Los Amantes de Teruel vuelven de la tumba (nunca se fueron)
El compositor Javier Navarrete convierte en ópera la leyenda de Isabel de Segura y Juan de Marcilla
Teruel también existe, clama el esforzado dicho local en la menos poblada de las capitales de provincia españolas (35.000 habitantes). Y sobre todo, más allá de los imponentes rascacielos mudéjares patrimonio de la Humanidad, existen sus amantes, Isabel de Segura y Juan Martínez de Marcilla. Allí siguen, 800 años después, dándose la mano en el Mausoleo de los Amantes construido por Juan de Ávalos en 1956 y visitado cada año por 130.000 personas. Allí siguen… o así. La leyenda de su muerte por amor en 1217, que no pocos creen historia, se alimenta cada año por estas fechas (en esta ocasión será del 16 al 19 de febrero) con la representación popular de la muerte de Isabel y Juan (o Diego, como se prefiera) en los aledaños de la Plaza del Torico, el pulmón sentimental de la ciudad. Mientras tanto, cuadernos, pasteles, abanicos, botellas de vino, tapas y posters… todo vale en la ciudad para seguir manteniendo viva la llama de los jóvenes despechados.
Pero este año, las festividades que reivindican como cierto el mito de aquellos dos jóvenes muertos por amor albergan un ingrediente extra: la ópera Los amantes, que el compositor local afincado en Brighton Javier Navarrete ha regalado a la ciudad. Esta ópera de hora y media de duración e interpretada tanto en sus voces como en sus instrumentos por ciudadanos de Teruel se estrenará este miércoles en la iglesia mudéjar de San Pedro, y tan solo será representada en cinco ocasiones, los días 8, 10, 11, 12 y 14 de febrero.
Uno de sus escenarios es la propia capilla de San Cosme y San Damián, dentro de la propia iglesia, donde en 1555 fueron halladas por vez primera las dos momias que –según los defensores a ultranza de la veracidad de la historia- pertenecen a Isabel de Segura y a Juan Martínez de Marcilla. No faltan quienes, como el historiador local Fernando López Rajadel, creen sin embargo que se trata de las momias de dos antepasados de la familia Segura, madre e hijo. “Ni hablar, la prueba del carbono 14 que le hicieron los científicos ya dijo que la que está ahí debajo no fue madre, ese señor puede decir lo que quiera”, protesta una de las vigilantes del Mausoleo de los Amantes. La controversia que no cesa.
“Lo único que he cambiado de la historia es la situación de Juan, porque en vez de volver rico de la guerra –cosa que hoy no quedaría como muy glamurosa que digamos- yo le hago volver pobre y encima leproso, con lo cual creo que se justifica mejor su muerte, es más realista, más creíble”, explica Javier Navarrete mientras bebe una cerveza en el improvisado backstage tras el primer ensayo con público de Los amantes, el pasado sábado: justo a espaldas de lo que sería el sepulcro de los dos jóvenes.
Un poco de historia, un mucho de leyenda
Fue en 1619 cuando el notario y archivero turolense Juan Yagüe de Salas impulsó la excavación en la capilla donde 64 años antes había sido halladas las momias (y vueltas a enterrar por orden del obispo). El motivo: Yagüe de Salas había dado con el acta notarial del descubrimiento y pretendía demostrar que los hechos eran ciertos. Tres años antes les había dado carta de naturaleza poética en su libro Los amantes de Teruel, epopeya trágica. A partir de ahí, las famosas momias de Isabel y Juan (o de quien sea) han sido enterradas y desenterradas en un trajín de siglos que está lejos de acabar. Historia, mito, leyendas medievales… y ahora una ópera con pistola y todo. Los Amantes de Teruel siguen su idilio desde la tumba.
Javier Navarrete adquirió notoriedad en 2007, cuando fue nominado al Oscar a la mejor música original por su trabajo en la película de Guillermo del Toro El laberinto del fauno. Además llegó a ganar un premio Emmy por la música del telefilme Hemingway and Gellhorn, producido por HBO y que protagonizaron Nicole Kidman y Clive Owen.
Fue hace ya dos años cuando los responsables de la Fundación Amantes, que gestiona el Mausoleo de los Amantes así como la inmensa mayoría de las actividades y publicaciones en torno a la leyenda (o historia) que popularizara en teatro Tirso de Molina, le pidieron que compusiera algo pensando en el 800 aniversario, ahora a punto de celebrarse. “Enseguida pensé en una ópera. Me senté a escuchar la iglesia de San Pedro y vi con claridad que esto solo funcionaría con música medieval en cuanto a espaciamiento, en cuanto a holgura, una música lenta, de ciclos largos, limpia… y a eso le puse luego un acento romántico”, explica el compositor, que asegura: “Esta obra ha sido compuesta a la medida de la iglesia de San Pedro, nace y muere aquí”.
Los sonidos medievales del laúd, la flauta, el violín, el arpa, el monocordio, la tafona o el tambor de piel, el eco emocionante de un coro local de voces blancas y alguna que otra licencia extravagante vertebran estas andanzas de Isabel y Juan (Diego, según la nomenclatura de Tirso de Molina). Pero Javier Navarrete se ha reservado el derecho de introducir una cuña de modernidad entre tanta Edad Media y tanta leyenda: de repente, cuando los padres de Isabel le prohíben que se case con su amado porque no tiene fortuna, ésta saca de entre sus ropajes ¡una pistola! “Creo que es un golpe de efecto divertido. La idea es un poco decir que los Amantes son de todas las épocas”, explica el compositor, que además travistió a los malvados padres de la pobre Isabel de Segura en una especie de traficante del Bronx de los años 70 y en un personaje que parece sacado del Ubú de Jarry o del cine mudo de Chaplin.
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