“Benedicto hizo poco, pero Francisco no ha hecho nada contra la pederastia”
Emiliano Fittipaldi, el periodista que encaró un proceso en el Vaticano por las revelaciones de la trama económica, aborda en ‘Lujuria’ los casos de abuso
Mientras Emiliano Fittipaldi (Nápoles, 1974) seguía el rastro de algunos pecados capitales en el seno del Vaticano, le han salido varios mortales. Lo hizo a fondo con las investigaciones que dieron lugar a su libro Avaricia (Foca) y, lejos de amedrentarse, ha continuado con Lujuria, que aparece esta semana en España.
“Tengo que estarles muy agradecido”, comenta. “Un día, mientras me encaminaba por el Vaticano al tribunal que nos juzgó a Gianluigi Nuzzi y a mí por revelación de secretos, un obispo se acercó a mí y me dijo: está muy bien el trabajo que han hecho respecto al asunto de las finanzas, pero lo grave está en los casos de pederastia”. Fittipaldi se quedó con la copla. Y dos años después, después de haber hilado un pormenorizado relato de los hechos que sacuden a la Iglesia en dicho asunto a escala mundial, concluye: “Benedicto XVI hizo poco, pero el papa Francisco no ha hecho aún nada contra la pederastia en la Iglesia. Es una enfermedad muy asentada en el seno de la Iglesia”.
Si Avaricia mareaba a base de datos pertinentes, basados en las filtraciones que dieron lugar al Vatileaks, Lujuria asombra acerca de la absoluta incapacidad de la cúpula de la Iglesia para frenar el vendaval de escándalos sexuales. En el primero, Fittipaldi destapaba la trama financiera e inmobiliaria en la que se mueve el dinero de la Iglesia. Ahora da cuenta de cómo varios encubridores de violaciones forman parte del núcleo duro de toma de decisiones: el famoso C9, un grupo de asesores principales que rodea a Bergoglio.
Por Lujuria pululan protagonistas del libro anterior, como Tarcisio Bertone o el cardenal australiano George Pell, “miembro del C9 y, para mí, un auténtico criminal”, comenta Fittipaldi. Los años del episcopado de Francisco pasan y según él, cunde el desánimo entre quienes realmente creían que llegaba a cambiar las cosas y tienen ahora elementos para comprobar que difícilmente lo consiga. “Lo empiezan a ver como un genio de las relaciones públicas, pero no más. Este papa ha tenido varios aciertos, como su empeño evangelizador, pero está fracasando a la hora de destapar la trama de poder de la curia”.
Los cálculos estiman que la pederastia se extiende entre el 7% de los sacerdotes a escala mundial. ¡Es una barbaridad!”, alerta el autor.
En cuanto a la pederastia, resulta increíble cómo se multiplica la avalancha. “En el Vaticano se han doblado los casos. Registran unos 400 al año cuando hace poco tiempo estaban en 200. Lo malo, además, es la nula transparencia que se da al respecto, un error político, a mi juicio que demuestra el principio de Lampedusa: que algo cambie para que todo siga igual. Podemos saber quiénes son las víctimas, pero no aquellos sacerdotes implicados”, denuncia Fittipaldi.
Entre ellos, el periodista napolitano ha ahondado en varios procesos desconocidos y otros conocidos, como el de la archidiócesis de Granada. Algo que no deja de asombrarle es el caso italiano y español. “Cuando vi Spotlight, al final se citaban escándalos de todo el mundo. Pero no aparecía ni uno sólo en Italia y tan sólo uno en España. Van abriéndose denuncias individuales, pero no se ha acometido aun una causa general, como ha ocurrido en otros países. ¿Por qué en los lugares donde tiene más presencia la Iglesia no saltan estas causas generales? Está muy claro. Dominan el poder y varios escenarios del mismo: desde la educación a los medios de comunicación, cuentan con mecanismos que los frenan”.
O en la justicia, caso de Italia. “De acuerdo con una ley de la era Mussolini, la autoridad civil y la eclesiástica van por caminos distintos”. En otros lugares se ha roto el tapón y, pese a los intentos de ocultar o comprar el silencio de las víctimas, la vía judicial ha actuado con eficacia. “Pero produce mucha impotencia ver una y otra vez como algunos depredadores siguen siendo protegidos por las cúpulas, las diócesis y todo lo que se dice de ellos es que han sido trasladados o que han pasado a una vida de recogimiento y oración”, cuenta Fittipaldi.
Entre todos los pecados vaticanos, al autor de Lujuria, el que más le asombra es la hipocresía. Salta como el común denominador más presente en sus dos libros. Pero, en este último, de forma escandalosa. Por varias razones: “Porque los actos contra el sexto mandamiento entre varios sacerdotes están a la orden del día. Los cálculos estiman que la pederastia se extiende entre el 7% de ellos a escala mundial. ¡Es una barbaridad!”, alerta el autor.
Pero hay más: “Porque, si en las Sagradas Escrituras la doctrina contra los homosexuales no ha cambiado, un lobby gay del que hasta Elmar Mäder, jefe de la guardia suiza alertó de su poder dentro del vaticano y cuya existencia ha sido admitida por el papa, controla contratos y carreras. Porque obispos eméritos como el de Mesina por un lado predican y por otro son nombrados herederos universales en el testamento de sus amantes. Porque los abusos de menores no se han erradicado, sino que en los tres primeros años de pontificado de Bergoglio han sido presentadas ante la Congregación para la Doctrina de la Fe 1.200 denuncias de abusos verosímiles a niños y niñas de medio mundo. Y, con todo, al parecer, no solamente no se ha castigado a los encubridores, sino que muchos de ellos han sido ascendidos”.
Aun así, no ve mala fe Fittipaldi en el papa Francisco. “Dicen que soy duro con él. Pero lo crítico desde una posición progresista. Simplemente, como a Benedicto XVI, la trama de poder lo está sobrepasando”.
Babelia
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