“El cine documental le quita frialdad y distancia a las historias”
La realizadora mexicana Lucía Gajá ha estrenado en el festival Docs Valencia ‘Batallas íntimas’, un retrato fiel de la violencia conyugal
La directora de cine Lucía Gajá (Ciudad de México, 1974) acaba de estrenar en el Festival Internacional de Cine Documental, Docs Valencia, que ha clausurado este fin de semana su primera edición, su película Batallas íntimas, una historia de supervivencia y reconstrucción de cinco mujeres de tres continentes que han sufrido la violencia a manos de sus parejas. Durante cuatro años rodó de forma intermitente sus vidas en un intento de remover conciencias y mostrar, como repiten las protagonistas, cómo el lugar más amoroso, más seguro, que es el hogar, no lo es para miles de mujeres de todo el mundo.
No es la primera vez que Gajá, licenciada en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) y miembro activo de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, se sumerge en un caso sobre injusticia y mujeres. Su cinta más premiada es Mi vida dentro, mejor documental en el Festival Internacional de Cine de Morelia en 2007. Su cinta fue fundamental en la revisión del caso de Rosa Estela Olvera en Austin, Texas.
Pregunta. ¿Apostó por el cine documental por su capacidad de transformar al espectador?
Respuesta. Algo que me atrajo mucho del documental desde el principio es que trabajas todos el rato con las personas y sus historias. Y de alguna manera no hay forma de cambiar eso. No son actores o actrices que interpretan un papel, luego se despojan de él y vuelven a sus vidas. El documental son historias prestadas de gente y me atrajo mucho desde el principio armar una historia sobre alguien pero desde mi punto de vista.
Me importa mucho hacer reflexionar al espectador, transformarlo. Muchas veces el cine documental le quita frialdad y distancia a las historias. De repente, las historias tienen rostro, lugar y espacio, y de esa forma podemos acercarnos más a esos casos que pueden sucedernos a todos, que no nos son ajenos.
P. ¿Qué le movió a hacer Batallas Íntimas?
R. La empecé a trabajar hace ocho años después de leer un artículo sobre un hombre que asesinó a su mujer en casa a puñaladas el día de su cumpleaños. Los dos tenían 75 años. No era la primera vez que leía una nota sobre violencia conyugal pero en ese momento había terminado mi primera película, buscaba qué contar y me interesó mucho el tema. Quería saber por qué pasaba eso, por qué, como repiten varias veces las protagonistas de Batallas Íntimas, el hogar, que debería ser el lugar más amoroso y seguro, no lo era para esas mujeres.
P. ¿Y lo averiguó?
R. Creo que sí. Es un documental que habla de la violencia doméstica en cinco países muy distintos, que son España, Finlandia, EE UU, México y la India. Quería saber cuáles eran las coincidencias o diferencias en que la violencia doméstica se desarrollaba. Cuando empecé la investigación, todo eran cifras y quería comprobar lo que leía, saber si los casos se parecían. Y lo que encontré fue sorprendente; la forma en la que las mujeres eran violentadas por sus parejas eran muy parecidas, casi un abc de cómo ejercer la violencia contra la mujer. Me asustó que la violencia en el hogar sea algo tan arraigado, tan profundo, que hombres con culturas distintas ejerzan una violencia muy parecida hacia sus parejas. Coinciden todos en cómo despojan a la mujer de su entorno y ejercen una violencia piscológica, económica y también física. No tengo estudios de género pero creo que el patriarcado y cómo somos educados hombres y mujeres influye mucho.
P. ¿Cómo seleccionó las cinco historias de la película?
R. Me interesaba mucho sacar diferentes países para mostrar que no solo sucede en países en desarrollo o en familias marginales. Me dirigí a Finlandia, con unos indicadores de desarrollo y educativo muy buenos, a México, que es mi país de origen y allí vivimos una desgracia desde hace muchos años en feminicidios. De España me interesaba que ustedes empezaron a visibilizar el problema, a nombrar a las mujeres asesinadas por sus parejas, y eso causaba mucha impresión en mi país. Me interesó también EE UU porque está al lado de México y había muchos refugios para mujeres pero no se hablaba mucho de la violencia de género. Y de la India me interesaba mucho hablar porque era un país lejano al mío, donde muchos matrimonios son acordados, donde se paga una dote para casar a las hijas.
P. El documental no recurre a escenas explícitas de violencia, el ritmo es calmado y la fotografía está muy cuidada. Lo que estremece es el relato de las mujeres. ¿Por qué eligió esta narración visual?
R. Cuando empecé a imaginar la película tenía claro que no quería mostrar la violencia, no quería una violencia gráfica; lo que me interesaba mucho es que esa violencia la pudiéramos sentir y ver a través del testimonio de las mujeres. Que su voz, que muchas veces no es apreciada, nos llevara como espectadores por ese camino de violencia. Fue un reto muy grande, que esa violencia se sienta y se viva en una película donde esa agresión no se muestre. Fue algo muy difícil. La trabajé mucho con el fotógrafo Marc Bellver, de origen catalán y afincado desde hace muchos años en México. Ayudó mucho que la película la hicimos durante cuatro años y fuimos encontrando la belleza de la historia. Quería contrastar la belleza que nos rodea, la belleza de la vida, con esas historias tan dolorosas y al mismo tiempo de reconstrucción. De esa vida tan dramática encontraron por decisión propia una salida. Visualmente era importante encontrar una metáfora de esa reconstrucción, de ese camino. Y la metáfora fue hacer esa película de forma poética. De pronto, puede ser muy fácil a través de lo visual, de lo inmediato, decir: qué fuerte, qué doloroso.
P. ¿Cuál ha sido la reacción del público cuando se ha proyectado?
R. Es la primera vez [en Valencia] que sale de México. La película tiene pocos meses desde que la estrenamos. En México se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Morelia, luego compitió en el Festival de Guadalajara y allí empezaron a suceder cosas importantes. Las funciones con el público fueron muy fuertes. No ha habido una sola sesión donde en el debate posterior, mujeres se hayan expresado como víctimas de maltratao, hombres hayan contado su infancia de violencia, algunos jóvenes que hayan reconocido violencias propias. Ha sido interesante e importante. Era un reto para mí que la película no solo lograra un lazo con las mujeres sino con los hombres también. No quería hacer una película en contra de los hombres, o del amor y el matrimonio, sino una película donde pudiera decir esto no es amor, esto no es amar.
P. Vive en un país donde hay violencia por doquier. Los feminicidios en Ciudad Juarez y Estado de México, los asesinatos de periodistas… ¿Cómo lo vive?
R. Es absolutamente doloroso. Yo nunca me imaginé que mi país se iba a convertir en lo que es hoy. Pienso en mi infancia y en la que le ha tocado a los niños y niñas de ahora y es tan diferente. Cuando yo crecí, eso no existía, al menos a los niveles que tenemos ahora y me acuerdo perfectamente de pensar en países donde había guerras y lo horrible que me parecía vivir así. Y México es ahora un país donde el feminicidio empezó escandalosamente en Ciudad Juarez pero ahora sucede en todo el país. Mujeres desaparecidas, asesinadas, violadas; es absolutamente doloroso. Es un nivel inconcebible. Lo que está pasando con los periodistas…
P. ¿Hay alguna esperanza de que eso cambie?
R. No lo sé. Lo que me da miedo es que esta violencia se ha normalizado desde hace unos años y esa normalización está permitiendo que siga sucediendo. Además, hay una impunidad escandalosa en México. Vemos a padres y madres buscando a sus hijos y sus hijas, haciendo el trabajo que debería hacer el Gobierno, solos, solas. Han encontrado ayuda y cobijo en otras personas que están en la misma situación. Y el periodismo se sigue ejerciendo gracias a la valentía asombrosa de los profesionales pero están desprotegidos. Menos mal que hay pequeñas asociaciones independientes que tratan de cobijarlos. Pero desde el Gobierno no se está haciendo nada.
P. ¿Cómo está de salud el cine documental? ¿Por qué no se proyectan más documentales en las salas de cine?
R. El cine documental se está volviendo una herramienta fundamental para el cine. No solo se produce mucho más documental, que no quiere decir que haya más apoyos económicos, pero me da tantísimo gusto. Es la realidad contada desde nuestra propia subjetividad. Creo además que hay una exploración desde la narrativa del cine documental desde hace tiempo que lo vuelve cada vez más interesante. Se necesita un apoyo desde la producción y distribución mucho mayor al cine documental. Los que estamos en el festival comentábamos aquí en Docs Valencia lo bonito que sería vivir de ello. Ahora es muy difícil. Si se le diera más espacio a la exhibición del documental, la gente lo vería más. Creo que festivales aquí y en México ayudan mucho a esa formación de público.
P. En su anterior película Mi vida dentro describía el caso de otra mujer, el de la mexicana Rosa Estela Olvera, condenada a prisión en EE UU por el homicidio de uno de los niños que cuidaba. Su documental influyó en la revisión del caso. ¿Tiene algún proyecto entre manos?
R. La película generó un movimiento amplio pero no trascendió y ella sigue injustamente encarcelada. No he podido olvidar ese caso. El compromiso con esas historias es importante y estoy intentando hacer una película que hable de lo que ha pasado y sigue pasando con Rosa, que sigue en prisión. Ése es un proyecto fuerte ahora. Además estoy acabando otra película que comencé a filmar hace pocos años pero no acabé. Se llama Cooperativas de cine marginal y cuenta la historia de un grupo de estudiantes que entre 1971 y 1973 crearon una cooperativa y filmaron los movimiento obreros que surgieron en México.
Babelia
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