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“Votar es como comer una mandarina si tienes hambre. El hambre seguirá”

El autor de 'Contra las elecciones' reivindica una renovación urgente de la democracia

Berna González Harbour
David Van Reybrouck, en un hotel de la Gran Vía de Madrid.
David Van Reybrouck, en un hotel de la Gran Vía de Madrid. Luis Sevillano

Este arqueólogo no busca un sombrero de Indiana Jones ni cabalga por Petra en busca del Santo Grial, pero su causa tiene un cierto aroma a última cruzada. A arca perdida. La tormenta ha estallado para la democracia con el ascenso populista y David Van Reybrouck  (Brujas, 1971) se atreve a hacer propuestas para renovar el sistema: “Si queremos mantener la democracia, tenemos que cambiar la democracia”, dice en una entrevista en Madrid. “Ahora mismo hay una fatiga de la democracia”.

Van Reybrouck publica en España Contra las elecciones. Cómo salvar la democracia (Taurus), un golpe en el estómago del sistema representativo tal y como está funcionando y una invitación a un modelo más participativo, que no directo. “La democracia representativa es vertical mientras la sociedad es horizontal”, es uno de los mantras del libro. “No se trata de derecho a votar, sino de derecho a participar”.

“Estamos en medio de la tormenta y no será breve”

- ¿Por qué un arqueólogo escribe un libro sobre democracia?

- No sé, nunca me lo habían preguntado –ríe Van Reybrouck-.  Churchill dijo al inaugurar la Cámara de los Comunes que nosotros damos forma a los edificios y luego los edificios nos dan forma a nosotros. La arqueología te enseña a pensar en el largo plazo y en el contexto material y cómo este da forma a nuestro comportamiento.

- ¿Estamos en la calma antes de la tormenta, como afirma en el libro?

“Los referendos son un paso más allá que las elecciones, pero siguen siendo primitivos”

- Estamos ya en medio de la tormenta y no será breve. Lo escribí cuando aún no había ganado Trump ni el Brexit. El mundo ya está cambiando. Hungría y Polonia han empezado autocracias y la UE puede ser historia en un año si Le Pen gana en Francia.

Durante varios años, este arqueólogo belga ha estudiado el funcionamiento de un sistema democrático heredado del siglo XVIII que está revelándose incapaz de satisfacer a los ciudadanos del siglo XXI. “Lo que está fallando es el procedimiento, que viene de un tiempo en que la información era lenta, la educación también, el transporte era laborioso y lo único que ha cambiado en estos siglos es que hemos ampliado el derecho al voto a más grupos: a trabajadores, a mujeres, a jóvenes y a inmigrantes en ciertas elecciones, pero con el mismo sistema”, afirma. “Pasamos de la aristocracia hereditaria a la aristocracia electoral, hemos extendido el derecho al voto pero el hambre de democracia sigue ahí, crece y no es suficiente votar. Dar el derecho al voto es como dar una mandarina como única comida a alguien que tiene hambre. La gente tiene hambre de democracia, están literalmente infraalimentados, los derechos democráticos están reducidos a votar una vez cada cuatro o cinco años y no es suficiente”.

Porque el ecosistema de la democracia, dice, sí ha cambiado al extenderse la educación, la información y las formas de comunicación en redes sociales. “Por ello si queremos mantener la democracia tenemos que cambiarla”.

“La xenofobia crece porque la gente no se siente escuchada”

Van Reybrouck habla junto a un ventanal en la Gran Vía de Madrid donde aún ondea la propaganda para votar en el referéndum organizado por la alcaldesa sobre la peatonalización de esta calle, la extensión del abono transporte y la remodelación de la Plaza de España. ¿Es este el camino? ¿Referendos sobre cuestiones que requieren un conocimiento técnico que los ciudadanos no tenemos por qué tener? “Los referendos son un paso más que las elecciones, pero siguen siendo primitivos. Con las elecciones eliges una casilla y aquí eliges sí o no. ¿Hemos dado educación a tanta gente para que marquen una casilla y nada más?” El autor está enfadado con el referéndum del Brexit, una cuestión que exige “cirugía fina” con conocimiento de causa y no una votación emocional. Él promueve asambleas en las que participan cientos de ciudadanos por sorteo para debatir y proponer soluciones sobre asuntos que luego se trasladan a los votantes o los políticos. Así trabajó en Irlanda con los debates sobre el matrimonio gay previos al referéndum en que este país católico lo aprobó, adelantando por ejemplo a Italia. También está trabajando con grupos de Alemania para abordar la migración. “Hay que adoptar procedimientos que mejoren la confianza de la gente en la democracia porque, si no, será como tener un dolor de muelas y no ir al dentista por no escuchar el taladro”. “Hay que preguntar a la gente después de haberles dado tiempo y herramientas para pensar, en lugar de preguntarles sin tiempo para pensar”.

El resultado de la desafección, del enfado de la gente, es precisamente el crecimiento del populismo y la xenofobia, que se manifiesta vertiginosamente en las redes, sostiene Van Reybrouck. “La xenofobia crece porque la gente no se siente escuchada. Hay que devolver la democracia a un procedimiento offline de nuevo. La democracia digital puede tener una función, puede ayudar, pero debe haber un cara a cara, interacción frente a frente. La discusión sobre migración en Internet es muy diferente a la discusión cuando la gente se ve las caras”. Para ello también propone un boicoteo a Google si no deja de favorecer las noticias falsas. “Google y las redes nos necesitas, somos sus clientes y ellos son compañías”.

Según él, hasta Google tendrá que cambiar antes de que nuestra democracia pase a la historia de la arqueología de verdad.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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