Georges Prêtre, la música como la vida
Fallece el gran director de orquesta francés a los 92 años. Favorito de Maria Callas y Francis Poulenc, en 2008 y 2010 dirigió el Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena
Georges Prêtre (Waziers, 14 de agosto de 1924 -Navés, 4 de enero de 2017) solía decir que la vida era una sinfonía que se compone nota tras nota, día tras día. La idea le sirvió como título para sus memorias que publicó hace cuatro años en Éditions Écriture. Una extensa conversación con su hija, la filósofa y escritora Isabelle Prêtre Koch, como catarsis de la muerte de su hijo Jean-Reynald.
Prêtre culminó su sinfonía vital el pasado miércoles. Tenía 92 años. La noticia de su fallecimiento la difundió a través de un comunicado la Orquesta Sinfónica de Viena, de la que era director honorario. El director francés se refería a ella como “son èternel fiancé”. Se había despedido de sus músicos el pasado 12 de octubre con un emotivo concierto en la Sala Dorada del Musikverein que terminó con el famoso cancán de Orfeo en los infiernos, de Offenbach. Un final que era también una vuelta al principio.
La carrera de Prêtre fue desde la opereta y la ópera al concierto sinfónico. Y de París a Viena. Formado en el Conservatoire de la capital francesa, donde estudió con Maurice Duruflé, comenzó su carrera como director y compositor de operetas (las firmaba con seudónimo como Georges Dhérain) y en 1956 fue nombrado director de la Opéra-Comique de París. Entre 1959 y 1962 conoció a Francis Poulenc, Maria Callas y Herbert von Karajan, que cambiaron su vida. Con Poulenc colaboró en el estreno de La voz humana y se convirtió en su principal intérprete. El compositor lo proclamó en una carta: “Bendito sea el día que nació Georges Prêtre, mi director predilecto”.
En 1960 trabajó con Maria Callas para grabar en Pathé-Marconi un disco de arias francesas. Comenzaron una estrecha colaboración que se plasmó en varios recitales y en dos óperas completas: Carmen, de Bizet (1964) y Tosca, de Puccini (1965) en EMI/Warner Classics. Prêtre siempre subrayó la simplicidad y el talante humano de la diva grecoamericana. Incluso durante un concierto en Hamburgo en 1962 tuvo un despiste que Callas arregló con gran profesionalidad. Prêtre lo reconoce en sus memorias: “Cerré los ojos escuchando a Maria y me olvidé de que era el director”.
Karajan le abrió las puertas de Viena. Primero en la Ópera Estatal en 1962, donde debutó con Capriccio, de Strauss. Después con la Sinfónica de Viena y, a continuación, con la Filarmónica de la capital austriaca. De esa forma consolidó una exitosa carrera internacional como director de ópera que había iniciado en Chicago en 1959 y en el Covent Garden de Londres en 1961. Siguieron apariciones en el Met de Nueva York (1964) y La Scala de Milán (1965), pero también una progresiva transformación en director sinfónico. Se plasmó en vinculaciones con orquestas (Royal Philharmonic, Sinfónica de Viena y Radio de Stuttgart) a excepción de un brevísimo periodo como director de la Opéra de París en 1970.
Su discografía incluye unos cien registros, entre los que cabe destacar sus grabaciones de obras de Poulenc y de varias óperas, en especial francesas como una clásica Sansón y Dalila, de Saint-Saëns, en EMI/Warner Classics (1962). Su estilo interpretativo era romántico y enérgico, con una combinación de tempi ligeros y un suculento manejo del rubato. Exquisito en los planos sonoros y predisposición a la danza, que plasmó en La Valse, de Ravel, con tres grabaciones. Esas credenciales facilitaron un affaire tardío con la Filarmónica de Viena, a la que dirigió en los Conciertos de Año Nuevo de 2008 y 2010.
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