El ‘caso Goytisolo’ o cómo sufrir el prestigio de ser heterodoxo
La dramática situación del autor alarma sobre la desesperación de varios autores de renombre al final de su vida
La dramática situación de Juan Goytisolo al final de su vida ha encendido multitud de alarmas. Entre su círculo más cercano: amigos, colaboradores. Pero también entre autores que no cesan de denunciar la precaria situación a la que muchos de ellos se ven abocados. Ínfimos ingresos, cargas o una legislación que les ata de pies y manos para seguir produciendo dignamente, representan la última condena para gran cantidad de creadores.
A falta de aclarar su legado y conocer sus últimas voluntades, tal y como explica Carina Pons, de la agencia Carmen Balcells, la obsesión de Goytisolo por asegurar el futuro de sus ahijados parece hoy en manos de personas de confianza. Al final de su vida debía mantener a tres familias en Marruecos —vivió y murió la pasada semana en Marraquech— y asegurar estudios y manutenciones. Una carga tremenda para quien apenas sabía manejarse en la maraña del papeleo.
En eso fue de gran ayuda el personal del Instituto Cervantes de Marraquech, que le servía de secretaría. Manejaban desde su correo al paso a limpio de los manuscritos hechos a mano. Aceptaba ayuda de buena gana y lo que al principio para el personal y los responsables del centro fue un honor, “acabó haciéndose por pura amistad”, comenta Yolanda Soler, responsable en Marraquech del Cervantes.
La vinculación con el instituto se afianzó en época de César Antonio Molina y continuó desde entonces. “Él era una especie de embajador en muchos ámbitos para la cultura española. Muchos de los grandes contemporáneos lo citan en sus memorias”.
La autobiografía y lo que vendrá
Esta misma semana aparece un nuevo libro de Juan Goytisolo. Se trata de Autobiografía (Galaxia Gutenberg), sus dos libros de memorias hasta la fecha –Coto vedado y En los reinos de Taifa- además de nueve textos que fueron editados en sus Obras Completas. Fue un texto aprobado por él en vida, según su editor, Joan Tarrida. Pero falta el que hace tiempo Goytisolo entregó en mano a su agente Carmen Balcells, también fallecida aunque antes que él, en 2015. Una obra de memoria personal y social que en principio debía publicarse 10 años después de su muerte. No desveló más en vida. Habrá que esperar.
El prestigio de Goytisolo alcanzaba varios ámbitos: de América Latina al mundo árabe y de Estados Unidos a Europa, por descontado. También su heterodoxia. Labrada en textos, tomas de posición y búsqueda de referentes nada complacientes, que iban de los místicos y rebeldes del Siglo de Oro español al sufismo, los desterrados o el romanticismo herético, teologal y exacerbado de José Blanco White.
A través de esos ejemplos, Goytisolo daba pistas sobre su propia vida. Incluso llegaba a vislumbrar un destino oscuro, del que no se libró, pero que los más cercanos se encargaron de atenuar en lo posible. José María Ridao, escritor, diplomático y su albacea, ha puesto a lo largo de años mucho cuidado en el trato que merecía. También ha convencido a diversos entornos de la necesidad de reconocerlo y cuidarlo en etapas de extrema desesperación.
Fue el caso del premio Cervantes. Había ciertas prevenciones en el jurado. No había hecho declaraciones amables sobre algunos premios. Incluso llegó a rechazar algunos galardones, como el Internacional de Literatura que daba la organización Yamahiriya Libia Popular Democrática, creada en 1969 por el golpe militar de Gaddafi. Dijo no en 2009 a 150.000 euros que resolvían buena parte de sus problemas.
El que le otorgó las letras españolas lo aceptó, según varios, de buena gana. Aunque, para otros, acrecentó su depresión al final. En aquel año de 2014, José María Lassalle era secretario de Estado de Cultura. También fue él quien se encargó de trasladarlo a Barcelona para tratar los problemas que le acarreó una caída que a punto estuvo de acabar con su vida.
Lo cierto es que, a partir de entonces, llegó el declive. Pero más, según muchos amigos cercanos, por su incapacidad de leer o escribir. O por la impotencia que le producía el no poder descifrar su propia letra, no entenderse. El ictus del pasado marzo lo postró definitivamente en una nube de difusa conciencia hasta que dos meses después, murió.
Su caso pone de manifiesto los quebraderos de cabeza que da en la práctica, una vida consagrada a la literatura. “Puede servir además, bien claro, para echar por tierra los argumentos de aquellos que piensan que los creadores viven como reyes y que por eso no pasa nada si se les piratea o no se les paga por dar una conferencia”, denuncia Joan Tarrida, su editor en Galaxia Gutenberg.
También sirve para concienciar de las trabas que existen en la legislación y deben ser urgentemente resueltas para no cortar medios de subsistencia. Carme Riera, escritora y perteneciente a la Real Academia Española es absolutamente beligerante en el asunto. De hecho fue proverbial la bronca que mantuvo con Cristóbal Montoro al cerrarse el año Cervantes.
La asistencia al mismo del ministro de Hacienda en el Palacio Real sirvió para que Riera le afeara esa pericia recaudatoria con autores en situación crítica. “No es posible que los escritores deban renunciar a sus pensiones si eligen publicar y cobrar derechos de autor. Pareciera que lo que quieren es acallarlos”, asegura. Desde Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos) trabajan para paliar esa legislación vigente. “Contamos también con fondos de ayuda a autores y traductores cuyas pensiones no pasan de los 300 euros al mes. Pero no es suficiente”.
Es algo que reclama también César Antonio Molina a raíz del caso de Goytisolo y otros muchos que se desconocen, según él, por una más que legítima vergüenza. “A muchos se les ayuda, como a Juan, a veces sin que se enteren. Pero nunca, como fue su caso, sin que sea a cambio de nada. Sino por trabajo cuando lo necesitaban”.
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