Mickey Rooney: la eterna sonrisa juvenil
Quizá a muchos les cueste creerlo, pero en 1939 era la estrella más rentable de Hollywood; el número uno en la taquilla y el mejor pagado.
Quizá a muchos les cueste creerlo, pero en 1939 Mickey Rooney era la estrella más rentable de Hollywood; el número uno en la taquilla y el mejor pagado. Incluso le habían otorgado un Oscar honorífico por haber llevado a la pantalla el espíritu y la personificación de la juventud americana. Cuando en 1994 acudió al Festival de cine de San Sebastián, recordó ante los periodistas aquella época dorada de su vida. “Cuando era la estrella más taquillera del mundo tenía 19 años. Un año después estaba por delante de Jimmy Cagney, de mi amigo Clark Gable y de Spencer Tracy. Sabía que aquello no iba a durar y no duró. Nunca pisoteé a mis viejos amigos para hacer amigos nuevos”, afirmó en una rueda de prensa que TCM recupera ahora en la serie de reportajes titulada Con mi propia voz, que recoge las declaraciones que grandes cineastas y estrellas hicieron a su paso por los festivales de cine.
Mickey Rooney nació en Brooklyn en 1920. Era hijo de unos actores de variedades y subió a un escenario antes de saber andar. A los seis años ya rodaba películas de cine mudo y, a los diez, firmó un contrato con la Metro. La primera película que rodó allí fue un musical, Broadway to Hollywood. Poco después destacó como el contrapunto de la gran estrella infantil de entonces, Freddie Bartholomew, en películas como El pequeño Lord y Capitanes intrépidos.
Su consagración definitiva llegó al lado de Spencer Tracy en Forja de hombres e interpretando al joven Andy Harvey en dieciséis películas que tuvieron un éxito inmenso. También rodó musicales al lado de Judy Garland. Pero Mickey Rooney fue creciendo y, después de la II Guerra Mundial, vio cómo su estela de estrella juvenil se iba poco a poco apagando. “Cuando empecé en este negocio, los productores preguntaban: ‘¿Quién es este chico?’ ‘Es Mickey Rooney’, les contestaban. En ese momento estás en la cima. Luego pasa el tiempo y dicen: ‘Quiero alguien parecido a Mickey Rooney`. Y al final tan solo preguntan: ‘¿Quién es Mickey Rooney?’ Así es como se desarrollan las carreras en el cine”, dijo con nostalgia en San Sebastián.
Mickey Rooney no quiso caer en el olvido y se adaptó a su nueva condición de actor secundario. Así lo vimos en películas como El mundo está loco, loco, loco o haciendo de japonés refunfuñón en Desayuno con diamantes. También en otros films cuyos títulos ni siquiera él mismo recordaba: “He hecho películas que eran tan malas, que no se estrenaron, se estrellaron”.
Se casó ocho veces, la primera con Ava Gardner, pero el matrimonio duró poco más de un año. “Nadie puede sentirse orgulloso de haber estado casado ocho veces. Siempre piensas que te casarás con tu primer amor del instituto y que te perderás para siempre con ella cuando cae el sol en el horizonte. Pero algunas veces eso no ocurre”, rememoraba en la capital donostiarra.
En 1983 la Academia de Hollywood le concedió un Oscar honorífico por toda su carrera. Nunca se retiró. Continuó trabajando en el cine, la radio y la televisión norteamericana convirtiéndose, para las nuevas generaciones, en un viejecito entrañable y algo excéntrico. “El dinero no es importante. Lo es para comprar comida o para comprar ropa. Lo más importante es que estoy enamorado de mi trabajo y que tengo la gran suerte de formar parte de la industria del cine”.
Murió el 6 de abril de 2014 en Los Ángeles a los 93 años de edad. “No me importa demasiado lo que digan sobre mí siempre y cuando escriban bien mi nombre”, afirmó en 1994 San Sebastián. Puede estar tranquilo, su nombre está bien escrito y el público sigue recordando con cariño su eterna sonrisa adolescente.
Babelia
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