En las manos de Auguste Rodin
El Grand Palais de París dedica una exposición al escultor en el centenario de su muerte, que compara su obra con la de sus sucesores
Cien años después de la muerte de Auguste Rodin, Francia celebra al más célebre de sus escultores a través de una serie de exposiciones que aportan nuevos ángulos de lectura respecto a su obra. La principal es la gran muestra que el Grand Palais de París inaugura este miércoles, que permanecerá abierta hasta el 31 de julio. Mitad retrospectiva y mitad ejercicio comparativo, la exposición revisa sus principales hallazgos formales y demuestra su posterior influencia en los grandes nombres que le sucedieron, desde maestros como Picasso, Giacometti, Brancusi, Klimt, Matisse o Henry Moore hasta cotizados artistas contemporáneos como Tracey Emin, Annette Messager, Marcus Lüpertz o Thomas Houseago.
A partir de un conjunto de 350 obras, 200 de ellas a cargo de Rodin, la muestra se adentra en la revolución expresionista que el escultor llevó a cabo en su disciplina. Rodin convirtió el cuerpo humano en elemento fundamental de su lenguaje artístico. Lo desnudó de artificios y de contexto histórico y literario, para favorecer la fuerza del gesto, la textura de la piel y la atención enfermiza a las manos. A veces, el detallismo era tal que Rodin incluso fue acusado de utilizar moldes realizados con modelos humanos. Pese a todo, siempre prefirió la arcilla al mármol, las primeras hormas de yeso al resultado final, los accidentes a la perfección.
A menudo, su falta de academicismo logró sembrar el pánico en el París del siglo XIX, que no supo celebrar a este hijo de policía de origen muy modesto hasta la última etapa de su vida. Su primera obra conocida, realizada a los 24 años, fue El hombre de la nariz rota, retrato de un humilde obrero parisino. Su busto de Víctor Hugo fue desdeñado por el propio modelo, que le reprochó haberlo retratado “con ojos de asiático”. Su escultura en honor a Balzac también fue rechazada por la institución que se la había encargado, que la comparó con “un muñeco de nieve”. El gran escritor decimonónico aparecía envuelto en un albornoz, sin brazos a la vista y convertido en volumen amorfo, casi en la frontera con el lenguaje abstracto. Rodin rebatió las críticas con una frase contundente: “Esa obra es el resultado de mi vida, el eje central de toda mi estética”.
La segunda parte de la muestra se centra en la comparación con sus sucesores, en un recorrido de interés desigual y, a ratos, algo forzado. “Su primera resurrección tras su muerte en 1917 tendrá lugar después de la Segunda Guerra Mundial, cuando ciertos artistas consideran que ya no se puede hacer escultura como antes. Se vuelve entonces a la figuración y al contenido. De repente, Rodin vuelve a convertirse en un personaje ineludible”, explica una de las comisarias de la muestra, Catherine Chevillot, directora del renovado Museo Rodin de París. A su alrededor figuran obras de Willem de Kooning, que llevaría la deformación del cuerpo humano iniciada por Rodin hasta el súmmum, o Anthony Gormley, que presenta una silueta humana formada por hula-hoops metálicos. “Rodin sigue siendo un árbol monumental de sombra muy alargada. Es difícil encontrar un fragmento del mundo que no esté conectado con ese árbol o con su sombra”, reza una cita de Gormley en una de las paredes de la muestra.
Obras inéditas
No es el único acto pensado para celebrar al escultor. El Museo Rodin de París se ha sumado al aniversario con una muestra que recoge distintas obras del artista alemán Anselm Kiefer inspiradas en el universo creativo de Rodin, desde catedrales oníricas hasta modelos de yeso. También ha reorganizado parte de su colección permanente. El espacio que ha dejado vacante El pensador, expuesto ahora en el Grand Palais junto a un doble de madera firmado por Georg Baselitz en 2009, lo ocupa desde hace pocos días una monumental obra inédita. Titulada Absolution, fue pintada hacia 1900 y retrata a una mujer que concede un beso de perdón a su compañero. Además, en una galería de la primera planta, el museo expone los sorprendentes dibujos eróticos de su llamado Museo secreto, recientemente publicados por la editorial francesa Albin Michel.
Una escultura desconocida, encontrada en un piso madrileño, saldrá a subasta a finales de mayo
“Si la obra de Rodin sigue estando de actualidad es porque habla a todo el mundo. No se requiere tener una gran cultura para entenderla, porque apela a las entrañas. Un siglo después de su muerte, todavía queda mucho Rodin por descubrir y decodificar”, afirma Véronique Mattiussi, responsable del fondo histórico del museo y comisaria de la exposición de Kiefer. Otra pieza desconocida del escultor, encontrada en un piso madrileño durante un inventario, saldrá a subasta el 30 de mayo en la casa de subastas parisina Artcurial, con un precio de salida de entre 800.000 y 1,2 millones de euros. Se trata de Andrómeda, un delicado pequeño formato de mármol de 1887, que Rodin habría regalado al diplomático chileno Carlos Morla Vicuña. Desde entonces, permanecía oculto en la colección familiar.
La obra del escultor también pasará por dos de las ciudades francesas donde residió, Calais y Meudon, donde se inaugurarán exposiciones en los próximos meses. Montepellier y Nantes también preparan sendas muestras. Los museos estadounidenses, poseedores de numerosas obras de Rodin, también se sumarán a la celebración. En San Francisco, la Legion of Honor propondrá un diálogo entre el escultor francés y artistas contemporáneos como Sarah Lucas y Urs Fischer a partir de abril, mientras que el Met neoyorquino ultima su propia muestra sobre Rodin de cara al otoño.
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