qué manía… Siempre digo hacemos, hemos hecho… No conozco a nadie que haya hecho nada solo.
Su maestro es Malraux, “que decía que todos los pueblos son continentes que deben tener archivo histórico, biblioteca y sala de exposiciones, en cuyo recinto debe haber también una exposición permanente”. Photomuseum es, en cierto modo, hijo de Poldo y de Malraux. “Bueno, fiel soy a él”. Y a su tierra. “Yo he vivido siempre aquí. Patria es aquello que se comparte. Se comparte lo que se conoce y hace falta que alguien enseñe, nadie nace sabiendo. Ese sentimiento está aminorado, que las banderas y el patriotismo no son elementos despreciables. Si dos compartimos algo ya podemos convivir. Yo tengo la esperanza de que la ascensión cultural promueva ese comportamiento cívico que todos deseamos”.
Pasaron los nubarrones vascos. “Para bien. La violencia fue una equivocación tremenda. Nunca lo he admitido. Cuando ETA dijo que dejaba la lucha armada EL PAÍS me llamó para preguntarme qué decía. Yo dije que perdón. Luego lo he oído decir mucho. El Papa en Colombia dijo lo mismo: perdonar. La esperanza ahora está calando”.
--¿Por qué le ha dedicado tanto entusiasmo al Photomuseum?
--En lo que he promovido he procurado cubrir la cultura (¡Aunque fui el fabricante de los embragues más grandes de este país, eh!)… La cultura contribuye a la convivencia. Y con esa idea he querido ir dotando a nuestro país de aquellas cosas que le faltan. Y organizaba exposiciones de fotos, pero aquí no había ningún museo. Le pregunté a Ramón si podríamos hacer uno en Zarautz y aquí está.
Lo dotaron con las colecciones de ambos y ahora es el único en España en su clase. “Y mira en lo que estoy pensando: no hay una sola biblioteca en lenguas extranjeras. ¡Eso quiero hacer ahora!”
--¿Siempre está pensando en lo que hace falta?
--Tengo un problema: todo el tiempo voy con el freno puesto, mi cabeza no para.
--¿Y qué más falta?
--¡Uuuuuuuuhhh! La Biblia en verso, ¡puff, qué falta!
En el coche no lleva freno, sino embrague, una especialidad que también fabricó este árbol potente.
Babelia
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