Humphrey Bogart dijo adiós hace sesenta años
El 14 de enero de 1957 fallecía el protagonista de 'Casablanca' y 'El halcón maltés'. Pero en la pantalla queda el rastro de una de las grandes leyendas de la historia del cine
Cuando Woody Allen convirtió a Humphrey Bogart y su personaje de Ricky Blaine en invitado principal de su obra de teatro Play It Again, Sam (Sueños de seductor) la figura del actor ya gozaba de una aureola de culto gracias al revival que había importado la llamada moda retro y el gusto camp por las estrellas del cine clásico de Hollywood. Su imagen convertida en póster adorna drugstores y tiendas de moda de medio mundo junto a Mae West, Rodolfo Valentino y la pareja Fred Astaire y Ginger Rogers.
Sesenta años después de su muerte, el hombre que mejor ha llevado una gabardina en el cine, sigue reinando —y de momento sin herederos directos— como el héroe a contracorriente, cínico y sentimental de la edad de oro del cine negro y de aventuras de Hollywood. A pesar de un físico antipático y enfermizo, un rostro destinado a encabezar eternamente el listado de personajes malvados y violentos, Bogart impone su estilo lejos del glamour y los cánones estéticos hollywoodenses. Su personaje del detective Sam Spade en El halcón maltés revela el género, el cine negro, y codifica su imagen.
Su perfil de hombre duro y perdedor se viste de romanticismo gracias a Casablanca. Bogart añade una nueva estrella en su medallero como el hombre eternamente enamorado de Ingrid Bergman capaz de renunciar a su gran amor, matando sus penas en una sala de fiestas del norte de África. Gracias al director Howard Hawks que se fija en una estilizada y joven modelo en la portada del Harper’s Bazaar, su carrera artística y vida personal queda unida a la actriz Lauren Bacall. La nueva pareja deja pruebas de sobra de su física y química en la pantalla en películas como Tener o no tener y El sueño eterno. Bogart formará también parejas memorables junto a Katherine Hepburn (La reina de África), Gloria Grahame (En un lugar solitario), Ava Gardner (La condesa descalza) o menos afortunadas, junto a Audrey Hepburn en Sabrina, puesta al día del mito de Cenicienta, en un papel pensado en un primer momento para Cary Grant. A pesar de una Audrey Hepburn en estado de gracia, la convergencia Bogart-Hepburn no dejará de chirriar- como su sombrero hongo- a lo largo de los 114 minutos de duración de la película.
A la figura del héroe vulnerable y perdedor, Bogart añade su compromiso social y político. Su imagen junto a Lauren Bacall y otros actores, encabezando una marcha frente al Capitolio en 1947 contra los juicios promovidos por el mccarthismo pone una nota de valor y solidaridad en unos tiempos marcados por el miedo y las delaciones en la industria de Hollywood. Bogart estará también en el origen de uno de las bandas más celebradas de Hollywood, el Rat Pack, del que será uno de sus “socios” fundadores junto a Frank Sinatra y Judy Garland. Un calificativo que según la leyenda salió de los labios de la mujer de Bogart, Lauren Bacall, después de ver el estado en que se encontraban Bogart y sus amigos, después de una noche de juerga en Las Vegas.
Sesenta años después de su muerte, aunque el piano donde Dooley Wilson cantaba aquello de “You must remember this, a kiss is just a kiss” ha acabado convertido en objeto de subasta y el barco La reina de África transformado en un crucero de recreo para turistas de complejo resort, el mito Bogart sigue centelleando con su gabardina, sombrero Fedora y eterno cigarrillo en la boca. Cuando fumar- todavía- era un placer en Hollywood.
Babelia
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