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Guardias y ladrones de películas

Expertos en la defensa de la propiedad intelectual y los responsables de 'Piratas del Caribe 5' relatan cómo se protegen los filmes ante la piratería

Javier Bardem, en un fotograma de 'Piratas del Caribe: La venganza de Salazar'.
Javier Bardem, en un fotograma de 'Piratas del Caribe: La venganza de Salazar'.

En un mar de piratas como Hollywood, nadie quiere hablar de los recientes ataques cibernéticos sufridos por algunos de sus buques insignia. Netflix vio cómo el colectivo de hackers TheDarkOverlord “liberaba” en la red 10 episodios de Orange is the New Black antes de su estreno. Agencias como UTA, ICM o WME pidieron a sus empleados que utilizaran sus teléfonos cuando sus redes quedaron comprometidas por otro grupo de chantajistas cibernéticos. Y justo Piratas del Caribe: La venganza de Salazar fue la última víctima de este abordaje. Los bucaneros informáticos amenazan con subir a la Red el último estreno de Johnny Depp, que llegó el pasado viernes a las salas, de 20 en 20 minutos, si Disney no paga. El rescate: 71.000 euros en bitcoins. Básicamente, “una extorsión”, según Andy Ramos, abogado experto en propiedad intelectual.

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La respuesta de la major fue tirar la casa por la ventana y animar a los invitados a su preestreno en Los Ángeles a tomar todas las fotos que quisieran en lugar de confiscarles los teléfonos, como hacen siempre por temor a la piratería. Un ambiente diametralmente opuesto a la ansiedad que sembró en 2014 el cyberataque norcoreano contra Sony tras el estreno de La entrevista. "La tecnología puede ser fantástica y, otras veces, muy perjudicial. Pero da igual lo buenos que sean los hackers, los hay igualmente hábiles protegiendo a las compañías. Es una batalla sin fin”, asegura a EL PAÍS Jerry Bruckheimer, productor de la saga Piratas del Caribe.

La contienda, además, es constante. Tanto que la protección de los filmes cuenta con protocolos de defensa, como cualquier banco o furgón blindado. “Hay que tener todas las copias controladas y que sean limitadas, además de identificar a los que participan en su difusión. El control ha de ser muy metódico desde los primeros pasos”, defiende Damián Fuentes, experto en investigación de delitos contra la propiedad intelectual. Cualquier descuido puede ser para siempre. De hecho, cada copia debería contar con “marcas de agua” que permitan desvelar enseguida de dónde ha procedido la filtración y minimizarla. Y a menudo los contratos de exhibición incluyen castigos para las salas que sean tierra de conquista para los piratas. Porque, coinciden Fuentes y Ramos, el eslabón que suele fallar en la cadena de seguridad es el más débil: el humano.

Además de los cines, un filme puede tener muchas paradas: festivales, distribuidoras, productoras, fabricadoras de DVD, organismos públicos u otras entidades. Es decir, pasa por decenas de manos y riesgos potenciales. “Se producen muchas filtraciones por ejemplo desde certámenes en Rusia. Y, cuando el filme llega al mercado español, solo tienen que añadir el audio”, explica Fuentes. Hace años, Balada triste de trompeta apareció filtrada en la Red gracias a una copia que procedía del sujeto quizás más insospechado: un miembro de la Academia de cine.

El peligro, por tanto, siempre está ahí. TheDarkOverlord asegura tener en su poder tres docenas de series que ha pirateado. Su chantaje afecta a ABC, Fox, National Geographic o IFC y también incluye películas, aunque los rumores de que una podría ser La guerra de las galaxias: El último Jedi no tienen confirmación. Los ataques se han recrudecido hasta tal punto que en ciertas ocasiones fuentes del FBI han aconsejado el pago del rescate, según The Hollywood Reporter.

Esa no es una opción para Disney (ni la postura oficial del FBI) que al igual que Netflix ha asegurado que no pagará. “No tendría que ser así”, contestaron de los piratas cuando cumplieron su amenaza con Orange is the New Black. Pero, como bromearon muchos en la industria, ¿de qué sirve subir a la Red algo por lo que los suscriptores de Netflix ya pagaron? Cuanto más se refuerzan sus ataques menos populares se vuelven los hackers. O así lo indica el hecho de que en 2011 el 23% del tráfico online en EE UU estuviera relacionado con el protocolo de intercambio de archivos BitTorrent, mientras que ahora es solo un 5%. El acceso a 10.000 horas de programación original como el que ofrece Netflix ha cambiado las reglas del juego. Y el sector confía en que películas como Piratas del Caribe sean un espectáculo por el que el público prefiera pagar antes que verlo en enlaces de dudosa procedencia y calidad. Espen Sandberg, codirector del filme, cree en ello: "Piratas del Caribe tiene las mayores dimensiones a las que uno como realizador puede aspirar".

Aun así, The Hollywood Reporter asegura que al menos una compañía ha pagado el rescate. Y las casas de posproducción como los estudios Larson son las principales víctimas. Ahí fue donde TheDarkOverlord se infiltró para conseguir los episodios de Netflix y otras series. Blindarse frente a la piratería cuesta, y el precio es demasiado elevado para los estudios independientes de posproducción. A la falta de recursos, además, se puede sumar un exceso de confianza. “No tienen el mismo músculo para defenderse Disney y una pequeña productora española. Lo ideal es que la protección sea una responsabilidad compartida entre productor, distribuidor y exhibidor, pero a veces cada uno piensa que los otros asumirán esa tarea. En algunas ocasiones alguien denuncia que se siente defraudado pero no ha hecho nada hasta entonces”, asegura Fuentes.

De ahí que subraye la importancia del control preventivo, además del represivo. Y Grady Summer, experto en seguridad cibernética, ha sugerido que los estudios exijan de las compañías con las que trabajan una auditoría de la impenetrabilidad de sus sistemas, algo demasiado caro para muchas firmas. Zack Snyder, director y productor de Wonder Woman, declaró: “Quizá la única opción sea volver a los orígenes y rodar en película. Con lo analógico se acaban los peligros de la era digital”. Pero oponer a los cañonazos piratas una barrera de celuloide no es más que una broma. La solución definitiva, mientras, sigue en altamar.

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