“No vi que era normal ir a prostíbulos hasta que llegué a la SGAE”
El exdirectivo Pedro Farré, en prisión por gastar 39.552 euros de la entidad en clubes de alternes, se sincera en el libro ‘Cazado’
En teoría, Pedro Farré se dedicaba a luchar contra la piratería y cuidar las relaciones corporativas de la SGAE. En la práctica, entre otras labores, este exdirectivo también visitaba prostíbulos con clientes y contactos útiles para la entidad hasta altas horas de la madrugada. Fluían el alcohol y, a veces, las drogas. Y una tarjeta de la SGAE (la principal entidad de gestión del derecho de autor en España) cubría los gastos: 39.552 euros entre noviembre de 2008 y mayo de 2009. De ahí que en 2014 Farré (Barcelona, 1971) acabara condenado a dos años y medio de cárcel, por apropiación indebida y falsedad documental. Y en enero de 2016 entró en prisión. Antes, sin embargo, volcó en un libro sus verdades y sus dudas. ¿Por qué es el único exdirectivo de una entidad arreciada por los escándalos en haber pisado el calabozo? Parte de la respuesta llega a las librerías con Cazado (Península), cuando a Farré le quedan dos meses para la libertad condicional. “Si el libro no empeora las cosas”, bromea él.
“No es una estrategia, sino una catarsis. Necesitaba escribir para poner todo en orden. Me propuse ser sincero, autocrítico y humilde. Y es también un thriller, sobre la atmósfera de la entidad y de España: tiene espías, dosieres, infiltraciones y corrupción”, relata Farré. En Cazado hay detectives que le persiguen, un presunto periodista que le amenaza y relatos desde los bastidores del poder. Tanto que se hace necesaria la aclaración de la introducción: todo lo narrado en el libro es real, al menos según su autor. Al igual que los nombres que contiene: los últimos cuatro presidentes del Gobierno, Bárcenas, Urdangarin, el expresidente de la SGAE Eduardo Bautista, tenientes de la Guardia Civil o conocidos empresarios, entre otros.
Todo el Olimpo del poder español cabe en el libro, junto con las guerras de poder y la parábola que hundió a la SGAE hasta aquel día de 2011 en que los agentes se llevaron esposados a Bautista y otros directivos, acusados de desvío de fondos, en la Operación Saga. Aquel caso aún no tiene un veredicto, pero la imagen de la SGAE nunca se recuperó del todo.
A la vez, Cazado encierra también una contradicción. Por un lado, Farré habla de “Nueva Inquisición”, sugiere la existencia de una conspiración y defiende que “solo los pececitos” acaban en la cárcel. Él, dice, no es más que “una pequeña ficha del tablero”. Asume su responsabilidad, se arrepiente, pero señala: “Ir a los prostíbulos, tras las cenas, era algo habitual. Estaban llenos de personas con corbatas. Yo no vi que era normal, hasta que llegué a la SGAE”. Cita casos, no solo en España, de veladas que acababan entre prostitutas o de comidas con “precios pornográficos”. Y reconoce que formar parte del "establishment" conlleva cierta sensación de impunidad, de que todo es posible.
Los errores que la entidad todavía paga
¿Por qué la imagen de la SGAE es tan negativa? “La entidad ha hecho labores maravillosas, pero cometió tres grandes errores: en la lucha contra la piratería, en la defensa del canon digital y en Arteria [la red de edificios que empezó a adquirir bajo el mandato de Bautista]”. Los tres casos condenaron, según Farré, la imagen de la SGAE. “No nos dimos cuenta del jardín en el que nos metíamos. Televisiones, hostelería, gigantes tecnológicos: tener a tantos enemigos a la vez es insostenible”.
Denuncia a medias
Al mismo tiempo, sin embargo, Farré no profundiza en sus denuncias. ¿Percibió comportamientos delictivos en sus siete años en la SGAE? “Siempre hubo rumores, pero no me atrevo a decir eso. No voy a nombrar a nadie”. ¿Vio en los prostíbulos a miembros del poder político, policial o judicial? “Ninguno". ¿No es contradictorio sugerir que él no es “el mejor ejemplo de corrupción” en la SGAE y no apuntar a otros? “Hay más tarjetas. No tengo por qué revelar los nombres de personas con quiénes compartí momentos en esos lugares. Si no me he defendido liándola entonces, no voy a hacerlo ahora”.
—Es decir, que podría liarla.
—No tengo tanto poder. Podría contar determinadas cosas.
“No es un libro de scoops”, jura Farré. Aunque, en este House of Cards a la española, sí destacan hechos llamativos. Por ejemplo, el libro sostiene que la SGAE “siempre cobraba por conciertos benéficos”. O apunta, citando el auto de instrucción del juez, que Bautista negoció con Urdangarin que las fundaciones SGAE y Nóos compartieran sede en el palacio del Infante Don Luis de Boadilla —la idea no cuajó—. Farré también relata que un periodista le insinuó que la Operación Saga posiblemente aspirara a vincular a la SGAE con la trama Gürtel.
Más dudas quedan en el aire. Tras 35 minutos, la charla termina. Antes de las 23.00, Farré ha de regresar a la cárcel de Alcalá de Henares. Le espera su celda, de un metro y medio por cuatro.
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