La foto y el asesino
El presidente del jurado del World Press Photo plantea dudas morales ante la foto del año.
Saltó a la primera página de los diarios de todo el mundo el pasado diciembre. Como ocurre con algunas de las mejores fotos periodísticas, está llena de ruido, niega la quietud. El policía turco Mevlüt Mert Altintas, de 22 años, fuera de servicio, fuera de sí, trajeado, en una galería de arte en Ankara, retratado con el rostro contorsionado mientras grita, el brazo izquierdo alzado apuntando al techo, la mano derecha sosteniendo una pistola, a su lado el cadáver del embajador de Rusia en Turquía. La ira, la fuerza, la violencia, la teatralidad criminal de la escena quedaron congeladas en el disparo del fotógrafo turco de la agencia AP, Burhan Ozbilici, que recurrió al arma que él tenía más a mano: su cámara.
La semana pasada Ozbilici ha obtenido el World Press Photo a la foto del año y también se ha impuesto en la categoría de mejor imagen de actualidad. Y con los premios ha llegado, una vez más, la polémica. Esta vez no se discute la veracidad de la imagen, si hubo posado o truco de algún tipo, como ocurrió en 2015 con un reportaje de Giovanni Troilo (al que finalmente se le retiró el galardón), o en 2013 con una imagen de Paul Hansen que abusaba de sofisticados filtros para crear un efecto hiperrealista. Cierto que la autenticidad no acaba de ser una discusión del todo ajena a este concurso: se calcula que en torno a un 20% de las más de 80.000 fotos presentadas quedaron descartadas por este asunto. Pero no, en la foto de Ankara no hay trampa ni cartón, es la crudeza y el poder mismo de la imagen lo que asusta. En primer lugar, al presidente del jurado, el británico miembro de la agencia Magnum, Stuart Franklin. “Estaba firmemente en contra de que fuera la foto del año. Perdí la discusión. Voté en contra”, ha escrito en un artículo en The Guardian, donde, paradójicamente, defiende que obtuviera el otro galardón. “Es una foto de un asesinato, el asesino y la víctima, los dos aparecen y esto moralmente plantea los mismos problemas que publicar las decapitaciones terroristas”.
En la foto de Ankara es la crudeza y el poder mismo de la imagen lo que asusta. En primer lugar, al presidente del jurado, Stuart Franklin
Franklin además sostiene que colocar esta imagen en "el pedestal" del World Press Photo refuerza el peligroso vínculo entre la inmolación y la publicidad. "Temo que a través de la difusión adicional que acarrea el premio estemos amplificando el mensaje de los terroristas". El veterano fotógrafo, autor de la imagen de un estudiante plantado frente a los tanques en Tiananmen en 1989, también apela al idealismo y habla del potencial que la fotografía tiene para prestar un servicio honorable a la humanidad, para fomentar la empatía y promover el cambio.
¿Es ese el papel del fotoperiodismo? La académica Barbie Zelizer, una de las voces más respetadas y agudas en el análisis de imágenes periodísticas, se muestra rotunda: los argumentos morales no se sostienen. “¿Para qué están los premios? La foto ya fue ampliamente difundida. Y la regla que debe regir la publicación de una imagen es que si algo es suficientemente noticioso para ser descrito con palabras también lo es para ser fotografiado. La violencia ficticia hoy inunda series y videojuegos, pero también hay violencia real, y es paternalista tratar de limitar la exposición del público a estos documentos”, zanja en conversación telefónica.
Tratar de adelantarse a las intenciones de los grupos terroristas y a su ansia de exposición, puede que escape al ángulo de este concurso de fotoperiodismo. Al fin, la foto del año debe poner el disparador en la noticia del año. ¿Apunta la potente imagen del atentado en Ankara en esa dirección? "Ahora mismo veo al mundo al borde del precipicio. El hombre de la foto es un hombre al límite y su alegato es el asesinato de alguien a quien culpa por lo que está pasando en otro lugar de la región. Esta foto habla de lo que ocurre en Europa, en América, en Oriente Medio. Es el rostro del odio", ha señalado Joao Silva, otro de los fotógrafos del jurado.
Quizá para tomar partido entre la foto y el asesino haya que rellenar el vacío, pensar en esas otras imágenes candidatas al premio. Las acaloradas discusiones, como esta parece haber sido, no ocurren en abstracto. ¿Frente al fanático policía Altintas pensar en Omran, el niño sentado en la ambulancia cubierto de polvo y sangre tras sobrevivir un bombardeo en Alepo?
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