Dentro del cuerpo de Frida Kahlo
Benjamin Lacombe bucea en el dolor de la artista en un álbum troquelado y lleno de color
Benjamin Lacombe ya no es solo el artista que arrasa en el mercado ilustrando clásicos infantiles con cierto aire a lo Tim Burton. Alterna trabajos para el público infantil y adulto, pero sus personajes siguen conservando la distancia con el lector, los ojos asombrados y la boca cerrada que le han convertido en un superventas. Edelvives, su editorial en España y Sudamamérica, sabe que un lacombe es un éxito asegurado y no ve riesgo en nuevas aventuras. En la última, Frida, el francés abandona su paleta apagada y se entrega al universo colorido de la pintora mexicana Frida Kahlo. Lo que él llama “una nueva gramática gráfica”, pero sin perder su propia voz.
“Ha sido difícil hacer este libro. Ella se escondía como con una máscara detrás de tantos colores y ese aspecto singular. Y luego está la Frida real, la que no vemos, la que tiene el cuerpo destrozado y se somete a muchas operaciones. Esa es la Frida que queda, la que vemos en la Casa Azul”, cuenta en un hotel de Madrid Lacombe (París, 1982).
Desde que estudiaba en la Escuela de Artes Decorativas de París Lacombe, premiado por Time Magazine ya por su primer trabajo, se sentía fascinado por Kahlo. Pero una visita a la Casa Azul, la vivienda de ella en Coyacán, fue definitivo para que se sentase a ilustrar. “A veces tenemos miedo a obsesionarnos con un tema. Y no quería que fuese un proyecto que solo yo comprendiese. Por eso necesitaba que alguien escribiese el texto y ese ha sido Sébastien que estaba a mi lado en la Casa Azul conmovido”, relata el autor traducido a diez idiomas. “Es un sitio mágico, hay cinco o seis pinturas y el resto son objetos que pertenecieron a Frida, que customizó fotos de familia o sus prótesis... Y esas cosas debían estar en el libro”. Así que el álbum está plagado de flores, monitos araña, vistosas joyas, ortopedia o calaveras. Y, cómo no, su gran amor, el muralista Diego Rivera, al que retrata con un corazón ensangrentado entre las manos.
“Frida es un libro del dolor, que ella logró transformar para crear algo que la convierte en un icono”, opina Lacombe. “La medicina es fundamental en su vida. Quería ser doctora e iba a clase cuando tuvo el accidente. Por eso toda su vida estudió su anatomía”. Para plasmar el dolor que sufría –una barrilla de hierro atravesó su cuerpo- el francés consultó su correspondencia, hojeó tratados de anatomía, curioseó aparatos ortopédicos antiguos o abocetó el cuerpo humano. Muchos de estos esbozos se han visto en el Museo de Historia de la Medicina de París.
Las ilustraciones de Lacombe iban a viajar a España pero, cuenta, no llegó a un acuerdo con los institutos franceses. Los bosquejos se mostrarán, sin embargo, en el Instituto Francés de Buenos Aires (coincidiendo con su feria del libro), y en el de Ciudad de México. Y mientras en España, poco antes de la Feria del Libro de Madrid, se publicará su peculiar versión de Alicia a través del espejo. Lacombe avisa que incluye menos ilustraciones que el primer y exitoso volumen.
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