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Crítica | ¡Gracias, jefe!
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Activismo cinematográfico

El movimiento de los indignados tiene en Francia a la revista de agitación política 'Fakir' como uno de sus más fieles representantes periodísticos

Javier Ocaña

El movimiento de los indignados, desplegado por ejemplo en España a partir del 15-M o en Estados Unidos a través de Ocupa Wall Street, tiene en Francia al más reciente Nuit Debout como su máximo exponente y a la revista bimestral de agitación política Fakir como uno de sus más fieles representantes periodísticos. Un activismo que, aunque en EE UU lleve tiempo instalado en la arrolladora y maniquea personalidad de Michael Moore, está llegando también al cine europeo con documentales como ¡Gracias, jefe!, sorprendente éxito de público en Francia, dirigido por François Ruffin, fundador de Fakir, y centrado en los desmanes socio-laborales de Bernard Arnault, propietario del grupo de artículos de lujo LVMH, tercera persona más rica de la Unión Europea, capaz de enervar desde a los de más abajo, los obreros despedidos para deslocalizar sus fábricas en Polonia o Madagascar, hasta el de más arriba, el presidente de la República, François Hollande, tras la tentativa de Arnault de la concesión de la nacionalidad belga con el fin de evitar altos impuestos.

¡GRACIAS, JEFE!

Dirección: François Ruffin.

Género: documental. Francia, 2015.

Duración: 84 minutos.

Quizá por una indefinición inicial que hace que queden al descubierto sus costurones, sobre todo en el apartado humorístico, donde Ruffin, al principio, no parece mucho más que un sosias sin demasiada gracia del clown Michael Moore, ¡Gracias, jefe! tarda en arrancar una media hora. Sin embargo, a partir del encuentro con una familia en grandes dificultades económicas tras el cierre de su centro de trabajo, que fabricaba ropa para la marca Kenzo, una de las múltiples de LVMH, la película se eleva: tanto por las estrategias de los autores de la película, en connivencia con la familia, para ponerse en contacto con las altas esferas de Arnault, como por la sensación social y narrativa que va dejando. Nunca hay que rendirse, a veces hay soluciones imaginativas de David contra Goliat que acaban dando frutos, y el activismo debe estar por encima del espectáculo.

Fakir, con apenas 6.000 suscriptores que además han financiado la producción, y una modesta (y valiente) familia de trabajadores, son capaces de poner en ridículo al poder con una película de combate, una mezcla entre el espíritu de El golpe y las formas del programa Inocente, inocente, cargada de imaginación y cámara oculta, estrategia, investigación y, por qué no, soluciones jurídicas fundamentadas. La tensión que generan las reuniones entre la familia y ese risible jefe de seguridad de LVMH resulta inolvidable. Un esbirro de Arnault que, al final, es el que pronuncia la gran frase de la película: "A los ricos no les gusta que los pongan en evidencia".

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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