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Crítica | Alibi.Com
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Afrancesando la grosería

Comedia de cuernos en torno a una empresa facilitadora de coartadas a infieles, el filme caracteriza a sus personajes a través de sus mitomanías de derribo

Un momento de 'Alibi.com'.
Un momento de 'Alibi.com'.

ALIBI.COM

Dirección: Philippe Lacheau.

Intérpretes: Philippe Lacheau, Didier Bourdon, Élodie Fontan, Julien Arruti.

Género: comedia. Francia, 2017.

Duración: 90 minutos.

Al tándem formado por Nicolas Benamou y Philippe Lacheau no les debe de provocar demasiada simpatía esa blanda tradición de comedia costumbrista francesa que, en los últimos años, ha encontrado en Danny Boon a su figura totémica. Lo demostraron en su primer trabajo conjunto –Se nos fue de las manos (2014)-, así como en su secuela, y han seguido demostrándolo en sus siguientes trabajos en solitario. Al reciente recuerdo del A fondo (2016) de Benamou –un tour de force cómico a 130 kilómetros por hora- se suma este Alibi.com en el que Lacheau explicita los ingredientes de una fórmula que se mira en el espejo de la farsa grosera estadounidense de penúltima generación, pero también busca a sus posibles ancestros en la memoria de la comedia local: no parece arbitraria la presencia en el reparto de Didier Bourdon, miembro de la formación de culto Les Inconnus, cuya última incursión cinematográfica –Tres hermanos y una herencia (2014)- fue recibida por la crítica francesa como una extemporánea descarga de grosería.

Comedia de cuernos en torno a una empresa facilitadora de coartadas a infieles, Alibi.com caracteriza a sus personajes a través de sus mitomanías de derribo –el cine de Jean-Claude Van Damme, el más azucarado pop francés de los ochenta- y trasplanta a suelo europeo algunas constantes crueles o eméticas del toque Farrelly –violencia bufa sobre mascotas y planos detalle testiculares incluidos-, sin darse cuenta de lo anacrónico de su juego. No obstante, algún gag aislado –esa lámpara mata-mosquitos que aporta épica sonoro/galáctica a un torpe combate con luces fluorescentes-, el frenesí expositivo del conjunto y las distancias marcadas con las corrientes dominantes de la comedia comercial francesa logran que este trabajo, como en su día Tres hermanos y una herencia, sea una razonable alternativa para el espectador saturado de Boon (o Clavier).

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