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Muere Tobe Hooper, director de ‘La matanza de Texas’

El cineasta, realizador de 'Poltergeist' y de la serie 'El misterio de Salem's Lot', ha fallecido a los 74 años en Los Ángeles

Gregorio Belinchón
 Tobe Hooper, en Sitges en 2003.
Tobe Hooper, en Sitges en 2003. Susanna Sáez
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Con la muerte ayer de Tobe Hooper a los 74 años (ha fallecido en Sherman Oaks, en California, según ha informado el forense del condado de Los Ángeles a Variety, sin aclarar las causas del óbito), este verano de 2017 ha dejado al moderno cine de terror sin dos de sus grandes referentes: el director de La matanza de Texas y Poltergeist y el maestro George A. Romero. Formaron parte de la generación que en los años setenta dinamitó el cine de terror, cambió por completo sus reglas y encontró a un público ansioso de esas nuevas experiencias. Muchos empezaron con películas de muy bajo presupuesto, más interesadas en la mejor manera de provocar miedo sin tener en cuenta los efectos especiales: de ahí su estallido en una década en la que se habían levantado las restricciones de censura pero en la que los estudios de Hollywood aún no habían decidido invertir en este género ni en la ciencia ficción, al menos no como su fuente principal de ingresos. Y aquí entra La matanza de Texas, que en 1973 Hooper rodó con menos de 300.000 euros, y en la que cuenta cómo un grupo de chavales de Austin cruza sus pasos con una familia caníbal. Al igual que pasó con La noche de los muertos vivientes, de Romero, con muy poco presupuesto el rédito en taquilla de La matanza de Texas fue colosal, e impulsó un cine indie de terror sin complejos, a pesar de que La matanza... fue prohibida en varios países por su violencia. Aunque rompieron con lo anterior, muchos hicieron guiños al cine de Alfred Hitchcock. Hooper es un ejemplo. Su Leatherface, el más salvaje de los caníbales, se inspiró en la misma persona en la que se basa Norman Bates, de Psicosis: Ed Gein, asesino y ladrón de tumbas de los años cincuenta.

Craven recordaba años después haber visto La matanza de Texas en un cine en la neoyorquina Times Square: "Parecía que alguien hubiera robado una cámara y se hubiera puesto a matar gente. Tenía una energía salvaje, que yo no había visto nunca, sin ninguno de esos bálsamos que lo suavizan todo. Pasé un miedo atroz". En realidad, el rodaje no fue nada sencillo: con altas temperaturas porque se inició un 15 de julio de 1973, en mitad del verano tejano, y con actores neófitos. Hooper tenía claro que lo único que podía sacar adelante esa película era su pasión, y también un trasfondo posiblemente cercano al cine de denuncia: ya no interesan tanto las víctimas reales, esos veinteañeros de los que solo sobrevivirá una rubia (encarnada por la actriz Marilyn Burns, impulsora inicial de la película, ya que el proyecto nació del amor por ella del productor Bill Parsley), como la familia de caníbales, víctimas sociales ellos mismos de un mundo que les ha dejado atrás. Trabajaban en el matadero hasta que la tecnología -las pistolas de aire comprimido-sustituyó al mazo como método de sacrificio animal. Gente del campo, expulsada de su tiempo y de su lugar. Eso sí, dejando tras de sí un rastro de sangre, piel y vísceras inigualable. E imágenes para el recuerdo, como Leatherface usando la motosierra para aniquilar personas (el título original del filme es La masacre de la sierra mecánica de Texas).

El mismo Hooper ya había intentado hacer algo diferente anteriormente en el cine de autor con Eggshells (1969), “una fantasía del tiempo y del espacio”, su primer largometraje. Un desastre de drogas y sexo. Esta vez puede que la clave estuviera en eliminar todo elemento fantástico de la trama. Su coguionista, Kim Henkel, contaba en Sesión sangrienta, el libro de Jason Zinoman que analiza todo aquel movimiento: "Yo no había visto ninguna película de terror y no me interesaban especialmente”. Solo dejaron una cierta referencia a Hansel y Gretel: “Esas cenas en familia pueden ser terribles. Cuando era pequeño vi cosas muy raras”, aseguraba Hooper en el mismo volumen. Rodaron el filme en jornadas de hasta 26 horas seguidas a 37 grados centígrados, sin dinero. Y jugando con sus elementos para crear tensión: Gunnar Hansen, el gigante noruego que interpreta a Leatherface, no se lavó la ropa durante toda la filmación.

Curiosamente, los creadores de la película no vieron ni un dólar hasta muchos años después a pesar del éxito. La distribuidora Bryanston Distributing —la misma de Garganta profunda, liderada por el gánster Louis Butchie Peraino— se negó a pagarles. Y salvo Hooper y Daniel Pearl, su jovencísimo -entonces tenía 22 años- director de fotografía (es el autor del increíble baile final con Leatherface y la motosierra iluminados por el sol del amanecer), el resto de los técnicos y actores no lograron una carrera prolongada... hasta que el culto al filme encumbraron décadas después a Burns y Hansen.

Ocho años después de su primera gran campanada, llegó el segundo de sus grandes éxitos, Poltergeist, escrita y producida por Steven Spielberg. Nunca ha quedado claro quién fue de verdad el responsable final de ese filme, ya que hay fotos y testimonios de técnicos que aseguran que en realidad fue Spielberg el auténtico director.

Hooper nació en Austin en 1943. Sus padres se divorciaron cuando él tenía ocho años, y pasó su infancia solo, leyendo tebeos, mientras su madre viajaba actuando. Desde adolescente quiso hacer cine, y con sus amigos recreaba películas de la Hammer. Estudió en la Universidad de Texas, que abandonó a mitad de la carrera, para dedicarse a rodar publirreportajes y anuncios para empresas de su estado. Y así le llegó una experiencia que supuso la epifanía para su manera de hacer cine: para un documental siguió a un médico en sus labores en la sala de urgencias de un hospital. Un día filmó cómo intentaba curar a un herido de bala en la cabeza. En una sola toma. Hasta que la víctima fallece. Hooper recogió el equipo, se fue a cenar y solo al día siguiente, tras ver las imágenes, vomitó: "En ese mirar a través del cristal [de la cámara] había algo que me separaba en un sentido clínico". La violencia depende del punto de vista, no de la violencia en sí.

Además de sus dos enormes éxitos, Hooper trabajó en otras películas, como Trampa mortal (1976) y La casa de los horrores (1981), que a él no le hizo feliz, al contrario que la estimulante serie de televisión El misterio de Salem’s Lot, su adaptación en 1979 de la novela de Stephen King. Quedó atrapado, como otros directores, en un contrato leonino con la productora Cannon Films, para los que hizo Lifeforce: fuerza vital (1985), Invasores de Marte (1986) y Masacre en Texas 2 (1986). En esta continuación aumentó el humor que creía que su público no había apreciado en la original, y eso se volvió en su contra. Lo que debería haber sido su mejor década supuso la de su declinar, aunque siguió trabajando en cine y televisión hasta 2013 con su último filme, Dijnn.

Como escritor, su trabajo más sobresaliente es la novela Midnight Movie (2011). "Un libro es una película en la mente", dijo tras su publicación. "Escribir una novela es más libre que rodar una película, y con menos ejecutivos implicados".

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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