La educación como arma para la primera jueza palestina
El documental ‘The Judge’, presentado en Toronto, sigue la lucha por los derechos de las mujeres de Kholoud Al-Faqih
Si las mujeres han sido jueces en los tribunales penales de Palestina desde los setenta, ¿por qué no las hay en los juzgados de la sharia, las leyes islámicas, que, precisamente, tratan más temas de mujeres? Esa es la pregunta que se hizo Kholoud Al-Faqih tras años trabajando como abogada defensora de mujeres maltratadas, y decidió prepararse para ser jueza de la sharia. “Tenía que tirar una piedra para revolver estas aguas estancadas”, dice en The Judge, el documental que le ha dedicado la americana Erika Cohn y que acaba de estrenar en el Festival de Toronto después de más de cinco años y medio de rodaje.
Cohn conoció a Kholoud mientras disfrutaba de una beca en Oriente Medio para continuar su investigación sobre feminismo islámico. “Tuve la oportunidad de ir a una reunión de reforma islámica y recuerdo estar sentada ahí en una habitación llena de hombres con tarbooshes [los gorros de los jueces], con fotos de Yasser Arafat mirándonos desde las paredes, y apareció Kholoud y me sentí cautivada por su presencia y su control sobre la sala”, explica la cineasta que no pensaba hacer una nueva película en su tiempo allí.
Kholoud la invitó a su juzgado en Ramala y se dio cuenta de que estaba ante una mujer que había hecho historia desde que, en 2009, después de una larga investigación para justificar en los libros islámicos sus derechos, había sido nombrada, junto a una amiga a la que ella misma animó, la primera jueza de la sharia no solo en Palestina, sino en todo Oriente Medio. Ocho años después de su acceso al puesto, “los retos siguen siendo los mismos, pero el camino está abierto”, dice la jueza.
En 2011 se les unió otra mujer, que no ha ejercido, y en 2017 llegó Sireen, la cuarta jueza de Ramala, que es la protegida de Kholoud. “Ahora hay otra jueza en Emiratos Árabes Unidos, aunque está en el lado comercial de la ley”, explica Al-Faqih, sentada en un hotel de Toronto. “El primer paso fue el más difícil, pero ahora hay más oportunidades”, continúa. Aunque sigan estando en minoría —son cuatro mujeres y siete hombres en Palestina—, más mujeres se presentan al examen de acceso. Al preguntarle sobre instalar un posible sistema de cuotas para asegurar que más mujeres den el paso, niega con la cabeza. “No me gustan, creo que son otra forma de discriminación: estoy aquí porque puedo estar aquí”, defiende.
Al principio, la resistencia no solo venía desde sus colegas hombres, jueces o estudiosos de la sharia, sino también de la gente que llegaba hasta su tribunal. Sharia significa camino, y reúne una serie de leyes que rigen la conducta, moral y ética de la sociedad musulmana. En sus tribunales tratan casos de familia, matrimonios, divorcios, temas de mujeres. “Al principio la gente se oponía a que yo llevara sus casos, muchas mujeres no querían tener delante a una mujer jueza”, dice Kholoud, que poco a poco ha sido aceptada.
No confiaban en el juicio de una mujer porque en una interpretación más tradicional y antigua del Islam, “las mujeres solo sirven para el placer y tener hijos”, como explica Kholoud, y creen que su juicio queda nublado por la menstruación o el propio embarazo, que no son capaces de separar corazón y mente. Pero es esa concepción contra la que lucha la magistrada, al tiempo que intenta defender y proteger los derechos de las mujeres dentro de los límites de sus leyes.
Desde su tribunal Kholoud dicta sentencias de divorcio a favor de mujeres maltratadas, les asegura una pensión si el marido las abandona, obliga a los hombres que van a casarse por segunda, tercera o cuarta vez, como permite el Islam, a informar a sus anteriores mujeres y junto a Tahreer, la primera mujer que oficia matrimonios en Palestina, se encargan de que antes de firmar los nuevos matrimonios, la mujer reciba una dote digna.
“Para nosotros el concepto de dote puede parecer humillante, pero como me explicó Kholoud, para las mujeres árabes supone poder tener libertad y recursos económicos”, dice Erika Cohn. “Cuando una mujer se divorcia, si tiene dote puede crear su propio proyecto, y tener independencia”, explica la jueza.
Aunque antes de la dote, lo fundamental para alcanzar la independencia es la educación. Palestina siempre ha sido uno de los países con mejores datos de educación, pero aun así, Kholoud sabe que ella tuvo una educación “única” e igual que sus hermanos varones. Su padre, que sale en el filme, dice la frase más poderosa de todas: “La educación es un arma para las mujeres. Mi principal objetivo era armarla, educándola”. Y bien armada, Kholoud no se pone límites: cree que ser Jefe de justicia está más cerca. “Y podría ser la primera presidenta palestina”, dice. “¿Por qué no?”.
Babelia
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