El arte argentino se debate entre crecer y morir
Creadores y galeristas del país invitado a Arco lamentan la debilidad del mercado interior, pese a la potencia de sus ideas
“¿En qué se parecen un coleccionista argentino y otro español? En que ninguno compra”. El chiste es del artista Eduardo Stupía. Lo contó ayer, poco después de la visita oficial de los Reyes y el presidente argentino, Mauricio Macri, que sirvió para inaugurar oficialmente Arco, feria de arte que permanecerá abierta en Ifema hasta el domingo. Stupía expone su obra en el espacio que el galerista Jorge Mara-La Ruche comparte con otras 11 galerías con sede en Buenos Aires, como parte del programa Argentina Plataforma. Más allá del chiste, al principio del segundo día de visitas profesionales el dibujante y pintor argentino aún no había logrado colocar obra.
Jorge Mara, que trabaja entre Buenos Aires y Madrid desde hace décadas asegura que no quiere ponerse dramático, pero no puede evitar sonarlo: de seguir la situación tal cual está ahora, los artistas acabarán desapareciendo de Argentina. “Somos pocos galeristas en un país en el que solo se ponen trabas, los coleccionistas apenas compran y aun moviéndonos con precios pequeños no salimos adelante”.
Pese al pesimismo de Mara, su estand parece un pequeño museo de arte latinoamericano. De sus paredes cuelgan fotografías vintage de Horacio Coppola y Sarah Grilo, precursora del figurativismo cubista y la primera que llevó el grafiti a la pintura; de Alfredo Hlito, iniciador del arte concreto, o la más joven de todos ellos, Lucía Mara, hija del galerista, y reconocida por sus fotograbados contemporáneos. “Todos reconocen, desde el MoMA al Reina Sofía las aportaciones de nuestros creadores al arte universal, pero la gente con dinero en mi país valora más una finca, un automóvil, un barco o unas joyas que el arte contemporáneo”, lamenta Mara.
Menos pesimista se mostraba ayer Orly Bezancar, heredera de la famosa Ruth Benzacar y presidenta de Meridiano, la cámara que agrupa a unas 40 galerías argentinas para lograr visibilidad en el exterior. Habitual de Arco desde su fundación, primero de la mano de su madre y después por ella misma, a Madrid ha traído una selección de sus artistas argentinos habituales: Jorge Macchi, Pablo Siquier o Ernesto Ballesteros, entre otros. Consciente de la débil situación de las galerías argentinas, asegura que lo urgente es poder darse a conocer fuera de sus fronteras y mover a los artistas locales por todo el mundo. “Todas las iniciativas que tenemos en marcha desde Meridiano van en este sentido”. La galerista añade que la burocracia española no es ajena a esa cerrazón; el lunes, día de la llegada de las obras al recinto ferial, no pudo instalar sus piezas porque quedaron retenidas en la aduana de la feria por un absurdo reparto de la distribución en cajas.
Entre sus muchos clientes, Orly Bezancar cuenta con Juliana Awada, la esposa de Macri. “Ha introducido el arte contemporáneo en la vivienda oficial de Los Molinos y creo que en ella tenemos una buena aliada para nuestros objetivos”.En otro ámbito se mueve la galería bonaerense Del Infinito en la que se expone la que se considera la obra póstuma de Alberto Greco (Buenos Aires 1931-Barcelona 1965) pionero de la vanguardia informalista argentina y creador del movimiento unipersonal al que él mismo bautizó como Vivo-Dito o Arte Vivo. Besos brujos, manuscrito de 137 páginas (faltan seis), se vende por 550.000 euros (la versión facsímil cuesta 500) y aunque muchos coleccionistas se han acercado, ayer nadie había rematado la operación.¿Resulta cara? Tal vez no tanto después de saber que la galería barcelonesa Mayoral ofrece un móvil de Calder titulado The Red Base (1969) por 2,5 millones de euros, hasta el momento la pieza más cara de Arco.
Daniel Canogar teje un tapiz de imágenes en el estand de EL PAÍS
Daniel Canogar (Madrid, 1964) ha creado una instalación a partir de los vídeos de la web de EL PAÍS para el estand de este diario en la feria Arco. Las imágenes en movimiento se procesan en un “flujo aleatorio” creando un tapiz de franjas de color de tres píxeles. Canogar, creador preocupado por las contradicciones de lo contemporáneo, reflexiona “desde la abstracción sobre cómo la información en tiempo real nos hace estar en vilo continuamente”, y sobre la dificultad de “mantener la coherencia entre tanta fragmentación”.
Babelia
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