El mundo se cerró a los judíos
Los Aliados se negaron a acoger refugiados del Holocausto aunque nuevos documentos demuestran que sabían lo que ocurría en Europa desde 1942
Stefan Zweig, en la película sobre su vida, aparece siempre angustiado por la cantidad de amigos y conocidos judíos que le piden ayuda para tratar de salir de Europa, huyendo de los nazis. Quieren utilizar las conexiones del gran escritor austriaco para emigrar pero, como dice su personaje, “ya no hay visados para los judíos”. El cierre de las fronteras mundiales a los refugiados es uno de los temas menos estudiados del Holocausto. Un hallazgo reciente ha complicado el problema: documentos de Naciones Unidas, que acaban de hacerse públicos a través de la Wiener Library, un centro de documentación de la Shoah con sede en Londres, demuestran que los Aliados tenían claro lo que estaba ocurriendo con los judíos desde diciembre de 1942, antes de lo que se pensaba. Sin embargo, eso no significó una apertura de sus fronteras.
El investigador Paul R. Bartrop, director del centro de estudios sobre el Holocausto y Genocidio en la Universidad Florida Gulf Coast, está ultimando la primera investigación a fondo sobre este problema, centrada sobre todo en la Conferencia de Evián, que reunió a las principales potencias mundiales en 1938 para hacer frente al inmenso problema de refugiados que entonces sacudía Europa, una crisis que tiene muchos, y tristes, paralelismos con lo que está ocurriendo en la actualidad con la guerra de Siria.
“Los diferentes gobiernos del mundo se enfrentaron en 1938 a una crisis con muchas similitudes con lo que estamos viviendo en nuestro tiempo”, explica desde Miami Paul R. Bartrop. Y cita entre los problemas que se plantearon entonces: “¿Deben abrirse las puertas a cualquiera que tenga el estatuto de refugiado? ¿Deben imponerse cuotas? Si es así, ¿cómo se decide el número y las personas que entran? ¿Deben ser acogidos los refugiados ignorando la situación económica del país que los recibe? ¿Se debe acoger a refugiados con orígenes étnicos y religiosos diferentes de la mayoría de la población del país que los recibe? Tanto ahora como en 1938, se planteaban ese tipo de cuestiones, que necesitaban una respuesta urgente”.
A este historiador le parece insólito que nunca se haya realizado un estudio de largo aliento sobre aquel encuentro, que a instancias de Estados Unidos se celebró en la ciudad francesa de Evián en julio de 1938. Rehusaron participar los países del Eje, así como la URSS, y tampoco enviaron delegados, solo observadores, países como Polonia y Rumania. Asistieron en total 32 Estados, desde Canadá hasta Nueva Zelanda, pasando por numerosas naciones europeas. La idea era hacer frente a la crisis de refugiados judíos alemanes que trataban de huir de las políticas antisemitas nazis. En Alemania vivían entonces 600.000 judíos: las leyes raciales de Nuremberg ya se estaban aplicando, aunque el punto de no retorno en la persecución se produjo en noviembre de 1938, con el pogromo de la Noche de los Cristales Rotos. El exterminio comenzaría en 1939, con el principio de la II Guerra Mundial, y se aceleró en 1941, con la invasión de la URSS.
La conferencia fue un fracaso. Jaim Weizmann, un judío ruso, líder sionista que acabaría por convertirse en el primer presidente de Israel, resumió el encuentro con una frase: “El mundo parece estar dividido en dos partes: una donde los judíos no pueden vivir y la otra donde no pueden entrar”. El símbolo de aquella política de fronteras fue el barco St Louis, que zarpó de Hamburgo con destino a Cuba en mayo de 1938 con 937 pasajeros a bordo, la inmensa mayoría judíos. No fueron aceptados en América, ni siquiera en EE UU, y tuvieron que regresar a Europa. La mayoría se quedaron en países que acabarían por ser invadidos por los nazis –solo 288 encontraron refugio en Reino Unido–. Murieron asesinados 278.
La guerra no mejoró las cosas para aquellos que trataban de huir. “El mayor problema fue entonces la seguridad”, explica Bartrop. “Con Europa en guerra, muchos países sintieron que deberían cerrar las fronteras para asegurar que no se infiltrasen quintacolumnistas entre refugiados genuinos”, un asunto que tiene ecos en la actualidad con toda la retórica contra la aceptación de refugiados para que no se cuelen posibles militantes del ISIS.
Los documentos de la Comisión de Crímenes de Guerra de la ONU ofrecen una nueva perspectiva de un momento crítico: cuando los países que podían recibir refugiados supieron que los judíos estaban siendo asesinados a escala industrial tampoco cambiaron su política. “Esos documentos muestran por primera vez que todos los movimientos de resistencia en la Europa ocupada sabían lo que estaba ocurriendo, cuando los nazis todavía operaban los campos de exterminio”, señala el historiador Dan Plesch, director del Centre for International Studies and Diplomacy de la Universidad de Londres, y la persona que más a fondo ha estudiado estos papeles, que hasta hace poco eran todavía reservados, sobre los que ha escrito el ensayo Human Rights after Hitler: The lost history of prosecuting axis war crimes.
Este historiador asegura que en 1942 ya hubo bastante cobertura de prensa y que los Aliados, incluyendo a la URSS, eran plenamente conscientes de la exterminación. Para muchos judíos ya era demasiado tarde para escapar aunque, de todos modos, las puertas permanecían cerradas. “La suerte de los judíos era conocida en todo el mundo como muy tarde el 17 de diciembre de 1942, cuando los aliados realizaron una declaración conjunta”, asegura Ben Barkow, director de la Wiener Library. “En aquella declaración reafirmaron su resolución de garantizar que los responsables de esos crímenes fuesen juzgados y por eso crearon el Comité de Crímenes de Guerra de la ONU”.
¿Por qué los aliados y los países neutrales no hicieron entonces nada para tratar de sacar a los judíos de Europa? “Es una buena pregunta y los gobiernos de Reino Unido, Estados Unidos y otros tal vez deberían explicarlo alguna vez. No rebajaría el poder y la amplitud del antisemitismo entre los Aliados. También creo que la propaganda de guerra jugó un papel. Un historiador de la BBC explicó una vez que la corporación británica minusvaloró las informaciones sobre el Holocausto porque sintió que, durante la I Guerra Mundial, los gobiernos habían manipulado las atrocidades cometidas por el enemigo en sus campañas de propaganda”. Dan Plesch cree que también influyó el antisemitismo y señala que, además, “todos los esfuerzos de los Aliados estaban centrados en derrotar al enemigo, no había sitio para nada más”.
El premio Nobel de la Paz, Elie Wiesel, superviviente de Auschwitz fallecido el año pasado, aseguró que nunca perdonaría a los Aliados no haber bombardeado las vías de tren que llevaban a los campos de exterminio cuando miles de personas eran asesinadas cada día. Las puertas cerradas a los judíos europeos forman parte de esas mismas preguntas sin respuesta.
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