El ‘quejío’ eléctrico de Morente
El documental musical de José Sánchez-Montes y Gervasio Iglesias da cuenta de la revolución que supuso el mítico disco de título homónimo
Teatro Albéniz de Madrid, año 1996. Concierto de Enrique Morente con el patio de butacas repleto de amantes de la pureza del cante, de flamencólicos, en terminología del cantaor granaíno. A pesar de que Morente suele salirse de la senda de la ortodoxia, todo se desarrolla según unos cánones más o menos establecidos. Es una noche flamenca al uso. Sin embargo, en los bises, se apagan las luces, el maestro sale de nuevo entre la penumbra, suelta un quejío arrebatador y, de pronto, se abren en carnes todos los sentidos: el escenario se ilumina de rojo, la descarga eléctrica de guitarras y bajo, y el violento golpeo de una batería, taladran los oídos de los puros. La energía punk de Lagartija Nick se ha fundido con el duende en la presentación pública de los primeros arrebatos de Omega. Y se arma el taco.
OMEGA
Dirección: José Sánchez-Montes, Gervasio Iglesias.
Género: documental. España, 2016.
Duración: 87 minutos.
"Nos iban a matar, tardamos varias horas en poder salir de los camerinos", recuerda Antonio Arias, líder de Lagartija, en el estupendo Omega, documento musical de José Sánchez-Montes y Gervasio Iglesias que da cuenta de la revolución que supuso el mítico disco de título homónimo, con el cantaor y la banda, que adaptaba temas de Leonard Cohen y ponía música a poemas de Federico García Lorca. Una película con estructura cronológica y puesta en escena convencional, con mezcla de entrevistas actuales y del pasado con todos los implicados en la impactante propuesta, y reveladores documentos audiovisuales de la época, entremezclados con ritmo y didáctica, información y análisis. El fabuloso manifiesto del funámbulo y genial proceso creativo de una obra abierta, que hoy es historia de la música pero que podría haber llevado, como decía Morente, a que se vendiesen ocho discos y Borja Casani, el productor, lo hubiese "asesinado al amanecer".
La vanguardia de Lorca, la de Poeta en Nueva York, la transgresora de obras como El público, la búsqueda de nuevos caminos de Morente, la melancolía de Cohen y la distorsión sonora de Lagartija ("¡Conmigo crece el caos!", reza uno de sus mejores temas ajenos a Omega) se funden en una obra hija del bullicio de una ciudad única, capaz de parir hermanos musicales tan dispares desde las comidas en la Terraza de Juanillo y las interminables copas en El Local. Sin embargo, la película también da cuenta de las enormes dificultades, de las caídas, del abandono del baterista Eric Jiménez, de los desajustes en los primeros conciertos. Señal de que la apertura de nuevos caminos necesita también de sufrimiento.
La huella de Omega quedó marcada para siempre. Luego llegó la colaboración entre Morente y Sonic Youth. Y sus continuadores: los discos con palos flamencos de Los Planetas, el de Soleá Morente y Los Evangelistas. La huella de un pequeño vals de furia y ruido amamantado no en Viena, sino en Granada.
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