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“En febrero de 1917 se produjo un caleidoscopio de revoluciones”

El historiador Julián Casanova reconstruye en ‘La venganza de los siervos’ los sucesos que cambiaron el mundo

José Andrés Rojo
Julián Casanova en el Hotel de las Letras.
Julián Casanova en el Hotel de las Letras.Samuel Sánchez

Fue durante la celebración del Día de la Mujer, el 23 de febrero de 1917 (8 de marzo en casi todo el resto del mundo), cuando empezó todo. La gente estaba harta de la marcha de la guerra, de los muertos que llegaban del frente, del hambre que azotaba cruelmente a los más débiles. Así que ese día, las mujeres de una fábrica de algodón marcharon hacia el centro de Petrogrado, la actual San Petersburgo, con el afán de proclamar que ¡basta ya!, que había llegado la hora de la paz. Un montón de obreros se fueron incorporando y a mediodía la marcha era ya imponente, miles y miles de personas caminaban con la furia de los que no tienen nada que perder. Fue el principio de todo: hasta la caída del zar Nicolás II el 2 de marzo, las multitudes no dejaron de movilizarse.

“No hubo una revolución, lo que se produjo fue un caleidoscopio de revoluciones, donde el papel de las mujeres fue esencial y donde se mezclaron obreros, soldados, campesinos, minorías étnicas, gente de todo pelaje”, explica el historiador Julián Casanova. “Y si finalmente tuvo lugar ese monumental estallido social fue porque antes se había producido una desacralización del imperio ruso. Ya no era invencible, su ejército era un desastre y el zar, un inepto, con un Rasputín en la corte que hacía lo que quería y una emperatriz sospechosa de favorecer a Alemania”.

Casanova acaba de publicar ‘La venganza de los siervos. Rusia, 1917’ (Crítica). “Lo que he querido en el libro es ordenar todo ese magma para un lector de la era digital, que ya no se contenta con un relato lineal y que exige que se interprete una realidad tan compleja”, comenta. Los lejanos antecedentes, la guerra ruso-japonesa, la revuelta de 1905, la Gran Guerra del 14 y, de pronto, un imperio que empieza a derrumbarse mientras la mayor parte de sus soldados siguen en la guerra y otros, en la retaguardia, se han sumado a la revolución. Luego llega Lenin, la segunda revolución de octubre y el triunfo de los sóviets. El mundo ya no sería el mismo.

“Hubo una mezcla de rabia, humillación, indignación, pero también muchas esperanzas”

“Lo que hizo Alejandro II en los años setenta del siglo XIX fue poner fin a lo que Arno Mayer llamó la persistencia del Antiguo Régimen”, dice Casanova para explorar el remoto contexto del que procede todo. “Le quitó los grilletes a la sociedad rusa para que pudiera modernizarse. Pero lo asesinaron. Su hijo, Alejandro III, reaccionó al crimen deteniendo la historia, y acabó con el proyecto que estaba desarrollando su padre: el de ensanchar la base política del país, integrando e incorporando a los súbditos para convertirlos en ciudadanos. Y evitar así una revolución”.

Esos súbditos la terminarían haciendo. “Nicolás II continuó el proyecto represor de su padre. Tenía ante sí un imponente imperio que llegaba hasta Vladivostok, sujeto a múltiples tensiones, y con un campesinado terriblemente oprimido. Los dos grandes golpes que padeció entonces Rusia fueron la guerra con Japón en 1904-1905 y la gran conflagración mundial de 1914. Alguien le dijo entonces al zar que si se metía en una guerra con Alemania tendría una revolución. Y eso fue lo que ocurrió”.

Había ya una atmósfera cargada de violencia. Casanova: “El terror que mató a Alejandro II fue un terror muy decimonónico, en el que el tiranicida quiso demostrar que el tirano era vulnerable y por eso lo mató. Era lo que hacían entonces los anarquistas: asesinaron a la emperatriz Sisí, al rey de Italia, al presidente francés, a Cánovas del Castillo y a tantos otros. Lo que vino después, en cambio, fue una violencia de otra naturaleza, donde intervenían causas culturales, nacionalistas, sociales, políticas e ideológicas. Una violencia que tenía como contrapunto un Estado policial, el Estado del zar, y que surgía desde abajo. La venganza de los siervos iba a llegar tarde o temprano”.

“Lenin buscó la paz, hizo una segunda revolución y entregó la tierra al campesinado”

¿Fue sólo una venganza o hubo algo más? “En la revolución hubo una mezcla de rabia, humillación, indignación, pero también muchas esperanzas. Los sóviets, por ejemplo, permitían que hubiera una participación democrática y popular, desde abajo, en lo que estaba sucediendo. Existieron un montón de sueños y proyectos que se olvidan fácilmente porque luego vino el horror del estalinismo”.

Y luego en abril llegó el tren de Lenin a la Estación Finlandia. “Lo que hace es canalizar ese proceso y traicionarlo”, explica Casanova. “Se da cuenta de tres cosas: había que terminar la guerra, hacer una segunda revolución que diera el poder a los bolcheviques y repartir la tierra entre los campesinos. Tras la paz vino la guerra civil, y ahí fue donde Lenin tuvo la oportunidad de liquidar a sus enemigos internos, los otros revolucionarios”. La historia del comunismo había comenzado.

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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