Muere el director de cine Jonathan Demme a los 73 años
'El silencio de los corderos', por la que ganó el Oscar a mejor dirección, 'Stop Making Sense', 'Heart of Gold' y 'Philadelphia' fueron sus películas más conocidas
Hubo muchos Jonathan Demme, todos interesantes, aunque no todos conocidos. Dirigió El silencio de los corderos y Philadelphia, pero también Heart of Gold o Stop Making Sense, obras maestras del rock en el cine. Humanista, viajero, cinéfilo, de una educación exquisita en el trato con quien le rodeaba, gastrónomo, y sobre todo y ante todo amante de la música. Contó con amigos por medio mundo, entre ellos Pedro Almodóvar, Bernardo Bertolucci, Laurie Anderson y Chema Prado, exdirector de la Filmoteca Española. Por supuesto, David Byrne y Neil Young. Porque Demme, que falleció ayer en su apartamento de Manhattan a los 73 años víctima de un cáncer de esófago, “era muy de piel”, apuntaba tras conocer su muerte Prado, que le recuerda como “el tipo más adorable del mundo, tierno, culto, muy mediterráneo con sus amistades”. “Ha tocado todos los palos con éxito. En realidad, no se le podía etiquetar más allá de que no parecía muy americano. Estaba como aparte del resto del mundo”.
Y pesar de lo anterior, neoyorquino hasta la médula. Robert Jonathan Demme nació en Baldwin (Nueva York) en febrero de 1944. Hijo de un ejecutivo de relaciones públicas, se licenció en la Universidad de Florida y empezó en el mundo del cine –como muchos otros directores y actores de su generación- en la productora de Roger Corman, para el que dirigió tres películas. Logró cierta resonancia crítica, que confirmó con Melvin y Howard (1980), una pequeña película sobre la relación entre un perdedor y el excéntrico millonario Howard Hughes, que ganó dos oscars. Mientras se convertía en uno de los más solicitados directores de vídeos musicales para Talking Heads, UB40, New Order, realizó la desafortunada película con Goldie Hawn Chicas en pie de guerra (acabó enfrentado a la estrella). En 1984 dirige Stop Making Sense. “No era un documental, sino que grabé una perfomance de Talking Heads. La comunión con la música en directo es la forma de cine más pura que existe, es un excelente maridaje. La meta es no mostrar la música, sino que el cine interactúe con ella y se convierta en parte de la experiencia”, contaba en su última visita a España en noviembre de 2015 para presentar una proyección de ese filme.
A lo largo de su carrera, Demme tuvo gran ojo con los actores. En Algo salvaje (1986) sacó el lado más gamberro de Melanie Griffith; en Casada con todos (1988) exprimió a Michelle Pfeiffer, y resucitó la carrera de Anthony Hopkins y catapultó la de Jodie Foster con El silencio de los corderos. “Hollywood es un tiovivo, provoca demasiado estrés y acorta la vida. En realidad, no disfruto del viaje empresarial, con tantas personas opinando sobre tu trabajo. Va en contra de mi manera de ser. Y ahora ya no busco guiones, prefiero los documentales, la información", contó en 2008, cuando presidió el jurado del festival de San Sebastián.
El silencio de los corderos merece un aparte. En 1991 se llevó los cinco oscars principales (Película, dirección, guion, actor y actriz), la tercera y última vez que se ha logrado este repóquer. “Cuando ganas el Oscar, durante un tiempo la gente cree que sabes lo que estás haciendo”, contaba. “Para mí, El silencio de los corderos fue la llave para convencer a los grandes estudios para hacer películas que de otro modo nunca habrían financiado”. Y así consiguió que un gran estudio financiara una película sobre el sida (Philadelphia) y otro un filme sobre la esclavitud (Beloved). A su vez, se hizo popular por rechazar multitud de grandes producciones. “De Philadelphia me arrepiento de haber recortado tanto en montaje al personaje de Antonio Banderas. Su hubiera ido íntegro, su carrera en Hollywood habría ido por otro lado, por dramas más de autor y candidatos al Oscar”. Ayer, el malagueño recordaba: “Se ha ido uno de los grandes. Tuve la oportunidad de trabajar con él en una película necesaria y brillante como Philadelphia. Un tipo valiente que supo leer la historia del tiempo que le tocó vivir y trasladarlo a la pantalla”.
El neoyorquino siguió filmando en el siglo XXI a Neil Young gira tras gira (entre esos trabajos brilla el soberbio Heart of Gold), haciendo películas para grandes estudios (como sus versiones de Charada retitulada La verdad sobre Charlie, o de El mensajero del miedo –“La rodé en el clima posterior al 11-S, cuando el gobierno de Bush estaba lavando el cerebro a los americanos y utilizando el miedo como arma política para justificar la guerra de Irak. El momento no podía ser más pertinente”-) y dirigiendo sus documentales políticos y sociales: sobre Haití, sobre Jimmy Carter... “Para que la democracia funcione todo el mundo debería implicarse en los grandes asuntos sociales”, defendía.
Demme siempre obtuvo un mínimo glorioso de calidad. En sus últimos años se pudo ver en filmes como La boda de Rachel, con la que Anne Hathaway abandonó los personajes adolescentes, en sus apasionados vídeos musicales para sus amigos (como dice un personaje de La boda de Rachel, "preferiría no vivir sin Neil Young"), incluso en sus proyectos televisivos: el mismo día de su muerte, en una macabra coincidencia, se ha emitido en Estados Unidos el capítulo que ha dirigido de la serie Shots Fired. Famoso en los noventa por sus primeros planos, en los que incluso los personajes miraban a cámara, el cineasta mutó al final en su estilo: "Me he pasado años intentado captar momentos elegantes como Howard Hawks. Pero la llegada de Scorsese, las influencias del neorrealismo o de la nouvelle vague me han ganado ahora. Me gusta el estilo documental”.
Babelia
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