E-ratas
Enfermos se hallan hoy los textos en las redes sociales, en los libros, los periódicos, los panfletos...
El nombre de “Casimiro” no alude sólo al recio medio del Real Madrid que se encarga de taponar los espacios que abren los ataques del rival. “Casimiro” es también el nombre de una editorial pequeña, pero recia, que no deja pasar desidias en la vida intelectual.
Una de sus breves publicaciones, prologada por Miguel Catalán, es un texto de Karl Kraus titulado La tarea del artista y difícilmente pueden exponerse tantas verdades como puños en un escrito tan enhiesto y eficiente. “Casimiro” como marca.
Karl Kraus, a quien le sobraba carácter y no cesó de atacar las ideas de Freud y sus complejos, publicó —sin complejos— Literatura y mentira (Literatur und Lüge) donde zurraba a los malos críticos y escritores de su tiempo. Y les atizaba no ya por su dudosa calidad —cuestión irremediable— sino por sus diferentes desaliños. Para Kraus lo estético y lo ético-político se enroscaban en un mismo fuste. Un mismo poste de bondad y de maldad.
Por ejemplo, así como no podríamos admitir una pintura o una música ramplona no habríamos de aceptar una escritura con erratas, desgreñada y sucia. No se critica pues tan sólo la idea sino su mala presentación. Es decir, censura Kraus la desabrida presentación de un producto literario (u oral como ocurre hoy en el Hemiciclo) convertido en un lenguaje grosero y zarrapastroso.
El fenómeno —entonces y ahora— se resumiría en vocablos mastuerzos o en la insufrible polución de erratas. “Pústulas de un organismo enfermo”, porque así de enfermos se hallan hoy los textos en las redes sociales, en los libros, los periódicos, los panfletos o los crawls al pie de la pantalla televisiva.
Kraus se quejaba del desarreglo general en los años veinte pero si se compara la atención que tanto la ortografía como todo su universo regía entonces, podría decirse, de hecho, que hemos sido infectados por una plaga de erratas (o ratas) capaces de corroer el lenguaje y con ello el respeto tanto a su condición estética como moral.
¿Moral? La “errata” —dice Catalán— no carece de acepciones morales. “Tanto mendacium (mentira) como mendax (mentiroso) provienen del sustantivo mendum que significa error o errata. Y también en el Diccionario de Autoridades, “mentira se llama a la errata o equivocación que se hace en los escritos”.
Y esto pasa de continúo “rateramente” sobre pantallas y páginas, más los dichos que se retuercen oralmente para decir “me puso los pelos de gallina” en vez de “me puso la carne de gallina”. U otro célebre, entre muchos, con cuyo comentario gané el premio Miguel Delibes de Periodismo comentando el “hacer la vista sorda” en lugar de “hacer la vista gorda”, expresión que chiflaba a un primo mío y que nunca jamás enmendó nadie ante el temor, supongo, de que la errata (esa rata) se lo comiera por los pies.
Babelia
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