La dificultad del toro encastado
Solo Antonio Ferrera cortó una oreja a una seria y complicada corrida de Torrestrella
Cuando sale un toro encastado, la cosa se pone seria; si, además, la estampa es imponente y luce cara astifina, el asunto no es para tomársela a broma.
Y eso fue lo que ocurrió con la corrida de Torrestrella, muy bien presentada, que acudió con prontitud a los caballos, persiguió en banderillas y se movió sin descanso en la muleta; prevalecieron, eso sí, la codicia, el genio y la dificultad por encima de la nobleza y la calidad que permiten el toreo moderno. Eran toros para lidiar y torear, no para dar pases; eran toros para toreros heroicos y poderosos, experimentados, con oficio y las ideas muy claras. En otras palabras, toros para un mirlo blanco.
Y pasó lo que tenía que pasar, que ganaron los de negro, que vendieron muy cara sus vidas, que no se cansaron de embestir, y, por fortuna, no dieron un disgusto irreparable a una valerosa y respetable terna que, en líneas generales, estuvo por debajo sus oponentes.
TORRESTRELLA / PADILLA, FERRERA, EL FANDI
Toros de Torrestrella, bien presentados, cumplidores en el caballo, encastados y dificultosos.
Juan José Padilla: casi entera caída y un descabello (palmas); metisaca, estocada atravesada —aviso— cuatro descabellos, estocada baja y un descabello (silencio).
Antonio Ferrera: pinchazo —aviso— y estocada baja (ovación); estocada —aviso— (oreja).
El Fandi: media trasera y tendida y un descabello (silencio); casi entera y dos descabellos (silencio).
Plaza de Bilbao. Segunda corrida de feria, 20 de agosto. Un tercio de entrada.
Era muy difícil estar a la altura de las circunstancias, y de hecho, solo Antonio Ferrera aprobó el complicado examen. Se le notan la claridad, la confianza, la seguridad… condiciones indispensables para salir airoso de un trance como el bilbaíno. De menos a más fue la faena a su primero, un animal muy exigente con el que se mostró firme y clarividente y pisó terrenos comprometidos en una faena de menos a más que evidenció el buen momento que atraviesa en su carrera. Del mismo tenor fue el quinto y volvió Ferrera a mostrar que está sobrado de facultades ante un toro que repitió las embestidas con genio y cierta violencia. Aún así quedaron en el recuerdo algunos naturales con aire de grandeza.
La asignatura le quedó para septiembre a Padilla. No fue torero poderoso y dominador ante el primero, que le planteó dificultades que el diestro no fue capaz de superar; y se entretuvo en una faena larguísima ante el cuarto, que embestía sin humillar, y nunca acabó de encontrar el camino del éxito. Falló repetidamente con el estoque y su labor quedó muy oscurecida.
Tampoco El Fandi dijo nada ante el complicado tercero, nada fácil en la muleta, al que dio pases acelerados y huecos; más noblote pareció el sexto, y el torero no pasó de anodino en el tercio final.
¿Y las banderillas, pues de banderilleros era el cartel? Ni un solo par como mandan los cánones, y todos a toro pasado. Los tres compartieron el tercio en los tres primeros toros, y Padilla y El Fandi clavaron en solitario en sus segundos. Ferrera desistió de hacerlo en el quinto porque al brindar con un par de garapullos con los colores de la bandera de España escuchó algunos pitos, y el torero, molesto con la protesta, dejó los palos y mandó a la cuadrilla que hiciera su labor.
Conclusión: ganaron los toros y perdió el ganadero. Se correrá la voz de la casta del toro y, a estas horas, ya estará tachada la ganadería de Torrestrella en las agendas de las figuras. Así está esto…
Babelia
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