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GENTE SINGULAR | Tania Sánchez
Columna
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La aperreada vida a este lado del muro

Le quedan el rostro desafiante y la yugular marcada de muchas batallas

Manuel Vicent
Tania Sánchez.
Tania Sánchez.JORDI SOCÍAS

Conserva todavía el aire agreste de aquel tiempo en que el Kaos se escribía con K y siendo una adolescente punki en el instituto madrileño Las Palomas, de Rivas-Vaciamadrid, donde era representante estudiantil, fundó con unos amigos la asociación Krak, Colectivo Revolucionario Amanece que no es poco. Viene de salir ilesa de los zarpazos del acoso mediático debido a supuestas irregularidades familiares de cuando era concejala de Izquierda Unida en ese Ayuntamiento; llega tras hacer valer sus espolones en la pelea de gallos de las tertulias contra los adversarios de la derecha, en un gallinero donde el grito más prolongado decide al ganador. De esas batallas le quedan el rostro desafiante y la yugular muy marcada.

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Si la política fuera un cómic Tania Sánchez sería una de esas chicas sin desbravar, muy apretada de botas y vaqueros, que baja de la moto y abre las puertas de una patada para que quede claro desde el principio que hay que imaginarla lo más lejos posible de una de esas pijas gangosas que juegan a revolucionarias después de haber vestido falda plisada y zapato llano con pompas del chicle en la boca a la salida del colegio de monjas. Tania parece haber probado la salsa en que se cuece la parte más dura de la sociedad. Ha sido educadora en la narcosala de Barranquillas y en la drogodependencia de Batán, ha trabajado de camarera, repartido publicidad en la calle, hecho un Erasmus en Suecia, se ha licenciado en Antropología en la UNED, se ha batido en los movimientos antitaurinos y ahora es esa joven política de 37 años que acude a la cita en el bar del Palace, frente al Congreso, donde es diputada de Podemos, con un aire de guerrera dispuesta a tomarse un agua mineral entre dos bombardeos. Después de todo, su diseño bravo soporta perfectamente la mullida moqueta, el sillón de cuero dulce y los reflejos de plata vieja de las vitrinas de esta botillería de lujo.

Puede que lleve como una cruz su pasada relación con Pablo Iglesias, el sello de exnovia del líder, al que conoció en los debates de La Tuerka, amores y desamores embullados que coinciden con la carrera de los 100 metros vallas que ha realizado huyendo de Izquierda Unida a Podemos, de la asamblea de Madrid a diputada del Congreso, una cabalgada entre contracciones hasta caer domada y sin aristas al lado de Rita Maestre en el bando de Íñigo Errejón, transversal y posibilista. Pero este no es un análisis político sino el perfil literario de una mujer batida por los vaivenes de la izquierda radical, paradigma de una nueva forma de vivir, a la que hay que prestar atención si uno quiere saber por dónde vienen los naipes de la nueva baraja. Mírenlas bien. Esas chicas de Podemos, Tania, Rita, Irene, Carolina, Teresa, dan la sensación de ser más fuertes que sus compañeros, los líderes masculinos.

En el bar La Funda.mental, un colmado del rollo, ubicado en Lavapiés, en Madrid, donde Tania Sánchez con Pablo Iglesias y sus amigos iniciaron sus ideales políticos a medias con los intercambios sentimentales entre cervezas bebidas a morro, alguien ha escrito con rotulador en el retrete de caballeros: “No soy una princesa, pero puedo hacer que te sientas un rey”. No imagino estas palabras en boca de Sánchez dispuesta a recuperar los favores de Iglesias, el líder que nunca duda, el guardián de las certezas, ni de ninguna de las jóvenes feministas adheridas a la política airada que transitan por esa cañada moderna de Lavapiés, llena de abrevaderos, Achuri, Maldito Querer, Barbieri en cuyas barras y terrazas se agolpan estos mutantes políticos.

Un muro invisible

Por la calle Argumosa hasta la plaza de Lavapiés y siguiendo por Ave María discurre un muro invisible, prácticamente imposible de saltar, que divide a la sociedad en dos formas de vivir. Al otro lado, está el sistema. A este lado, chicas sarracenas con el velo islámico, adolescentes fardonas con un piercing en las cejas y en los labios; negras con floripondios de colores en la cabeza; congoleños o senegaleses, que tal vez han salvado las concertinas de la valla de Ceuta o han arribado en una patera para ofrecerse de esclavos en el paraíso conviven con una grey española, profesores, poetas, artistas o nada, jóvenes ya maduros sin horizonte, que acamparon en la Puerta del Sol el 15 de mayo, seres digitales que se manejan en la telaraña universal con suma naturalidad y comparten proyectos, desengaños, sueños imposibles y sobreviven a salto de mata.

Pienso que ese muro divide el hoy del mañana, pero el día en que la forma de vivir a este lado se convierta en una estética, la rebeldía de los jóvenes podrá ser asimilada por el sistema y entonces habrá ganado también la batalla política. Jericó caerá sin necesidad de que ningún Josué con coleta o sin ella detenga el sol. O seducción o nada. Tania Sánchez se limita a sonreír. Y en el bar del Palace se levanta la sesión.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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