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CRÍTICA | Ana, mon Amour
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La destrucción o el amor

La película golpea duro, pero ninguna de las magulladuras que deja es gratuita.

Cuando cineastas como Lars Von Trier o Gaspar Noé han jugado a insertar en sus películas lo que, en términos legales, se considera una imagen pornográfica, su gesto dejaba bastante claro que el móvil era esencialmente provocador y buscaba poner en cuestión los vigentes límites de la representación. En Ana, mon amour, cuarto largometraje del rumano Cãlin Peter Netzer, la pareja protagonista hace el amor y la cámara no titubea en registrar un tipo de imagen que, de nuevo en términos legales, habría que clasificar como pornográfica. Todo sucede con tal naturalidad, se ajusta de manera tan orgánica a una situación que es esencialmente tan vitalista y luminosa, que este crítico tardó segundos en reaccionar, en darse cuenta de lo que había visto. La decisión de mostrar una eyaculación sin trampa, ni cartón no obedece a ningún afán provocador: en Netzer las claves de representación no parecen estar al servicio de otra cosa que de una verdad orgánica, que convierte esta disección de los claroscuros de una problemática relación amorosa en una directa negociación con jirones de pura vida.

ANA. MON AMOUR

Dirección: Cãlin Peter Netzer.

Intérpretes: Diana Cavallioti, Mircea Postelnicu, Carmen Tanase, Adrian Titieni.

Género: drama.

Rumanía, 2017

Duración: 125 minutos.

Si en su anterior Madre e hijo (2013), ganadora del Oso de Oro en el festival de Berlín, el director proponía el seguimiento del viacrucis de una madre, protectora aunque escasamente modélica, en el intento de fijar la inocencia de un hijo culpable, aquí su estrategia narrativa coloca al espectador frente a las ruinas y recuerdos, servidos sin orden cronológico, de la historia de amor entre el, en principio, protector y sereno Toma y la frágil Ana, asaltada por periódicos ataques de pánico y condicionada por una turbia carga familiar. La confesión de Toma ante un sacerdote y sus conversaciones con un psicoanalista son los asideros para la reconstrucción de una cronología que acaba presentando la estructura profunda de toda relación amorosa como un juego de interdependencias que en raras ocasiones alcanza su equilibrio. Basada en la novela Luminita, mon amour de Cezar Paul-Badescu, la película, con sus tensos encuentros familiares y el desplazamiento de fragilidades que experimentan sus protagonistas, golpea duro, pero ninguna de las magulladuras que deja es gratuita.

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